Capítulo #10: En coma

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Gérard

Llego al hospital, no sé cómo, en todo el camino mi vista estaba nublada, mi cabeza solo piensa y tiene una sola persona en ella, sus ojos azules están en mi campo visual, a mì viene su olor, sus caricias, esa mujer es el puto aire que respiro.

Llego y dejo el carro parqueado en la misma entrada, los guardias de seguridad intenta pararme y no lo logran, uno agarra mi brazo derecho gesto que me permite tomar su muñeca la que aprieto con furia hasta que no aguanta el dolor y me suelta, sigo mi camino sin mirar atrás, recorro todos los pasillos como si fuera un loco preguntando por mi mujer, nadie sabe responderme, todos me miran mal, mi cabello está despeinado, mis ojos están irritados de tanto llorar, no han parado desde que vieron el cuerpo de Eymi en aquel charco de sangre, aquella escena viene a mi mente todo el tiempo.

Al final del pasillo hay una enfermera, pregunto por Eymi y esta si me responde

-su mujer está en cuidados intensivos señor, perdió mucha sangre en el trayecto, los cirujanos lograron extraerles las dos balas de su abdomen y lograron estabilizarla-, yo solo miro aquella mujer, cada palabra que sale de su boca se torna un puñal para mi pecho, mi corazón llora, mi alma se rompe cada vez en pedazo, es mi mujer, mi amante, mi hechicera de ojos azules.

-Tiene que ser fuerte señor, su mujer va necesitar mucho de usted, su recuperación va depender de los que le rodean, puede encontrarla en el quinto piso, sala de cuidados, cama 14-, continúa la muchacha vestida de blanco, me da la espalda para seguir su camino, y mis manos agarran su hombro haciéndola parar, la rodeo y me pongo frente de ella, suspiro profundamente, trago en seco

-Mi hijo-no termino la pregunta porque ya me se la respuesta, su cara me lo dice todo, me quito de su camino para que siga, subo en el elevador hasta el quinto piso, voy hasta la sala de cuidado y fuera está sentada Cristina cabizbaja, con las manos en su cabeza y sus codos apoyados en sus piernas.

Voy hasta ella, al verme se levanta y me abraza, me abraza fuerte y yo a ella

-mi hija Gérard, mi niña, mi ser, ella es mía y me la quieren arrebatar, la mujer que amamos no está bien, no está siendo fuerte, nos está dejando, mi niña, mi niña-, Cristina se queda en blanco por un momento, de su boca no sale ni una palabra más porque su llanto desgarrador no la deja, coloca sus ojos azules directo a los míos, se seca las lágrimas y traga en seco

-Mi niña Gérard, nuestro ser más preciado, está en coma-, me separo del abrazo de la mamá de Eymi, giro y mi puño se estampa contra la pared, haciendo que mis huesos se rompan, es mucha la culpa, es mucha la impotencia.

Eymi en una cama tendida a espera de un milagro que me la traiga de vuelta, por otro lado mi niña que salió hoy del hospital pero no está bien, todavía no está bien, y así me piden que sea fuerte, cómo, como hacerlo, que alguien me diga, cómo.

Una enfermera viene hasta mí intenta auxiliarme y no la dejo, mi mano no duele, está rota pero no duele, duele mi pecho, duele el no tener a mi Eymi conmigo, duele mucho, pero quien lo hizo lo va pagar eso lo prometo.

De la sala salen dos médicos que visten un traje azul, su color preferido, con gorros, botas y guantes

-Familiares de Eymi Risco Ramírez- Cristina se levanta y yo me acerco a ellos, miran mis condiciones, uno quiere acercarse cuando levanto mi mano sana para que ni se moleste

-La paciente está estabilizada pero en estado crítico, perdió mucha sangre en el trayecto y en el quirófano, tuvimos que extirpar ovario y trompa derecha que fueron afectados por unas de las balas, además tuvimos que hacerle el legrado que fue otra fuente de pérdida de sangre-, miran a Cristina y continúan

¿Amar es peligroso?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora