Capítulo 1

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Comienza una historia mientras otra se termina

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Comienza una historia mientras otra se termina.

¿No te parece que así es la vida?

Mientras la tuya comienza la de otro se termina. Cuando nací mi madre murió ¿Sabes que es no conocer a la primera persona que te amo sin conocerte? Pues antes de conocerla la había perdido.

En mi mente no había rastros de ningún recuerdo que la pudiera enfocar a ella, a su mirada, su sonrisa el día que me vio nacer, su tacto en mi piel, su dulce voz...

No había nada de ella que pudiera haberse quedado impregnado en mi piel, sin embargo yo debía luchar en la vida para que estuviera orgullosa de mí, sea donde estuviera viéndome. Aunque muchas veces quería rendirme y dejar de existir.

Tampoco conocía a mi padre, él la había abandonado, al menos eso era lo que decía mi tía Eleonor. Así que Mía Silva no tenía padres, pero sí tenia una tía que la amaba y que siempre le mostraba su cariño en todo.

Elenor era una mujer de 40 años, ojos verde esmeralda, de tez blanca y de mejillas pecosas, medía 1,80 metros y su contextura era delgada. Tenía 3 niñas Sandra de 20 años, Olivia y Esther de 15 años quienes eran mellizas.

Mientras que yo tenía 23 años, siempre cuidaba de ellas como si fueran mis hermanas, a parte de que Elenor siempre me incluía como su primera hija de las 4, muy pocas personas sabían de mi pasado, en el pueblo la gente no tenía la costumbre de dañar a los demás con sus malas lenguas, aunque claro siempre existían ciertas excepciones.

Mientras arreglaba las cosas de mis hermanas, mire por la ventana a alguien que pasaba muy deprisa, éste sin darse cuenta de un pequeño bache, cae a toda prisa al suelo y se lastima la pierna, mi instinto me indica en salir ayudarlo pero no lo hago.

Nunca he sido de esa chicas empáticas y bondadosas como las hay aquí, tal vez es por que tengo miedo al rechazo o tan simple es decir que soy egoísta.

Miro al chico de tez pálida maldecir por lo bajo, al notar la sangre desbordando por toda su pierna, observó su rostro y sin darme cuenta entró en pánico. Salgo a toda prisa en su ayuda temiendo a que en cualquier momento ceda y se desmaye.

Llego cerca de él y lo levanto, acomodandolo cerca de la cera, no es tan pesado, pienso que debe tener como no menos de 15 años.

-¿Te encuentras bien?- preguntó simulando empatía.

-Siento que no puedo mover mi pierna, aunque también puede ser una exageración de parte mía -mira su pierna, tratando de ocultar la verguenza.

-Vives cerca de aquí ¿Verdad? aunque nunca te he visto o bueno eso creo...

-Soy el hermano de Liam, me llamo Mateo.- Lo dice como si fuera algo que yo debería saber, aunque claro está que no sabía quien era.

- Lo dice como si fuera algo que yo debería saber, aunque claro está que no sabía quien era

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-¿Liam? mmm... Creo que no conozco a ningún Liam -Había intentado buscar en mi mente algún rostro que llevará ese nombre pero no me llegaba ninguno.

-Han estudiado desde la secundaria y recuerdo que mi hermano te mencionó ayer... Estudias diseño gráfico ¿verdad?
-Antes lo veía seguro ahora estaba dubitativo.

Al menos yo también lo estaría, con semejante persona como yo, que siempre trata de ignorar en una parte de su cerebro a la gente religiosa.

Recordé al "cristianito" llamado Liam, era verdad, un par de veces había intentado convencerme con esas tonterías en las que ellos creen, sin embargo yo había decidido cortarlo en seco antes de que terminara como una de ellos.

-Sí lo recuerdo.. tu hermano es Cristiano o algo así ¿Cierto? - Se lo había dicho amablemente aunque eso no era lo primero que quería hacer.

Estaba exasperada, no quería escuchar nada del tema de ese Dios, sólo quería teminar de arreglar la habitación de las mellizas, para luego tomar en mis manos ese precioso libro que me habían regalado mi prima Yosbe ayer en mi cumpleaños.

Orgullo y prejuicio era en lo que pensaba, quería deleitarme en la relación de Elizabeth y Darcy, sólo quería pasar mi día e incluso la madrugada pasando cada página, aspirando el aroma de cada una de sus hojas y sobre todo admirando cada capítulo como el tesoro más preciado.

Sin duda soy una fanática de la literatura aunque me falta mucho conocimiento sobre ella, pero por ahora estoy en el nivel básico.

-Sí, es un chico raro... pero genial a la vez.. Siempre te mencio.. - calla al darse cuenta que ha hablado de más y eso me trae de vuelta, miró de nuevo el rostro del chico que se mostraba un poco mejor.

-Mmm... ¿Estas mejor? -Le pregunto tratando de ignorar lo de hace un momento.

-Siento que no puedo mover mucho la rodilla por que duele -Señala su pierna y me resigno a ayudarlo hasta su casa que por cierto queda a cuatro casas de la mía.

-Está bien te acompañaré hasta tu casa... Ven -Lo ayudó a levantarse mientras el se apoya en su pierna derecha, suelta un pequeño gemido por el dolor que le ocaciona la pierna herida.

Poco a poco llegamos a su casa y aunque temo de encontrarme con el mojigato de su hermano, tampoco soy tan mala como para dejarlo irse en ese estado.

La caminata fue eterna e infernal ya que nos moviamos a paso de tortuga, sin embargo al fin estábamos al frente de su casa. Toco el timbre mientras esperamos que alguien salga a recibirnos.

Una mujer de tez pálida y ojos azules nos recibe y al ver a su pequeño en ese estado, cambia de estar sonriendo a una mueca de preocupación.

-Mateo.. mi bebé ¿Qué te pasó? -Nos ayuda a entrar y casi suelto de golpee a Mateo de la risa que me provocó su madre al llamarlo así, sin embargo disimule haciendo como que tosía.

-Mamá ya no soy un bebé, me averguenzas...-Hace pucheros mientras lo dejamos en el sofá.

Su madre se ríe por su expresión y yo sólo intento disimular la incomodidad al estar en la misma casa donde vive el chico que tanta rabia le he tenido estos últimos años.

-Querida Mía, gracias por ayudar a mi hijo -Me agradece pero luego... -¿Querrías quedarte almorzar? El almuerzo estaba a punto de servirlo... siempre hago demás por sí viene algún invitado.

-Yo... yo...-Mi mente intenta buscar una excusa pero no la ha hallado aún, aunque siempre las tiene.

-De ante mano no acepto un no por respuesta. -Aunque sonó demandante, su sonrisa genuina desmotraba calidad.

-Esta bien señora...- Digo olvidando su nombre, aunque alguna vez lo había escuchado, estaba segura que nunca le había prestado importancia.

-Me llamo Elizabeth -Sonríe y nos dirige al comedor.


Amo el inicio, ¿qué tal les está pareciendo mis girasoles?

¿Será qué Mateo estaba fingiendo o en verdad si estaba herido?

¿Cómo les cae Mía?

¿Hasta ahora que les parece la historia?

Luz en mi Oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora