Capítulo 7

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Emma

Son las nueve de la mañana y no paro de dar vueltas en la cama pensando en todo lo que pasó ayer, que todo fue increíble y me lo pasé genial, pero hay un momento muy importante, el momento en el que Cris se me declaró diciendo todo lo que sentía por mí. A mí me cuesta un poco confiar del todo en la gente, pero Cris es la excepción, aunque cuando me pidió ser su novia yo le dije que podríamos salir de momento y más adelante veremos qué tal.

Esos golpes en la ventana que acababa de escuchar eran de Cris, siempre por la mañana o por la noche uno de los dos salía por la ventana de su cuarto, pasaba por encima de la enorme rama de árbol que conectaba con la ventana del otro y nos quedábamos así hablando hasta quedarnos sin tema de conversación.

Abrí la ventana y él entró tan emocionado que cayó a mi cama rodando hasta el suelo, luego entró Yoli, mi gata, y le empezó a lamer la cara con su áspera lengua. Yo como siempre me reía.

—Bueno, al parecer te has reído mucho, ¿no? Pues ahora sí que te vas a reír —dijo y me tiró del brazo para yo estar delante de él. Lo miré confundida y él empezó a hacerme cosquillas, me conocía tan bien, sabía que la barriga era el lugar dónde más cosquillas tengo, estuvo unos minutos así hasta que yo casi me quedé sin aire por la risa. Tosí un poco y bebí agua, Cris se disculpó por no controlarse con las cosquillas, pero dijo que mi risa era su lugar seguro.

Cristian

Al entrar por la ventana, me tiré a la cama de Emma y me fui rodando hacia el suelo dónde su gato empezó a lamerme la cara y pisotear mi abdomen con sus patas.
Emma se reía.
Me encanta cuando se ríe, es tan mágico, de solo escuchar su risa me pierdo en ella.
Quería escucharla reír un poco más así que le hice cosquillas en la barriga, ese era su punto débil.
Cuando vi que casi se quedaba sin aire, paré y ella solo jadeó y suspiró para después beber agua.
Me disculpé por casi haberla dejado sin aire.
Pero necesitaba escuchar su risa.
La risa de Emma es mi lugar seguro.

—¿Quieres que salgamos hoy? —pregunté y espero que me diga que sí.

—Está bien, pero te digo una cosa —tomó aire —no será fácil conquistarme —me dijo divertida y luego se fue al baño.

Vaya, tendré que hacer algo para que acepte ser mi novia, pensaré en algo después, que aún no he desayunado y estoy un poco dormido aún.

Bajé a la cocina y me encontré con el señor Derek, el padre de Emy, al fin y al cabo, hoy es sábado y él no trabaja y yo puedo disfrutar de este fin de semana ya que la semana que viene no tengo exámenes en la universidad.
Emma bajó minutos después y nos saludó a ambos con un beso en la mejilla, después la acompañé a la cocina ya que íbamos a preparar juntos el desayuno.
Primero Emy se tomó su pastilla de cada mañana para la epilepsia.

—Emma cariño, ¿te has tomado ya tus medicamentos? —preguntó su padre. Emma asintió y Derek le dio un beso en la frente.

—Vamos a preparar unas tortitas —informé.

—Muy bien, yo me voy a hacer la compra, volveré dentro de una hora más o menos, adiós. Ah, y no destrocéis la cocina —dijo y se fue.

Cuando escuchamos la puerta cerrarse nos miramos y eso significaba que ambos estábamos pensando cosas diferentes.

—¿Por qué dijiste que desayunaríamos tortitas? —preguntó ella.

—Porque es eso lo que tenías pensado, ¿verdad? —aclaré asustado.

—Pues fíjate que no, a mí me apetecen tostadas.

—Pero las tortitas son mejores, puedes ponerle chocolate, frutas o nata.

—Odio el chocolate —dijo ella en tono seco.

—Pues le pones nata y frutas —dije intentando convencerla.

—Me da igual lo que se les pueda poner, yo quiero tostadas y no se hable más.

—Tortitas.

—Tostadas

—Tortitas

—¡TOSTADAS!

—¡TORTITAS

—¡TOSTADAS!

—¡TORTITAS!

—Vale, paremos ya por favor —pidió ella y luego los dos nos echamos a reír.

Al final Emma comió tostadas y yo tortitas y no hubo más peleas. Pasamos el desayuno riéndonos y hablando de cosas aleatorias. Al cabo de dos horas llegó el padre de Emma e hicimos lasaña con él, ya que Emma me había dicho que él era un experto en cocinarla.

Como le prometí a mi futura novia que saldríamos por ahí, pues eso hicimos, fuimos a una cafetería.

—¿Qué tal el café?

—Ha superado mis expectativas.

—Cuando terminemos, quiero llevarte a un lugar que creo que te gustará mucho —dije y vi cómo se tomó el café de golpe y se levantó para ir cuanto antes.

—¿Ves ese puente de ahí? —señalé y ella asintió una sonrisa.

—Es como un puente de película, que lástima que no vayamos hacia allí.

—¿Quién dijo que no? —le agarré la mano y corrimos juntos hasta estar en medio del puente.

Estábamos uno en frente del otro mirándonos con una sonrisa como dos tontos enamorados. Y de pronto a Emma se le llenaron los ojos de lágrimas.

—No llores, tranquila —la abracé.

—Es que tú haces tantas cosas por mí y yo por ti no hago nada, además no sé cómo es que te has enamorado de mí, una chica enferma y destrozada por dentro —me dijo, nunca pensé que Emma estuviera sintiendo todo eso.

—Yo te amo por como eres no por lo que tienes.

—Dime que es lo que soy, porque ahora mismo me siento insuficiente e inútil.

—Eres fuerte, valiente, generosa, tímida, muy buena persona, una persona en la que se puede confiar y eres fácil de querer. Y lo de tu enfermedad es una desgracia que les pasa a algunas personas, pero eso no te hace menos.

—Te quiero tanto Cris, tanto que ni te imaginas.

—Yo también Emma, yo también.

Hasta SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora