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Esla

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Esla

Entramos a su habitación, dejo mis cosas a un lado en aquella silla que solo está para estorbar o retener ropa sucia. Me dejo caer sobre su cama como si estuviese en mi casa, sintiendo un cansancio emocional que sobrepasaba mis energías. Ana se sentó a mi lado, esperando en silencio que esté lista para hablar, y aunque creía estarlo de camino a su casa ya sentía que no era así. El nudo en mi garganta retenía todas las palabras que quería decir, toda la frustración que estaba almacenándose en mi pecho.

—Tiene otra... —dije al fin con voz temblorosa, ahogando un sollozo— lo escuché hablando con ella por teléfono.

—¡Dios! Sí debería regañarte porque te lo dije muchas veces... —comentó mirándome frunciendo el ceño con reproche, pero al ver mi muy lamentable y patético estado, suavizó su expresión—, pero no lo haré... De momento.

—¡Gracias! —susurré.

—¿Quieres un abrazo? —sugirió.

—¡Por favor! —sollocé.

Acomodé mi cabeza sobre sus piernas, abrazándome a su torso para ocultar mi rostro el cual, una vez más y casi en contra de mi voluntad, volvía a humedecerse con algunas lágrimas.

—A veces es bueno llorar, y eso no significa que le estés dando importancia a él —dijo mientras acariciaba mi cabello tratando de consolarme—, tampoco eres de piedra así que déjalo salir, te sentirás mejor.

Uno tras otro, sollozos incontrolables salían de mi boca impregnados en rabia y desilusión. ¿Qué más podía hacer en ese momento? Ya no podía ser más estúpida de lo que he sido en los últimos dos años, y tampoco podía borrarlo.

—Respira despacio... — me decía con ternura— ¿Quieres helado?

—¿Tienes de fresa? —pregunté en medio de sollozos, poco a poco tranquilizándome.

—Siempre tengo de fresa y chocolate —contestó entre risas.

Salió de la habitación mientras yo seguía en mis lamentaciones, dejar de llorar era lo primero que debía hacer y después... ¿Cómo se cura un corazón roto? La respuesta es difícil de saber, pero por ahora podía ahogarme en helado de fresa y películas con mi mejor amiga.

En silencio, entró con dos tazones llenos de helado cubierto de arequipe y trozos de galleta de vainilla. Colocó una de nuestras películas favoritas, Animales fantásticos y donde encontrarlos. La cinta se reproducía sin ser atendida con la emoción con la cual solíamos hacerlo, solo el helado era capaz de hacerme sentir algo diferente al coraje que tenía.

—¿Quieres hablar de ello? —indagó con curiosidad.

—Te estabas demorando, ya empezaba a preocuparme —contesté rellenando mi boca con helado y galleta.

—Ya sabes, el chisme es lo mío —expresó con su típica gracia—, pero también sabes que sin helado no es lo mismo.

Ambas estallamos en risas, porque era cierto. Como buenas amigas que somos, el chisme es el plato diario en nuestras conversaciones, y siempre desde que nos conocemos lo acompañamos con chucherías. Helados, papas, galletas, o cualquier cosa que se le pueda agregar arequipe, mi mayor adicción. Continuamos comiendo mientras la película avanzaba; sin embargo, solo escuchaba mi lamentable relato sobre lo sucedido.

🌛Y... ¿Si hacemos un pastel?🌜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora