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—...

—...

Ninguno de los dos pudo decir nada por un momento.

Pero es una maldita situación en la que tengo que disculparme primero. ¡Me atreví a chocar contra el cuerpo del príncipe celestial!

—... Lo siento...

—...

Ese tipo de labios apretados, Helios.

Si apreté los dientes y me disculpé, al menos acéptalo.

—Mi esposo aún no estará listo para verlo.

Las palabras fueron cortadas aquí y allá para sofocar la creciente ira.

Pero este no es el momento de enfadarme, sino de poner los pies en el suelo.

—Por favor...

Me incliné profundamente y rogué. Mi corazón latió con fuerza.

—...

Un silencio que se siente como si fuera un bombazo.

¿Cuánto tiempo ha pasado?

—... tú.

Una voz apenas audible.

—¿Realmente lo amas?

—¿...?

Ante una pregunta repentina, sin saberlo enderecé mi cuerpo doblado.

—Sí, lo amo.

No sé lo que está pensando. ¿Por qué revisas mi amor de repente? No, es una locura.

—... ¿Es eso así?

Le estoy respondiendo, pero, ¿por qué me siento un poco solitaria?

Ay dios mío. Solitaria. ¿Cómo debo mirar a los ojos de Kaelus? Por el hombre que debió enamorarse por el amor infinito que derramó la heroína.

Helios volvió a hablar en un tono más bien apagado.

—Bien. Renunciaré porque me rogaste mucho.

—¡Gracias, su alteza!

—...

A pesar de mi intenso aprecio, se dio la vuelta sin ninguna respuesta. Luego caminó de inmediato.

Poco a poco, el protagonista masculino se alejó.

De todos modos, eso es un alivio. A Helios se le impidió entrar en la biblioteca secreta.

—Uf...

Froté mi pecho. La tensión se alivió de repente.

Entonces, esta vez, recordé el momento en que casi lo abracé hace un rato.

—¡Ugh...!

Una vez más, mi mente de repente se calentó.

Algún día mataré a ese protagonista masculino, no, me desharé de él. Maldita sea.

***

—¿Has esperado mucho?

Después de mucho tiempo, Kaelus, que había entrado en la biblioteca secreta, regresó. Estaba leyendo un libro, en realidad fingiendo estar leyendo. Honestamente, estaba tan enojada que no podía ver las letras.

—No, saliste antes de lo que esperaba.

—Mmm...

Sus ojos se entrecerraron cuando pensó que era una charla vacía. Me deslicé de la mirada.

HestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora