Capítulo 5. "Ciudad de buenos"

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Miraba a Lucifer atentamente, esperando impaciente alguna respuesta. Ya le había dicho todo lo que quería decirle, descargué mi frustración y él solo ojeaba papeles en su escritorio, incapaz de dirigirme la palabra. Su oficina, un amplio espacio dentro del Castillo Alfa, se mantenía inmaculada a excepción de la mesa caótica donde él trabajaba.

—Disculpa, Kellen —el demonio neófito se levantó de su asiento erguido, casi como un autómata—. ¿Puedes enviarle este mensaje a Leviatán de mi parte? Muchas gracias —le extendió un sobre, el cual Kellen recibió con mucho gusto.

Arqueé una ceja y me acerqué a Luci, más disgustada que antes.

—¿Y bien? ¿Pensarás ignorarme y dejarme con esto?

Finalmente posó sus ojos en mí, y con una sonrisa socarrona terminó de sacarme de mis casillas.

—Te dije que te daría un trabajo. Ahí lo tienes. —apuntó al sofá de la esquina, donde estaba Adonis, Kellen y en medio de ellos una pequeña jugando con quién sabe qué cosa.

Lucía concentrada y tierna, casi como un ángel. Mi nueva pesadilla.

—¿Quién soy? ¿Una maldita niñera que cuida a tus bebés?

—No —su sonrisa se desvaneció y noté el característico destello en sus ojos azules—. Eres mi mano derecha y una puta irresponsable, en partes iguales —me apuntó al corazón—. Y ella es Adina, ¿no es una belleza? —la apuntó a ella, ambos la miramos.

No. En lo Absoluto.

—No.

Ella me devolvió la mirada con una sonrisa.

—¡Hola!

La ignoré. Me senté en el escritorio, resignada.

—¿De dónde salió? Parece un ángel.

Eso no era un halago.

—Es un ángel caído —explicó, con un tono de calma que me contagió un poco de tranquilidad—. Los serafines se dieron cuenta del potencial maligno y me la encargaron personalmente. Y ahora es tuya.

Volví a mirarla. Sus manitas pálidas sostenían un juguete y los demonios la miraban atentamente, casi embelesados por ella. No parecía tener una pizca de maligna, ni una pizca de maldad en lo absoluto, pero a diestra y siniestra la descendieron, sólo porque sí.

No fue bienvenida para Dios, así como yo tampoco lo fui.

—¿Cuál es su poder? —pregunté sin apartar la mirada de ella; cada demonio tiene un don característico, pero el de ella parecía más bien el de dar abrazos gratis.

Tardó en responderme. Entendí que estaba igual de concentrado que yo.

—Aún no se manifiesta, pero no creo que falte poco para que eso ocurra —torcí la boca con desagrado y regresó su vista al papeleo que lo mantenía ocupado—. Por mientras, hazla sentir en casa y enséñale el funcionamiento del lugar.

Bufé. Él, sabiendo mi expresión de fastidio, culminó diciendo:

—Es una orden.

Los días transcurrieron erráticos, cada uno pareciéndose exactamente al anterior. Adina, la pequeña de un metro cuarenta y cinco dormitaba plácida en mi cama, mientras que Kellen, Adonis y yo compartíamos nuestros hombros para intentar descansar en el sofá de la misma habitación. Ninguno quería estar cerca de la neófita cuando su poder se revelase.

Me desperté antes que todos, con los primeros destellos del sol quemándome el rostro. Apenas abrí los ojos noté el peso de la cabeza de Adonis contra mi hombro, que dolía por la posición incómoda. Su pelo anaranjado me daba cosquillas en el cuello.

Veneno: La mano derecha de Lucifer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora