Damien, El Anticristo.

El demonio de tu casa visita la escuela

Después de un largo proceso para arreglarse para asistir de una buena vez al colegio, Damien junto con Sue salieron de la vivienda despidiéndose de Chris y Mary quiénes decidieron quedarse en casa.

La mujer y el niño caminaban sobre la banqueta fría y llena de pocos de nieve. El pequeño Damien pisaba la nieve blanca y helada con sus botas negras, odiaba la nieve y el frío, a veces preguntaba el porqué su familia vivía en una región bastante montañosa y fría, prefería el clima cálido antes que nada. En el recorrido en camino a la escuela, la poca gente que pasaba se les quedaba viendo como sí fueran una especie de atracción de circo. El chico se sentía incómodo ante las miradas de aquellas personas del pueblo, recordando que por algo no salía de casa.

El viaje terminó cuando se pararon enfrente de aquella escuela descuidada y mediana de ese pueblo tan pequeño. Damien sintió un poco de temor al sentir que no pertenecía a ese lugar retrocediendo unos pasos hacia atrás con cierta incertidumbre. Fue gracias a Sue que pudo continuar su trayecto, ya que está no hizo más que animarlo con una mirada, diciéndole "vamos, no hay nada que temer" para finalmente agarrar su mano con fuerza y seguirle el paso.

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Se había quedado solo en el pasillo, repitiéndose constantemente las palabras llenas de ánimos de parte de Sue antes de despedirse de él e irse. Era una sensación que no podía expresar completamente, era como estar en lugar desconocido donde podías ver las grandes rarezas del mundo, o al menos era el único que podía sentir eso, era un lugar bastante nuevo para el pequeño infante. Nunca conoció lo que era estar con otros niños en un mismo lugar, ya que la mayor parte de su vida nunca salió de casa debido a la inseguridad que su familia sentía y segué sintiendo al dejarlo salir al mundo exterior.

En fin, inhalo ondo, esperando a que el maestro le diera el permiso para pasar.

Mientras tanto, en el salón de clases el señor Garrison pedía absoluto silencio a la clase, mientras que los estudiantes callaban ante sus constantes exigencias, dando pequeños murmullos dentro el salón de clases hecho de concreto frío. Luego de lograr su cometido, el señor Garrison llamó a la puerta, dejando pasar a ese niño tan extraño para los ojos de todos los alumnos de aquel cuarto gris lleno de pupitres descuidados.

Damien abrió la puerta de el aula, camino lento y firme hacia el frente del pisaron justo a lado del escritorio del maestro. Todos se quedaron callados al verlo ahí; frente a sus ojos, el niño al que siempre han oído hablar.

— Muy bien, ¿puedes decirnos tu nombre? —dijo el señor Garrison con cierta cortesía en sus palabras.

— Mi nombre es Damien Thorn, soy el hijo de el señor Blackburn Thorn. Es un gusto.

— Gracias, Damien. Puedes sentarte. —dijo finalmente el señor Garrison.

Damien se sentó justo a lado de un pequeño niño rubio, con vestimenta algo pasada de moda, al mismo tiempo que poseía una boina de color marrón. Tenía unos cuantos rasguños en el rostro, mientras que sus manos estaban cubiertas de vendajes y sus piernas tenían muchos moretones de distintos tonos que sus pequeños shorts de mezclilla no podían cubrir. A diferencia de todos los niños que estaban en la clase que se le quedaron mirando como sí fuera un fantasma, él no le dirigió la mirada en ningún momento, como sí para él fuera completamente invisible.

Conforme pasaban las horas, Damien se unía cada vez más en un profundo aburrimiento, no era tan divertido como él creía. Para la mente de este pequeño azabache, las cosas que le enseñan ahí eran bastante fáciles para él, al punto de aburrirlo por completo. Era un niño listo, inteligente y capaz de guardar más información que cualquier otro niño de su salón, llegaba al punto de verse como un genio a su manera. 《Bueno, por lo menos voy dar buenas notas. A ver sí así, mi padre me da un poco más de atención. 》pensó el chico mientras jugaba un poco con el lápiz.