Capítulo 3

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Jimin fingió que esa discusión no había pasado. Sus padres tampoco hicieron referencia a lo ocurrido. Jimin fue testigo de cómo ambos adultos pasaron la mayor parte del día encerrados en su cuarto, y no se molestó en averiguar qué estaba pasando.
Pero eso no evitó que, cuando Hoseok les avisó que Yoongi iría al día siguiente a hacerle compañía, sus padres mostraran su descontento y Jimin fuera el centro de las miradas amenazantes por parte de sus familiares.

"No te acerques a él" Le decían en silencio.

Por eso, cuando Yoongi llegó alrededor del mediodía, con el sol quemando y el calor agobiante, Jimin aprovechó para ponerse el traje de baño más provocativo que tenía y meterse en su piscina que, dicho sea de paso, él rara vez usaba en verano.

Le encantaba sentir el contraste del agua fría en su cuerpo con el calor del sol sobre su espalda, mientras se apoyaba en el borde de cemento observando en silencio a Yoongi hablar con su hermano.


Era muy guapo, jodidamente caliente con esos músculos marcados por el entrenamiento y el cabello rubio despeinado, pero conociéndose no había mayor interés que sexual en él. Porque, ¿Para qué negarlo? Esa mano que lo había estrellado contra la pared le había servido para imaginarla en su cuello, apretándolo, quitándole el aire mientras la otra se paseaba por sus piernas, por sus muslos, y le encantaba imaginarla en su cintura, en su pecho, tocando sus pezones, tocando en todos lados, marcándolo.

Mordió su labio hundiéndose en el agua fría, controlando una sonrisa. Su estómago se retorcía ante sus fantasías.

Estaba enfermo, quizás, pero pocas cosas le habían atraído tanto como ver a Yoongi enfurecido, fuera de sí, maltratándolo.

Salió de la piscina dispuesto a acostarse sobre su toalla bajo los rayos del sol, pero con tan sólo sacar su cabeza del agua y fijar su mirada en el boxeador, pudo ver esos ojos bestiales matándolo. Amaba cómo ardían-¿.

Y, otra vez, no estaba asustado. Sólo sonrió, tan encantadoramente como pudo, mientras mordía su labio inferior y lo desafiaba con los ojos.

Ven, decía su mirada, pero Yoongi sólo maldijo algo por lo bajo, levantándose de su asiento para irse tras Hoseok, dentro de la mansión.

Cobardo— Habló, sin llegar al punto de ser un grito, pero lo suficiente como para que Yoongi se detuviese en seco, girando su cabeza sólo lo necesario para observar una última vez a Jimin y sonreírle.

Jimin sonrió también.
Yoongi entendía su idioma.

Finalmente había llegado la hora del almuerzo, y Jimin no se había molestado en rendirse con ese juego tan perverso que tenía en mente.

Lo quiero en mi cama¸ repetía su mente una y otra vez, cada vez que Yoongi aparecía frente a él.

Jugaba sucio, él jamás hacía las cosas acorde a las reglas, así que al salir de la ducha sólo se puso un pantalón corto que le colgaba en las caderas. Sí, se le veía la espalda baja y no, no llevaba ropa interior, por lo que le vino como anillo al dedo cuando se sentó frente a Yoongi en la mesa del comedor y no se molestó en cerrar las piernas. Fue divertido, era un juego para él, ver como Yoongi a veces desviaba sus ojos bajo la mesa y mantenía su mirada en sus piernas, el ver cómo se lo comía con la mirada cuando Jimin caminaba frente a él y contoneaba las caderas. Quería destrozarlo, hacerlo caer ante él.

Se estaba luciendo, porque en sí era un juego para él, un juego con fuego que Jimin sabía terminaría quemando a cualquiera de los dos.

Sin duda alguna, su jugada maestra fue a media tarde, cuando sus padres y Hoseok estaban en el salón vidriado del patio, y Yoongi esperaba a su novia en la puerta de entrada. Algo dentro suyo, algo que Jimin ignoraba si Yoongi se encontraba a su alrededor, le advirtió que era una muy mala idea.
Pero, obviamente, eso no lo detuvo.

—Gracias por traérmelo— Oyó a Yoongi hablar en el hall, y distinguió la risita aguda de su noviecita.

Era su gran momento.

—Yoongi, ¿Por qué tardas tanto, caro?— Gimió mientras bajaba las escaleras. Seguramente debía estar viéndose como una puta, sus pantalones lo suficientemente bajos como para dejar a la vista parte de su pelvis, y su piel enrojecida por el sol y algo húmeda. Definitivamente se estaba viendo como una.

Jimin pagaría por tener la foto del rostro desfigurado de la chica y la furia asesina en los ojos de Yoongi, ese momento valía oro. La chica sólo dejó la bolsa a los pies de Yoongi, sin dejarle siquiera excusarse, antes de irse de la mansión dando un muy buen portazo.

¿Cómo justificarle que Yoongi estuviese pasando su día allí, después de la noche anterior, si no era con una infidelidad?

—Que dramática— Se quejó Jimin, recuperando la compostura a la vez que mordía su labio inferior y terminaba de bajar las escaleras. La expresión en el rostro de Yoongi era impagable, quemaba.

El boxeador tronó su cuello y, con una velocidad inigualable, agarró a Jimin del cuello mientras que con su otra mano tiraba su cabello, empotrándolo contra el sofá de la entrada. La posición era jodidamente incómoda para Jimin, su cuerpo totalmente rodeado por la imponente figura del hombre enfurecido encima de él.

No debería estar excitándose tanto. Estaba mal. Era horrible.

—¿Disfrutas de ser tan malditamente fácil? ¿Te gusta ser una puta?— La voz ronca, rasposa, atravesó los oídos de Jimin con soltura, y recibió un fuerte tirón de cabello acompañando sus palabras –Estás haciendo el ridículo. No te quiero. Déjame en paz.

Jimin debería haberse sentido herido, dolido, pero su papá Taehyung le había enseñado a mirar a los ojos, a no escuchar las palabras y a fijarse únicamente lo que los ojos mostraban.

Los ojos son las ventanas al alma.

Y Jimin vio cualquier cosa menos asco en los ojos de Yoongi.
Vio rabia, vio frustración, y vio lujuria.
Eso era lo único que le importaba.

Había ganado.

Por eso, cuando Yoongi apretó aún más su cuello y tiró de su cabello, Jimin se dejó llevar arqueando sus caderas mientras dejaba escapar un gemido de sus labios.

Dios, el rostro sorprendido de Yoongi. Jimin lo tenía a sus pies.

Y la erección que sintió a través de los pantalones, también.

—Estás jodidamente enfermo— Gruñó el rubio, alejándose de él tan bruscamente que Jimin se vio a sí mismo dejando escapar un lloriqueo por la pérdida del calor de ese cuerpo.

Yoongi lo miraba, tan profundamente, con tanto en sus ojos, que la única manera de escapar de toda esa confusión fue saliendo de allí, dejando a Jimin sólo en ese sofá, con la garganta adolorida y su corazón latiendo a toda velocidad.

Ridículo. Enfermo.

—Es mentira— balbuceó, tapando su rostro.
Que frágil se sentía cuando estaba solo.

Se tragará sus palabras.

Jimin haría que se tragara esas malditas palabras.

Amore Mío (Yoonmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora