Capítulo 2

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Emma

Hoy es un nuevo día y tengo que empezarlo bien, me he despertado más temprano de lo habitual, suelo despertarme a las siete y hoy son las seis y ya estoy en el baño desenredándome el pelo, una vez aseada me dirigí a mi habitación e hice la cama, después fui hacia el armario, lo abrí y me puse lo primero que vi, una sudadera blanca y unos pantalones de chándal grises.
Después bajé y mi madre estaba lavando su taza de café, ella siempre se despertaba temprano y por eso al verme de pie a las seis y media de la mañana se sorprendió.

—Oh, buenos días, cariño, hoy has madrugado, ven siéntate te prepararé unas tostadas —me dijo y me dio un beso en la mejilla.

—Buenos días —sonreí —Sí, es que hoy me siento con energías —dije feliz y me senté, unos minutos después las tostadas estaban listas y las saqué de la tostadora ya que mamá había subido al baño. Unté las tostadas en mermelada de fresa y luego las puse en un plato, me senté y empecé a desayunar. Mientras tanto estaba pasando las historias de Instagram, cuando de repente me salió un anuncio de clases de boxeo en mi cuidad, al ver eso dejé las tostadas en el plato y corrí escaleras arriba para comentárselo a mamá.

—¡¡¡Mamá!!! ¡Mira esto! —dije gritando emocionada.

—¿Qué pasa hija? ¿Por qué tanto escándalo? —preguntó mi madre.

—Mira, hay un anuncio que dice que hay clases de boxeo en nuestra ciudad —dije enseñándole el móvil.

—¿Quieres apuntarte a boxeo Emma? —cuestionó ella.

—Sí, me gustaría probar —dije emocionada.

—Está bien, pero hoy iremos al doctor para saber si puedes hacer boxeo con tu enfermedad —dijo mamá, es verdad, tengo la maldita enfermedad.

—Pues vámonos ya —dije y arrastré a mi madre hasta el coche. Una vez dentro , mamá arrancó y salimos encaminadas hasta la clínica, mientras íbamos en el coche me empezó a dar una convulsión en todo el cuerpo, primero en las piernas luego en los brazos y después todo mi cuerpo convulsionaba, mamá intentaba ayudarme mientras conducía, tenía su mirada fijada en el volante y en mí, pero mientras mamá conducía con una mano y con la otra intentaba calmarme, se salió del carril y estaba conduciendo en dirección contraria, en ese entonces un autobús nos chocó y de ahí no sé nada más porque vi todo negro.

—¿Ma-mamá? —murmuré al abrir los ojos.

—¡Emma despertó! —gritó una enfermera, ¿otra vez me había desmayado? No tengo ni idea, solo sé que estoy en el hospital. Otra vez.

—Emma, que bien que despertaste cariño —dijo mi padre y me abrazó, vi que su cara estaba roja y que había estado llorando, que raro, muy pocas veces veía a papá llorar ¿qué habrá pasado?

—Papá, ¿por qué estabas llorando? —Le pregunté.

—Eh...es que hay algo que tienes que saber que no te va a gustar nada —me dijo y vi que empezó a llorar de nuevo.

—Papá, dímelo, no quiero que llores —dije preocupada.

—Es...es que...tu...m-madre...ha...ha...fa-fallecido —me dijo sollozando, y empezó a llorar muchísimo.

—¡¿QUÉ?! NO PAPÁ, DIME ES QUE UNA BROMA POR FAVOR, MAMÁ NO ESTÁ MUERTA, NO ESTÁ MUERTA —grité y empecé a llorar como nunca había llorado en mi vida, mi madre, mi mejor amiga, la mujer que me tuvo en su vientre durante nueve meses, la que dio mucho por mí, por mi enfermedad, por mi salud y por todo para que yo estuviera bien, se había ido para siempre y nunca más podré decirle que la quiero y que es la mejor mamá del mundo, y todo por culpa de la maldita epilepsia.

Papá y yo llorábamos abrazados, intentábamos calmarnos, pero en ese momento era algo imposible mi padre acababa de perder al amor de su vida, a su novia, esposa, madre de su hija y compañera de vida.

—Tranquila hija, yo cuidaré de ti como lo hacía mamá, seré tu mamá y tu papá para todo lo que necesites —dijo papá y me besó la frente.

—Es que no me puedo creer que mamá haya muerto, ella lo era todo para mí, era mi mejor amiga, y sobre todo mi madre —y empecé a llorar desconsoladamente otra vez.

Una semana después

Acabábamos de volver del funeral de mamá y entramos en casa, fue tan fuerte ver como enterraban a mamá y ya no podría volver a verla o tocarla o abrazarla o darle un beso o incluso decirle que la amo con todo mi corazón. Ese día subí a mi cuarto, me cambié de ropa y la pasé llorando hasta quedarme con los ojos casi secos. Eran las dos de la mañana y seguía llorando y sin poder coger sueño. Unos leves golpes en mi ventana interrumpieron mi llanto y giré la cabeza, era Cristian ¿qué demonios hace subido a un árbol a estas horas?

—¿Cris? ¿Qué haces ahí subido? Pasa anda, que hace frío —le dije y abrí la ventana para que él entrara.

—Es que he escuchado tus llantos desde hace unas horas y no me gusta ese sonido, prefiero oírte reír, dime Emma ¿qué te pasa? —preguntó colocando un mechón de pelo detrás de mi oreja.

—Mi....mi...madre...ha...m-muerto...y....hoy ha sido su funeral —dije y no pude contenerme y comencé a llorar de nuevo.

—Ay preciosa, lo siento muchísimo —me abrazó de lado y me acarició el brazo y besó mi pelo.

—Ha sido una semana horrible para mí, no puedo parar de llorar —dije sollozando.

—¿Qué te parece si me cuentas anécdotas con tu madre? —dijo.

—Está bien —acepté y cogí un papel para limpiarme las lágrimas —Pues me acuerdo cuando era pequeña fuimos al zoo y vimos muchos animales, pero nos paramos a mirar a los monos un buen rato ya que eran bastante graciosos y en ese momento un mono le robó el bolso a mi madre, sacó el móvil y comenzó a hacer fotos por todos lados —reímos —fue un día maravilloso, aunque papá le tuvo que comprar un móvil nuevo a mamá —dije y se me formó una sonrisa tímida.

—Así me gusta verte, sonriendo —se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.

—Es increíble como me sacas una sonrisa —le dije y sonreí de nuevo.

—Es que me encanta verte sonreír, bueno creo que me tengo que ir —dijo.

—No, quédate conmigo por favor, solo por esta noche, nunca he dormido con un chico, pero me gustaría que durmiera mi mejor amigo hoy, por favor —le pedí.

—Está bien, me quedo, pero si prefieres puedo dormir en el suelo —dijo.

—No, de eso nada, que mi gato lo deja lleno de pelos, tú duermes conmigo y no se habla más —le dije y le hice sitio para que se tumbara.

—Si tu padre nos ve durmiendo en la misma cama, ¿no le dará algo? —preguntó.

—No tranquilo, no sabrá esto, él siempre toca la puerta antes de entrar y si no contesto es porque estoy en la ducha o me estoy cambiando —dije.

—Qué suerte tienes que tu padre te de privacidad, el mío entra y no le importa lo que esté haciendo —dijo.

—Bueno —bostecé —vamos a dormir que ya es muy tarde —dije y me tumbé de lado —buenas noches, Cris.

—Buenas noches, Emma —me dio un beso en la frente y se abrazó de mi cintura, y así nos quedamos dormidos el resto de la noche.

Hasta SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora