UKIYO3.

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Capítulo 3: Oso de peluche.







La cola del vestido desapareció tras una oleada de aplausos. Eren miró atento el escenario, en especial la guitarra asentada en la esquina, como si portara una magia hipnotizante. Las luces se apagaron por unos segundos, y luego se encendieron con su habitual color. Una voz masculina, la misma que abrió el espectáculo, habló por el micrófono. Lo hondo de la voz casi le gustó tanto como la voz de la artista, si no fuera por el hecho de que no quería escuchar otra voz que no fuera la de ella.

Le costó recomponerse del cambio. La gente a su alrededor comenzó a distanciarse, y en pocos minutos, en torno al escenario no quedaron más que algunas personas que se dedicaron a hablar entre ellas o a beber. Probablemente estaba demasiado borracho como para escuchar a las personas, pero le impresionó no oír ningún comentario respecto a la presentación. Había sido una experiencia de goce y disfrute para la mayoría en el lugar, y sin embargo, ahora ya nadie hablaba de la gran artista.

Eren decidió apartarse del lugar, y mareado regresó al taburete en el que había estado sentado. Apoyó su cabeza en el mesón cuando logró subirse al asiento, y con sus ojos cerrados descansó plácidamente. Se durmió, pero tan solo unos míseros minutos. El barman lo movió para despertarlo, y le recomendó irse a casa. Eren asintió entre parpadeos, y balbuceó una que otra palabra ininteligible. El barman, con su habitual comportamiento pusilánime, le ayudó a levantarse. Eren batalló con sus pies, que se rehusaban a caminar, pero finalmente pudo caminar hasta el umbral de la taberna y cruzar la avenida.

Miró a ambos lados de la avenida, y ningún sitio le llamó la atención. Todo muy ruidoso para su gusto, así que se dirigió al pasadizo en el que la escasa luz lunar pintaba el asfalto. Usualmente no haría ese recorrido, pero hoy estaba demasiado borracho como para pensar y ver con claridad. Eligió, de hecho, un lugar oscuro y sereno, donde la luz de los faroles no le molestara. Ahí, encontró serenidad que no halló en la avenida. El pasadizo conectaba ambas avenidas, y desde su posición se dedicó a ver la otra calle. En eso, reconoció la puerta trasera de la taberna. Quebraduras en las esquinas, madera mal lijada, y de un desteñido color plomo. Sin tolerar más su borrachera, su trasero cayó en el duro asfalto, y abochornado, se quedó nuevamente dormido.

Le despertó el estentóreo chillido de la puerta siendo abierta. Eren parpadeó y, con un dolor en el centro de su nariz, producto del alcohol y el sueño interrumpido, miró la escena que se desplegaba entre la espesura de la noche. Creyó estar soñando, ya que la imagen lo obnubiló por un momento, creando ese efecto de somnolencia y sobriedad simultáneas.

La vio alborotarse el cabello con ambas manos, a la par que la fría brisa la ayudaba a liberar sus mechones de cabello. Si antes la había visto con el cabello suelto, pero perfectamente ordenado con fijador, ahora la vio con el cabello al desnudo. Vestía tan diferente que Eren juró haberse equivocado. Unas zapatillas blancas de tela, con líneas negras en torno a la suela, un suéter rojo, pero de un rojo opaco distinto al del vestido, unos pantalones negros cortos y ajustados. La mujer que había visto en el escenario debía ser, en consecuencia, el alter ego de la mujer que veía ahora. Eren se asombró por las dos caras de la misma moneda, sobre todo al comprender que la estrella que había admirado, la deidad que había considerado, no era más que una mujer común y corriente. Humana.

Sintió que el sueño se le esfumaba en breves alientos. Quiso acercarse a ella, porque la encontró más bella que en el escenario, más accesible al mundo terrenal y humano. Su cabello suelto, para nada largo, pero sí extenso en fluidez, le llamaba. Sin embargo, pronto descubrió que solo estaba delirando con la idea de acercarse a ella. No podía. Ella ya se encontraba demasiado lejos, caminando al paradero, cuando él recién luchaba por reunir una vaga valentía.

UKIYO. [EREMIKA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora