Capítulo 7

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Unos días después, cuando todos estaban en el laboratorio ocupados con sus proyectos mientras estaba la tele puesta se escuchó una noticia que hizo que todos se girasen hacia ella.

"El profesor Nakabachi ha sido arrestado en América por amenazas a su propia hija, Makise Kurisu. La misma Makise Kurisu ha sido la que ha denunciado a su padre aportando como pruebas: Unos mensajes amenazadores junto una llamada grabada. Aparte hay dos testigos que cuentan que estuvieron delante cuando escucharon al profesor amenazar a su hija por teléfono. De momento el profesor permanecerá encerrado en América hasta que lo traigan a Japón..."

Todos ignoran las voces que sigue escuchándose en la tele quedando como un leve susurro en la habitación. Todos miran la reacción de Kurisu, la cual se le ve tranquila, como si no fuese algo inesperado; "Claro ella misma es quien le ha denunciado" Piensa Okabe mirándola.

— Kurishu-chan...— Comienza Mayuri a comentar con su dulce voz, aunque con un tono de preocupación.

— Tranquila. — Kurisu cierra los ojos con calma, aunque parecía que le respondía a Mayuri en realidad estaba hablando para todos. — Intente reconciliarme con mi padre, pero nada de que yo hacía le valía.

— Pero...— Mayuri vuelve hablar con ese tono de preocupación.

— Enserio Mayuri, no tienes que preocuparte.

— Kurisu-chan ¿Tu estas bien así?

— Claro. — Responde ella decidida mirando a su amiga.

— ¡Ah! — La voz estúpida del chico de la gorra resuena en la habitación— Espera un momento. — Señala a la pelirroja. — No sabía que tu padre es el profesor Nakabachi.

— Si...— Responde ella con calma.

— Eso no importa ahora. — Okabe interrumpe la conversación. — Kurisutina. ¿Seguro que estas bien con esto? Al fin y al cabo, es tu padre. — Okabe sabía que su amiga sentía mucho respeto por su padre y que siempre había querido que aceptase.

— Claro. — Ella parecía feliz. — Así podré seguir mi vida con calma y no me molestará más con la máquina del tiempo.

— Si Kurisu-chan está bien, Mayushi también lo está.

— Gracias Mayuri. — Kurisu le dedica una sonrisa a su amiga.

Okabe no quiso decir nada más del profesor Nakabachi, es verdad que ahora ya no les molestaría, aun así sabe que para su amiga es un poco difícil ver a su padre encerrado de esa forma. Por lo tanto, pensó que sería mejor no hablar del tema para que la chica no se sintiese peor. Al menos ahora ya no se tenía que preocupar más por si ella se iba a buscar a su padre. Ahora seguro que estarían sus dos amigas bien. Okabe podía sentirse tranquilo y feliz. Eso lo hacia volver a pensar en Kurisu y lo que pasó aquel día entre ellos. No podía dejar de mirarla y pensar en ella. Pero le costaba tanto ser sincero consigo mismo.

Aquella tarde al salir del laboratorio, Okabe iba a acompañar a su amiga pelirroja hasta la puerta del hotel como siempre. No hablaban, pero el tiempo empezaba a empeorar. Unas nubes empezaron a ensombrecer las calles.

— Parece que va a llover. — Comentó la pelirroja.

— No, creo. — Dijo Okabe sin tener ni idea. — Seguramente estas nubes pasen sin dejar una gota. Créeme he vivido aquí mucho mas tiempo que tu y se cuando las nubes indican agua o no.

Kurisu no le rebatió, tal vez le creyó. Empezó a llover, justo en ese momento, y los dos corrieron intentando huir de la lluvia ya que ninguno de ellos llevaba paraguas. Buscaron donde refugiarse, pero lo único que encontraron era lo que puede llamarse como un tejado que cubre una para de autobús. Apenas había gente por la calle, ya que todo el mundo había huido de la lluvia. Kurisu se quejaba refunfuñando y echando la culpa de aquel diluvio a Okabe, los dos estaba empapados y el pequeño tejado apenas les cubría de la fuerte lluvia.

Okabe la miraba sin escucha sus quejas, solo escuchaba la lluvia mientas no podía dejar de preguntarse por qué ella apareció en su vida y cómo era posible que le importara tanto, es verdad que le importaban todos sus amigos, pero con Kurisu parecía algo especial, tal vez el hecho de haberla perdido en algún momento le hacía preocuparse más, o simplemente era que no podía evitarlo ya que todos sus pensamientos giraban entorno a ella. Mientas ella intentaba secarse el agua de la ropa el solo podía mirarla maravillado por su belleza; reproducía en su mente los momentos que habían pasado juntos, aunque algunos de esos recuerdos solo los tuviese el, como si fuese una serie de vívidas imágenes. Era una oleada de sentimientos y emociones. De pronto pensó que cada paso que había dado en su vida había formado parte de un camino que la conducía hasta ella. Como si Kurisu fuese su destino en todas las líneas temporales.

— ¿Qué pasa? — Kurisu se dio cuenta como Okabe le miraba y se sonrojo. Su enfadó pasó a alerta con un tono rojizo en sus mejillas. — ¿Por qué me miras así? — Ella se quedó paralizada, tal vez del frio o de la vergüenza del momento. Tal vez se había dado cuenta en los pensamientos de Okabe.

¿Kurisu sentirá lo mismo que yo? Se preguntó Okabe mientras se acercaba, pensando que ella se alejaría, pero no fue así. Finalmente el posó su mano en la cadera de la chica.

Permanecieron así un tiempo, estaba cada vez mas oscuro por el conjunto de nubes negras y la llegada de la noche, alguna persona pasaba en paraguas por la calle de enfrente y apenas pasaba coches. El bus se retrasaba mas de lo natural y Okabe se alegraba de ello. La energía pasaba a través de ellos con ese único contacto. Okabe miró fijamente a Kurisu, podía verle la cara perfectamente aunque estuviese oscura la calle, ella sostuvo la mirada, en un momento que parecía interminable. Finalmente, Okabe avanzó un poco más. Inclinó su cabeza acercándose más a ella, antes de notar que ella puso su mano suavemente sobre su pecho.

— ¿Okabe...? — susurró ella.

La voz de ella bastó para detenerle. Tenia que separarse de ella, pero no podía hacerlo. Ella tampoco se echó atrás. En lugar de eso se miraron la cara bajo la lluvia.

Okabe lo había negado, pero sabia que desde hacia mucho tiempo se había enamorado. Incluso desde otra línea temporal.

Kurisu desvió la mirada, eso le provoco a Okabe algo de decepción y conformidad. Al final, el mismo chico dio un paso atrás sintiendo sus mejillas arder.

— Ahí llega el siguiente bus. Subiré en el y me iré al hotel. — Dijo al final Kurisu y Okabe asintió.

Una vez se despidieron con un gesto, Okabe volvió a su casa empapado porque estaba más cerca de ella que del laboratorio, aunque era cierto que desde que su amiga se quedó esa noche con él, se le hace la casa demasiado grande. 

Olor a lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora