Capítulo 2: primer día de trabajo

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Estaba tumbada en mi cama con Pelusa. Mientras miraba un reality show. Mi favorito de hecho. Suspiré pesadamente mientras Pelusa se acercaba a mí para que le hiciera cariños.

Comencé a rascar su cabecita cuando escuché que mi móvil sonaba. Miré la pantalla y vi el nombre de Rebeca. Una de mis antiguas compañeras del bar.

Descolgué y me llevé el móvil a la oreja.

—¡Rosi!— chilló emocionada.

Tuve que despegar un poco el móvil de mi oído para salvar mi pobre tímpano.

—Hola, Bec — le saludé.

—¿Cómo te ha ido hoy en la entrevista? — preguntó, aún emocionada.

Suspiré al recordar la dichosa entrevista y lo desastrosa que había sido.

—Bueno... No ha ido tan mal — mentí.

Claramente había ido fatal.

Ella pareció pillar la mentira.

—¿Qué ha ocurrido?— esta vez ya no sonaba tan alegre.

Comencé a contarle todo lo que había ocurrido en la entrevista. A lo que ella escuchaba muy atenta.

—... entonces me ha dicho que podría conseguir a otra chica más atractiva — terminé de decir, suspirando.

—Que imbécil es tu jefe — dijo en un tono de molestia.

—No es mi jefe, Bec— le recordé.

—No te preocupes por eso, Rosi. Ya encontrarás algo.

Y me urgía hacerlo. Si no conseguía algo pronto me echarían a la calle. Era lo último que quería, terminar viviendo bajo un puente o algo peor.

—Siempre puedes volver al bar— dijo Bec, al ver que no respondía.

De eso nada. No volvería a ese lugar. Preferiría dormir en la calle.

—Ojalá no tenga que volver nunca al bar.

Bec suspiró y volvió a hablar.

—Pues, te deseo buena suerte, Rosi. Buenas noches.

—Buenas noches, Bec.

Colgué la llamada y coloqué el móvil en la mesita de noche que había junto a mi pequeña cama.

Oí que el móvil volvía a sonar. Lo tomé y en la pantalla vi que había un número desconocido. Fruncí el ceño, dudando en responder. Al final, descolgué y me llevé el móvil a la oreja.

—¿Señorita Evans? — escuché que dijo una mujer.

—Sí, ella habla.

—Hablo de Caruso Company. El señor Caruso la espera mañana a las ocho de la mañana para empezar su trabajo — me informó —. Por favor, se le agradece puntualidad.

La mujer colgó la llamada y yo volví a dejar el móvil en la mesita de noche.

Casi solté un chillido de emoción. No lo podía creer. ¿De verdad me habían dado el trabajo? Era genial.

Puse una mueca al recordar las palabras del señor Caruso. Si ahora iba a ser mi jefe no le iba a dar el gusto de menospreciarme.

***

Me desperté muy temprano por la mañana. Fui al baño a ducharme y lavar mis dientes.

Fui a la cocina a prepararme algo para desayunar. No había mucho. Solo pan y huevos. Bueno, un desayuno rico en nutrientes y calorías a partes iguales.

Peligrosa AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora