Capítulo 8

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Una banda harapienta de piratas se reunió con Otto en el muelle para guiarlo a la casa de reuniones. Él los miró con desdén, pero no discutió. 

Le permitieron ir con dos oficiales navales, no más que eso. El resto podría quedarse en el barco y esperar su regreso. De nuevo, Otto obedeció. Él había esperado esto. Pero cuando llegó a la taberna y le ordenaron despojarse de sus armas, se burló. 

– ¿Esperas que baje a ese sótano sin siquiera un cuchillo para defenderme? ¿Para que me corten la garganta tan pronto como entregue la escritura? Absolutamente no. – El dijo.

El tripulante trató de explicarle que los piratas también estaban desarmados, pero a Otto no le importó. Estaba tan firme en su resolución, que el tripulante que custodiaba el cofre de armas se vio obligado a bajar las escaleras de mal humor e informar a Rhaenyra.

– Muy bien. – Había dicho Rhaenyra. – Puede quedarse con su cuchillo, nada más. Si trata de usarlo contra mí, se lo quitaré y lo mataré con él. 

Así que Otto bajó las escaleras de piedra hasta el sótano. Rhaenyra había ordenado a los señores que se dispersaran mientras se realizaba el intercambio, en un esfuerzo por evitar posibles problemas. Corlys y Rhaenys se habían quedado para brindar apoyo a Rhaenyra, pero se sentaron a un lado de la mesa y le permitieron tomar la iniciativa.

Alicent se sentó junto a Rhaenyra, en la cabecera de la mesa, y cuando los ojos de Otto se posaron en ella, se llenaron de lágrimas. Alicent le dio una media sonrisa tranquilizadora. Se tomó un momento para mirarla, tragando un nudo en su garganta. Su expresión se oscureció cuando vio los moretones.

– Me prometiste que no le harías daño. – Habló con los dientes apretados.

Fue Alicent quien respondió. – No lo hizo, padre. Fue un accidente lamentable, nada más. Rhaenyra no tuvo la culpa.

Corlys lanzó una mirada a Alicent, pero permaneció en silencio. La frente de Otto se arrugó en confusión.

– Tesoro, ¿estás bien? – Otto preguntó en voz baja. No le importó algunas miradas de burla que recibió por otros piratas que escuchaban la conversación.

– Estoy bien. – Ella le ofreció otra media sonrisa. – Han sido... buenos conmigo.

Ante sus palabras, toda la habitación cayó en un tenso silencio.

Rhaenyra fue la primera en romperlo. Se obligó a mantener la voz firme. – ¿Por qué no te sientas? Terminemos con esto.

– Estoy bien de pie. – Respondió Otto, metiendo la mano en el bolsillo de su abrigo y sacando una hoja de papel cuidadosamente doblada, sellada con cera. – Esto no tiene por qué llevar mucho tiempo. 

Rhaenys se puso de pie y caminó hacia él. Ella le tendió la mano y él le dio el papel. Se tomó un momento para inspeccionar el sello y pareció bastante feliz con lo que vio. 

– ¿Puedo? – Preguntó, señalando el cuchillo enfundado en el cinturón de Otto. 

Hizo una pausa por un momento, inseguro, mirando a su hija antes de desenvainar la hoja de mala gana y entregársela. Rhaenys lo usó para quitar el sello de cera del pliegue inferior del papel, antes de devolvérselo y abrir el documento.

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