Capitulo ocho

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Lucerys no era un fiel partidario de las celebraciones, mucho menos cuando está era solo un deber, así que ahí mientras lo enfundaban con telas, tenía un rostro serio. No quería una celebración. Suficiente había tenido el día de su boda y agradecía el hecho de que no hubiera algún muerto, tener que presentarse ahí con una sonrisa, fingiendo ser feliz con su destino.

"El deber es el deber" a Jacaerys le gustaba repetir eso, y todos se lo recordaban.

"No escoges lo que vas a ser" Había dicho Daemon una vez, cuando Lucerys se quejo hace lunas atrás por casarse con Aemond.

Tenía razón, él no lo escogió, así como no escogió nada, si vida se basaba en lo que otros elegían por él, su deber, vivir por el deber, heredero de Driftmark, por deber, porque así no sea hijo de sangre era su deber, uno que no escogió, uno que su abuelo y madre escogieron. Casarse con Aemond, también fue un deber, era el pago por los actos cometidos, la sangre derramada por un compromiso a largo plazo que su tío escogió, era su deber cumplir con lo pactado, su libertad estaba atada por el deber.

En un inicio pensó que la culpa era de Aemond, que él fue quien le quitó la libertad, luego comprendió que no, si, le había quitado el poder elegir a alguien más y tal vez ser feliz, pero más allá de eso no le había quitado más, su vida era así y ya hace tiempo lo había aceptado aunque claro eso no evitaba que sea frustrante.

Camino junto a Aemond que había estado tan callado como el primer día que llegó, podía entender porque, ninguno había querido pasar por una celebración de nuevo.

Fueron tortuosos minutos metidos en un silencio incómodo acompañados por dos guardias, Lucerys puso su mejor sonrisa cuando las puertas se abrieron.

Los señores de Driftmark estaban sentado en el centro del salón, una celebración pequeña pero no por eso menos ostentosa, las sedas y los estandartes de la casa Velaryon rodeaban el salón, iluminado por cientos de velas, todo se veía tan hermoso e irreal, los estandartes Targaryen también estaban juntos a los de la casa, fue la princesa Rhaenys quien tomó la palabra tan pronto como se encontraron en sus respectivos asientos.

—Me complace verlos aquí, para celebrar la unión de Príncipe Lucerys Velaryon con el príncipe Aemond, un ejemplo de que la magia en nuestra sangre puede hacer casi cualquier cosa, la sangre Valyria, espero que logren llevar un matrimonio ameno.— Palabras falsas y frías, lo que menos deseaba la princesa era celebrar, aún así todos alzaron su copa y brindaron por la pareja, incluido ellos.

Realmente esperaba irse pronto a la comodidad de sus aposentos y acostarse en la suave cama, envolverse con las sábanas y caer en un profundo sueño hasta que esto solo sea un recuerdo. Volteó a ver los rostros en la mesa de honor, el que más destacaba era el de la princesa Rhaenys dado que no era la muestra de felicidad absoluta, pero si ella se esforzaba entonces él también lo haría.

El príncipe volteó a ver a Aemond, estaba rígido a su lado, su postura mostraba su incomodidad a recibir miradas, había llevado bien puesto los colores Hightower y aunque los mercantes no le vieron problema alguno, los nobles a los que Lord Corlys insistió en invitar, se mostraron sorprendidos pero ninguno mencionó nada, no es como si se pudiera hacer algo, Aemond tenía todo el derecho a estar del lado que creía "correcto".

Definitivamente él no iba hacer nada para cambiar eso, no es como si pudiera. Por los dioses, cambiar veinte años de educación en unos meses, no él no podría hacer eso. Pero, claro siempre había un pero, podía jugar con eso.

—Puedes dejar ya esa sonrisa.— Lucerys se sentó firme y siguió comiendo, sin prestar atención a las palabras de Aemond.

—Deberías probar el cerdo asado, es una delicia.— Lucerys siguió comiendo ignorando el rostro enojado de Aemond.

Valyrian blood'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora