Capítulo 7: Perdida

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—Nari..., Nari...—Lo llamó la presencia con un tono melodioso— al fin has venido a verme—. Unos fríos brazos lo rodearon por la cintura y sintió como apoyo la cabeza en su hombro—. Te estaba esperando...

—¿Quién eres?—Se armó de valor para preguntar, sin saber cómo consiguió que la voz no se le entrecortara.

Las piernas le temblaban, no solo del miedo ante la imponente figura si no por el dolor intenso que estaba sintiendo, el peso de esta cosa sobre su cuerpo presionaba sus heridas. Su instinto le gritaba que huyera de ahí, pero su cuerpo no respondía. Apenas y podía respirar con la asfixiante aura de esta cosa a su alrededor.

—Oh, ¿Eso importa?—Rio al lado de una de las grandes orejas del híbrido, provocándole otro escalofrío—. Yo solo he venido a ayudar...—Dijo con una fingida tristeza y se apartó del guardabosques, empezando a caminar en círculo a su alrededor, como un cazador acechando a su presa—. Tengo lo que buscas—. Declaro sonriendo de forma maliciosa y sacó de su pecho una flor.

Los ojos de Tighnari se abrieron como platos ante el resplandor que emitía la planta.

Pétalos rojos, tallo negro y filamentos dorados.

Era la flor que buscaba.

—¿Cómo..? —las palabras se le atragantaron a medio camino. El golpe en la cabeza por la caída le estaba empezando a pasar factura, porque nada tenía sentido ahora mismo.

La oscura figura sonrió de lado a lado de su rostro, literalmente, enseñando cada uno de sus afilados dientes.

—Si quieres, puedo darte todas las que necesites—. Hablo con un tono afectuoso y volvió a hacer brotar de su pecho un puñado más, haciendo un ramillete con ellas.

—¿Qué es lo que quieres? —Intuyo el astuto guardabosques. Sabía de buena mano que criaturas como esa nunca eran altruistas.

—Ay, adoro que seas tan listo —rió la cosa y se cruzó de brazos—. Veamos... ¿Qué es lo que tienes para ofrecerme?

No llevaba nada de valor encima dadas las circunstancias de las que salió de casa, pero tampoco parecía que necesitara algo así. Tighnari rumio durante un largo rato sin saber que responderle mientras ignoraba cómo caminaba a su alrededor meciendo el ramo de un lado a otro. Sus orejas se agacharon ante la impotencia.

—No estés triste Nari, tienes más de lo que piensas —intentó consolarle de forma fingida, acercándose a él una vez más—. Posees algo de lo que yo carezco —soltó aquella pequeña pista y pasó uno de sus filosos dedos por el pecho del joven, deteniéndose en su corazón.

—¿Ahora quieres hacerte un guiso con mis órganos? —Aquellas irónicas palabras le salieron del alma sin siquiera pensarlas. Así era él, un poco bocazas y demasiado sincero.

Para su suerte, esa pequeña broma le hizo la suficiente gracia a la cosa como para hacerla reír instantáneamente. No sabía si dar gracias a los siete o pedirles que lo dejaran tieso en el sitio, solo ellos podían saber lo que el futuro le deparaba, y deducía, que no era nada bueno. Un par de ojos violeta apareció entre la oscura masa humanoide.

—Eres encantador, no me extraña que le gustes tanto a tu noviecito —lo alago con burla.

Todo el pelaje del azabache se crispó en cuanto menciono a Cyno, poniéndole todavía más en alerta. Si se atrevía a tocarle un solo pelo...

—Oh vamos, no te enfades. El grandullón gruñón no me interesa —rió de nuevo.

Tighnari frunció las cejas ante la forma despectiva que había llamado a su pareja, pero se contuvo en contestarle, necesitaba que siguiera hablando. La masa viscosa se acercó a él, sigiloso sin esconder su larga dentadura, se agachó y le susurró aquello que buscaba. Los ojos del híbrido se abrieron de par en par y su cola se agachó al igual que sus orejas. Debía ser una broma, si eso... La cosa le tendió el ramo de flores. Tan solo un vistazo a las plantas fue suficiente para que aceptara con una lágrima bajándole por las mejillas.

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⏰ Última actualización: Mar 10 ⏰

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