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Bianca

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Bianca

El viaje me había dejado muerta del cansancio, con dolores hasta en el cabello y un humor de mil demonios. Pero no culpo a nadie, todo tiene una razón de considerable peso.

Estábamos muy tranquilos disfrutando de las vacaciones, mis padres me habían recibido emocionados y mis hermanos, como todos los niños, se interesaban más por los regalos que pudiera llevar que por volver a verme. El estudiar en una ciudad diferente a la natal fue difícil, más para ellos que para mí. Yo me adapté rápido, siempre he sido muy sociable y amigable con todos. Pero ellos, temerosos de lo que pudiera pasarle a su hija mayor en un lugar desconocido, trataban de mantenerse informados de todo. Muchas veces incluso llegaron de visita improvisada, con pretextos igual de improvisados y poco creíbles. Era adorable, pero no podían hacerlo a la loca.

Desde que entré a la universidad, me he quedado en un apartamento que perteneció a una tía antes de regresar definitivamente a Italia, a la villa de los Reyes. Estaba desocupado, así que decidieron cedérmela por el tiempo que sea necesario. No era demasiado grande, pero sí muy acogedor y justo lo que necesitaba; tranquilo, lindo y cerca de la universidad. Tiene dos cuartos, uno de los cuales solo lo usan las visitas, como mis amigas cuando se quedan a dormir o mis padres. La sala es realmente espaciosa, decorada a mi estilo personal, una enorme tv con bocinas perfectas para ver mis series favoritas a todo volumen y con una ambientación excelente. La cocina equipada con todos los juguetes, dos baños y un patio fresco y sombreado por un enorme árbol de roble.

La mayor parte del año estaba sola en ese apartamento, atareada con deberes y quehaceres domésticos; pero en los dos meses de vacaciones, podía permitirme tener un respiro de todo ello, en especial estando en compañía de mis padres.

Sin embargo, este año no se pudo. Aún faltaban tres semanas para regresar a clases, teníamos planes para salir y pasear en familia. Íbamos de salida cuando papá recibe la llamada, su padre había caído muy enfermo y debían ir a visitarlo a Italia. Me hubiese gustado ir, siempre había estado agradecida con esa parte de la familia, y al estar allá con ellos sería una forma de demostrar mi gratitud. Aun así y pese a mis intentos por convencer a mis padres, no pude ir debido a mi situación académica. Consideran que el tema es más delicado de lo que les habían mencionado, por lo que la estadía allá sería más larga de lo que parecía.

Y así terminé empacando a las carreras, tomando el primer avión al otro lado del país y entrando en crisis nerviosa. Todo estaba saliendo de mal en peor; el vuelo se retrasó por lo que debimos esperar casi dos horas, con probabilidades de una reprogramación más extensa; me quedé sin dinero en efectivo para poder comprar algo de comer, todo lo que me dieron mis padres estaba en una cuenta de ahorros y era justo fin de semana; y para colmo, no había podido sentarme en casi todo el tiempo de espera, ya que se apoderaron de cada estúpida banca de todo el estúpido aeropuerto.

Después de mil horas de espera, tres más de sueño incomodo y un pésimo servicio al pobre pasajero, llegué al departamento solo para darme cuenta que dejé las cosas de la universidad en casa de mis papás; mis cuadernos, todos los útiles que ya había comprado, todo. «Kill me, please» pensé. El polvo acumulado del último mes fue lo primero en saludarme, pero no me iba a dar más mala vida por ello. La limpieza puede esperar, mi descanso no. Lo único que quería hacer en esos momentos era ducharme con urgencia, dormir por dos días y comer, lo demás podía esperar.

Dejé todas mis cosas tiradas en el cuarto, una maleta y un bolso de mano. Saqué lo más importante; toalla, jabón, cepillo de dientes y algo de ropa. El agua fresca me despejaba un poco la mente, como si limpiara mi cuerpo de malas energías y mal humor; por ello, lo primero que hago después de un pésimo día es ducharme. Un short holgado y un corpiño era todo lo que usaría, no esperaba a nadie así que me vestiría como sea. Cambié las frazadas de mi cama, lo único que limpiaría en el momento para poder dormir más tranquila.

Poco a poco mis ojos se iban cerrando, pero el estruendo de mi teléfono al sonar me asustó. Era una llamada de Nancy. Lo dejé pasar por el momento, no tenía ganas de hablar con nadie y menos con ella. Pero los mensajes empezaron a llegar a borbotones, del grupo de WhatsApp de la universidad y chats privados. El más insistente de todos era Nancy.

(N) Hola hermosa, ¿Cómo estás? Me haces mucha falta.

(N) Espero poder verte pronto, hay mucho por contarte.

(N) Ya se las buenas nuevas, me encanta que regreses pronto. Salgamos un día de estos ¿sí? Quiero verte.

Al parecer estaba al tanto de mi viaje exprés, ¿Pero por qué? Lo que menos quería era divulgarlo, mientras menos gente sepa podría tener un poco de tranquilidad. Solo dos personas fuera de familia sabían de esto, Carla y Sofía, las boconas de mis amigas de universidad. Una vez más, la llamada de Nancy brilló en mi teléfono, no tenía de otra que contestar, de lo contrario insistiría hasta sin descanso y no me dejaría dormir.

—Hola, Nancy —saludé con voz cansina— ¿Qué tal?

—Hola hermosa, extrañaba escuchar tu voz —saludó de vuelta con su típica emoción— ¿Muy cansadita?

—Ni te imaginas —suspiré—, me duele hasta el pelo.

—¡Ay pobrecilla!, pero no te preocupes —anunció en tono coqueto—, ya voy al rescate.

—¿Qué?

Su tono más que agradarme, me puso en alerta, no podía dejar que viniera menos en estos momentos.

—No es para tanto —me apresuré a decir—, solo debo dormir un poco y estaré como nueva.

—¿En serio? Porque ya estoy aquí, ábreme.

Dos toques suaves en la puerta confirmaron sus palabras. «Esto no puede estar pasando» me quejé. Al abrir la puerta, su rostro risueño y sus labios perfectos me brindaron un enorme saludo.

—Bienvenida a casa —exclamó dándome un suave beso en los labios—, me imagino que tienes hambre así que traje comida.

—Bienvenida a casa —exclamó dándome un suave beso en los labios—, me imagino que tienes hambre así que traje comida

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