Epílogo

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Ojalá coincidamos en otras vidas, ya no tan tercos, ya no tan jóvenes, ya no tan ciegos ni testarudos, ya sin razones sino pasiones, ya sin orgullo ni pretenciones.

Ojalá coincidamos en otras vidas, ya no tan tercos, ya no tan jóvenes, ya no tan ciegos ni testarudos, ya sin razones sino pasiones, ya sin orgullo ni pretenciones

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Gritos es lo único que se escucha. Son gritos desgarradores, que probablemente le causarían un dolor de garganta insoportable a la persona que grita. Pero aquello no le es importante, no cuando busca centrarse en otra cosa.

¡PARA YA POR FAVOR! ¡DETENTE! —Ruega adolorido.

—¡Pero si apenas comenzamos!—-Responde el castaño con un tono divertido. —¡Solo te estoy ayudando con tu rutina de uñas!

Luzu vuelve a tomar la mano del rubio que había soltado con anterioridad, para arrancarle la única uña restante, viendo sonriente la sangre escurrir mientras que Dream se retuerce en su lugar. El oji-azul mira con asco la uña que sostiene entre sus pinzas: completamente negra y áspera, siendo resultado de más torturas anteriores que pasó por parte de su fallecido esposo.

Esperemos que cuando vuelvan a crecer ya no sean de color negro —dice divertido.

Hace una semana que falleció el cambiaformas. El día de ayer fue su entierro. Fue tanto su dolor, que no logro soltar lágrima alguna, pues estas no podían representar todo aquello que sentía. Al final del evento, Luzu recordaba todo aquello que pudo ver cuándo la ciudad fue atacada. Una idea llegó a su mente, una idea que lograría silenciar los sollozos de su lastimado corazón, recordando la figura inconsciente que el piglin arrastraba por los escombros de la nación.

Que bellos ojos tienes —nota el castaño viendo aquellas esmeraldas fijamente. —Me da algo de envidia. —Dice mientras toma un afilado cuchillo. —Siempre me he preguntado: ¿Cómo se vería el rostro humano con dos cuencas vacías? —Sonríe mientras se acerca de manera peligrosa al rubio. —¡Oh! ¡Casi se me olvida! —Recuerda mientras se dirige a una pequeña hielera que tenía en una de las esquinas, para sacar de ella una jeringa con un líquido desconocido. —¡Te pondré algo de anestesia! Es muy potente. ¡No sentirás nada! Pero lamentablemente es de poca duración.

Explica con alegría, para después encajar sin cuidado alguno la jeringa en su cuello, escuchando un quejido escaparse de la boca del ojiverde. Después de colocarle todo el líquido, saca la jeringa y la vota al piso. Toma nuevamente aquel cuchillo afilado, acercando la punta a los asustado ojos del rubio.

Dream aguanta la respiración, cerrando con fuerza sus ojos, siendo abiertos de nuevo por las manos de Luzu. Su vista se vuelve borrosa al ver el cuchillo a un milímetro de distancia. Finalmente el castaño entierra la cuchilla en su ojo, haciendo un movimiento de palanca, intentado sacar aquella esfera de su cráneo. Siente el dolor, pero no como el que esperaba. Probablemente sea la anestesia que ya está haciendo efecto. Eso no evita que rechine sus dientes y apriete sus puños con tanta fuerza que se vuelven blancos.

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