Capítulo 4

5 1 0
                                    

Emma

Cristian y yo estábamos abrazados y de repente sonó el timbre de su casa, yo me sobresalté porque me asusté un poco, nos separamos del abrazo y fuimos a ver quién era.

—¿Quién es? —le pregunté ya que él estaba mirando por la ventana.

—Son mis padres, que bien que llegan ahora, así los conoces —dijo feliz.

—Eh...ah...claro —no sé porque, pero estaba nerviosa por conocerlos, Cris les abrió la puerta y entró un señor de unos cincuenta años con el pelo castaño y a su lado había una mujer de la misma edad con el pelo rubio por encima de los hombros.

—Hola Cris hijo, ¿qué tal estás? —la mujer se acercó a darle un abrazo y llenarle la cara de besos, vaya, que cariñosa.

—Sí...bueno mamá —dijo separándose —mirad, ella es Emma mi mejor amiga y encima es vecina nuestra —dijo él y yo saludé tímidamente.

—Oh, encantado soy Kevin, el padre de Cris —dijo extendiendo la mano y yo la acepté.

—Yo soy Diana —dijo y me abrazó, esta mujer es muy cariñosa pero simpática.

—Mamá, papá, ¿puede quedarse Emma a cenar hoy? —les preguntó de repente Cristian.

—Claro —dijeron al unísono —si ella quiere, claro —aclaró Diana.

—Eh...ah....yo, tengo que preguntarle a mi padre —dije sacando el móvil del bolsillo y ellos se fueron para que pudiera hablar tranquila con mi padre.

¿Hola? Papá, una pregunta rápida.

—¿Dónde estás Emma?

En casa de Cristian —respondí.

Bueno, dime —dijo él.

Pues mira, sus padres y él quieren que me quede a cenar hoy, ¿puedo? —pregunté.

—Sí, pero a las once en casa como muy tarde, pásatelo bien, hija un beso, adiós —se despidió.

Vale gracias, adiós —colgué.

Guardé el móvil en mi bolsillo y vi que Cris se acercó a mí.

—¿Te deja? —preguntó.

—Sí, pero a las once tengo que estar en casa —dije

—Genial, pues vamos a la mesa —dijo y tomó mi mano.

—Qué rápido han hecho tus padres la cena ¿no? —pregunté.

—Sí, bueno es que compraron sushi y solo falta servirlo en los platos —dijo.

—Quiero ayudar —dije y él se negó, pero acabé convenciéndolo.

—Los platos están allí arriba —señaló Diana.

—Está bien, ¿cuántos saco? —pregunté.

—Coge cinco, nunca viene mal uno más —dijo el señor Kevin.

Una vez en la mesa, todos nos servimos sushi y empezamos a comer, mientras tanto vi que la señora Diana iba a decir algo.

—Emma, ¿en qué trabaja tu padre? —preguntó ella. Menos mal que preguntó sobre él y no sobre mamá, porque no sé si me aguantaría las lágrimas.

—Bueno, pues él es empresario—dije.

—Oh, interesante trabajo, ¿y tú madre en qué trabaja? —preguntó. Oh no, ya sentía mis ojos humedecerse.

Fui al baño con la excusa de que me sentía un poco mal. Entré, me miré en el espejo y pude ver a mi madre cómo si fuera un fantasma, cómo si ella realmente estuviera allí, pero sabía que era mi mente que quería hacerme ilusiones. Abrí el grifo y me eché agua fría, después me senté en el suelo de aquel baño con la espalda apoyada en la bañera y no pude retener más las lágrimas, comencé a llorar en silencio, lo único que hacía era maldecirme a mí misma y al estúpido capricho que tuve que nos arruinó la vida a mi padre y a mí.

Escuché unos golpes en la puerta y me levanté de un salto, limpié mis ojos y mis mejillas con las manos lo más rápido que pude y abrí la puerta.
Gracias a Dios era Cris y no sus padres.

—¿Qué te pasa Emma? —preguntó y puso una mueca de preocupación.

—Nada, solo que soy una maldita sensible y no puedo hablar de mi madre sin llorar —dije y las lágrimas salieron de nuevo.

Cris me estrujó contra su pecho y me acarició la cabeza mientras yo lloraba desconsoladamente en su camiseta.
Me separé un poco para coger papel y limpiarme la cara, a continuación, llevé mi mirada hacia el espejo y tenía la cara muy roja, estaba un poco despeinada, en conclusión, estaba horrible.

—Estoy horrible —dije y Cris negó.

—No mientas Emma, siempre estás guapa ¿de acuerdo? —asentí y Cris llevó un mechón rebelde de mi pelo detrás de mi oreja.

—Eres el mejor —le dije y se le formó una sonrisa, después me abrazó.

—Qué bonito —escuchamos decir a Diana.

Ambos nos separamos y la miramos avergonzados. No habíamos hecho nada, solo fue un abrazo.

—Mamá, no empieces con tus historias, que sé que estás pensando cosas que no son —le dijo mi mejor amigo.

—Entonces, ¿por qué tardabais tanto rato y luego os encuentro abrazados? —preguntó su madre, vaya, que curiosa es.

—Señora Diana, yo se lo explico. Bueno, usted mencionó lo de mi madre y yo me puse sensible por eso ya que mi madre falleció hace poco y aún no he podido superarlo y su hijo siempre me saca sonrisa, es una persona increíble —miré a Cris y él me sonrió.

—Oh, lo siento, no lo sabía —sé disculpó Diana.

—No, no se preocupe, no tenía como saberlo —dije y ella me abrazó.

La hora de tener que irme a casa se acercaba, solo me quedaba media hora, aunque volvería por la ventana así que no tardaré mucho en llegar. Después de terminar de cenar, Cris y yo fuimos a su habitación y él encendió la Wii e introdujo un juego de Just Dance, nos pusimos los mandos en la mano derecha y comenzamos a bailar.

Íbamos terminando el baile cuando yo me tropecé e iba a caer, pero Cris me agarró de la cintura, nuestras miradas se encontraron, yo miraba fijamente sus preciosos ojos verdes con un tono de marrón por dentro, bajé mi mirada a sus labios cuáles estaban levemente entreabiertos, vi que Cris también estaba mirando los míos.

No sé qué pasó, pero de un momento a otro me estaba besando con mi mejor amigo, el beso fue corto pero muy cariñoso, nos separamos y nos miramos sorprendidos.
Después yo me fui a mi casa y Cris se quedó atónito procesándolo todo.

Me metí en mi cama e intenté coger sueño, pero no pude, acababa de besar a mi mejor amigo, él ha sido mi primer beso y me había gustado mucho, de hecho, me gustaría besarlo de nuevo. Pero bueno, ¿qué me está pasando?

Hasta SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora