Capítulo 8

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Tendría que ser ilegal sufrir tanto por un corazón roto. Jimin había contado los días, como un enfermo, desde la última vez que había visto a Yoongi. 9 días exactos, la tarde estaba cayendo por sus hombros y con tristes ojos pudo ver a sus padres salir de su casa probablemente a alguna cita como casi todos los viernes.

Yoongi— Lloriqueó tapando su rostro con las manos mientras se abrazaba a sí mismo en un vano intento de sentir calor. Sus pequeñas manos no se comparaban, ni de cerca, a las grandes y calientes manos que el boxeador tenía. Por dios, el necesitaba tanto ese cuerpo sobre el suyo, marcándolo, tomándolo.

Jimin no podía parar de llorar.

Él sabía, desde un principio, que si se alejaba de Yoongi, el jamás iría tras él. Ese hombre era orgulloso, egoísta, era una maldita mierda con patas y encima hablaba. Pero lo amaba tanto, ese rostro frío e intimidante, esa sonrisa socarrona y burlona que prácticamente nunca usaba. Dios, estaba jodidamente enamorado de un tipo que ni siquiera lo había llamado, o algo, de un tipo que probablemente estaba follándose a una prostituta y no daría una mierda por el adolescente.

Jimin había dejado de comer, no por voluntad propia, su estómago se cerraba cada que hacía el más mínimo intento de llevarse algo a la boca. Tenía un hambre que desaparecía con las horas, y era reemplazado rápidamente por pequeñas dosis de Diacepam para controlar la angustia.
El pasar prácticamente cada día en su casa, sedado, no era el mejor plan para pasar sus vacaciones.

Y todo era culpa de ese estúpido boxeador.

—Mierda— Murmuró Jimin al sentir como azotaban su puerta con furia, por definir de alguna manera esos golpes violentos hacia la entrada. La persona que estaba afuera, no era alguien paciente, y Jimin no estaba con todas sus luces, así que ya veía venir una larga noche.
Arrastró sus pies todo el trayecto hasta la puerta, jugando con las llaves e intentando arreglarse un poco cada vez que se veía reflejado en los vidrios, estaba horroroso.

Cuando la persona fuera de su casa comenzó a tocar el timbre cual descosido, Jimin finalmente abrió la puerta con su peor cara posible.

Oh.

Yoongi lo tomó del cuello sin quiera darle el suficiente tiempo para reaccionar, entrando a la casa como la fiera que era sin hacer el más mínimo intento de soltarlo. Dolía, demasiado, pero Jimin no podía pensar en eso cuando podía ver toda la mezcla de sentimientos luchando en sus ojos.
Su mandíbula tensa, con los dientes fuertemente apretados y sus dedos clavándose con fuerza en la garganta de Jimin, quitándole poco a poco el aire que por ella pasaba.

Y Jimin, extrañamente, no podía tener miedo.

—Maldita basura, ¿Pensabas esconderte como cobarde en tu casa?— Gruñó el boxeador, apretando más y más, la vista de Jimin nublándose y oscureciéndose tan rápido que el adolescente no podía siquiera pensar en qué estaba mal en esa situación. La emoción, la tristeza, el dolor y la alegría de ver al rubio otra vez lo habían dejado atontado, quizás por ser un golpe demasiado fuerte de emociones cuando él prácticamente estaba dopado.

El corazón latió con fuerza, y ya no podía ver nada.

Cierto, Yoongi lo estaba ahorcando.

—Te necesito— Susurró Jimin, al borde del desmayo cuando el aire dejó de ser suficiente, y Yoongi lo soltó dejándolo caer entre sus brazos, permitiendo que Jimin se encogiera contra su cuerpo y tomase bocanadas de aire entre sollozos. Dios, eran demasiados sentimientos juntos.

Yoongi se mantuvo en silencio, apoyando su nariz sobre la cabeza de Jimin mientras recuperaba la calma. Él no estaba enojado, no con Jimin.

—Eres igual que ella, están enfermo— Susurró oliendo sus cabellos, sintiendo las pequeñas manos de Jimin aferrarse a su camiseta. El adolescente emitió un ruidito necesitado en sus labios, y Yoongi gruñó— Mi madre era jodidamente igual que tú— Murmuró rozando sus labios sobre la frente de Jimin, arrastrándolos por su rostro hasta su boca sin tocarla— Y cuando papá nos dejó, ella me dejó a mí— Terminó, besándolo tan suavemente, con tanto cuidado, que ni siquiera parecía Yoongi.

Jimin lo miró a los ojos, con pequeños suspiros escapándose de su boca.

—Mi mamá se mató— Balbuceó el boxeador, poniendo sus manos en la cintura del adolescente, caminando con pasos torpes hacia la escalera entre pequeños y rápidos besos. Jimin quería hablar, todo lo que Yoongi estaba contando jodidamente no debía ser contado mientras iban camino a la cama, pero parecía ser su única manera de hablar. De explicarse.

—Yoongi— Lloriqueó cuando el rubio se agachó y besó en las marcas del cuello, haciendo chupones en cada una de ellas. No podía pensar, por dios, no podía hacer nada bajo el tacto de Yoongi.

—Tú no volviste— Susurró entre cada marca, mordiendo y lamiendo en el proceso, succionando también, sólo deseando que Jimin fuera suyo, totalmente suyo— Y creí, mierda, creí que habías hecho lo mismo— Gruñó, perdiendo su control por unos segundos, clavando sus dientes con excesiva fuerza sobre el cuello del adolescente. Jimin ahogó un grito cuando de sus ojos se escaparon algunas lágrimas y su corazón latió con fuerza— No te vuelvas a alejar de mí—

La brutalidad frenó cuando Jimin fue recostado sobre su cama, y Yoongi se posicionó sobre él.
El boxeador estaba al borde de las lágrimas, y era tan jodidamente extraño, él estaba asustado.
Jimin estaba seguro de que era imposible poder amarlo aún más.

—Mátame si me vuelvo a alejar de ti— Rogó Jimin, acariciando con su mano temblorosa los labios enrojecidos de su amante. De su hombre— No sé cómo podría vivir lejos tuyo— Susurró, tragando con fuerza.

Era una locura.

—Lo haré, Jimin— Yoongi no parecía dudar, ni siquiera parecía estar tan fuera de sí cómo para no comprender lo que estaba saliendo de sus bocas— Hablo en serio. No pienso dejarte ir.

—Y no pienso vivir si no te tengo cerca mío.

Porque te amo como jamás había amado a nadie.

El silencio que se formó en aquel cuarto era, sin duda alguna, el silencio más cómodo y relajante que Jimin había sentido jamás. Dios, él sólo quería llorar de la felicidad.

—Estás enfermo— Susurró incorporándose apenas unos centímetros, los suficientes, para besar a su hombre. A su amado.

—Lo estoy — Susurró el rubio, cortando aquel beso tan rápido que Jimin sólo pudo sollozar— Sólo déjame hacerte el amor, por favor— Rogó, con su voz perdiéndose entre cada beso que repartió por el rostro del adolescente.

Jimin sólo asintió, perdiéndose entre las caricias. 

Amore Mío (Yoonmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora