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Dulce Verdad sólo está en Wattpad hasta el capítulo 10. La consigues completa en Amazon o Buenovela.

Maurice llegó a eso de las dos de la tarde al edificio con aire distraído. Estaba pensando en la ropa que necesitaba comprar y el tedio que le daba empezar a dar vueltas por las tiendas para ello. Pero ahora que debía proyectar la imagen de un próspero hombre de negocios, sus jeans y camisetas habían pasado a la historia. Tal vez también debía quitarse la barba.

Se paseó las manos por ella sintiendo un poco de pesar; se había acostumbrado a llevarla, así que decidió posponerlo.

Al llegar al piso donde estaba su apartamento la vio, y de inmediato dio la media vuelta. Ella corrió a él.

-Por favor! -suplicó-. Eres mi única esperanza! -Maurice se volvió a girar y caminó en derredor como si buscara algo-. Qué... qué pasa?

-Estoy buscando las cámaras.

-Qué... cámaras?

-Las que has mandado instalar aquí, seguramente tomando el video de cómo me acosas para luego reírte a tus anchas con tus hermanas y amiguitas.

-No... No estoy tomando ningún video.

-Entonces me estás diciendo que la prima más parecida a mi ex mujer viene aquí y me pide que me case con ella en serio?

-Yo te amo...

-Ya para con eso!! -gritó él-. Cada vez que escucho algo como eso salir de los labios de una mujer siento náuseas!

-Entonces no te lo diré más... aunque es la verdad!

-Por qué rayos me persigues tanto, mujer? Qué te he hecho yo? -los ojos de ella se humedecieron.

-Quiero estar contigo -él se echó a reír, pero entonces, su mente le dio otro sentido a esas palabras y la miró de arriba abajo. Sí, tenía la misma estatura de Stephanie, la misma cara, los mismos ojos y hasta el mismo cabello. Pero tendría las mismas curvas debajo de toda esa ropa?

Esta de aquí no se vestía nada parecido a Stephanie. Su esposa adoraba los vestidos ajustados, y que destacaran sus curvas, o sus senos. Nunca se rebajaba a usar algo que no fuera de diseñador, y siempre llevaba fuertes perfumes que dejaban un halo cuando pasaba. Y él, idiota, había amado todo eso.

Ahora, estaba frente a lo que parecía ser la versión buena de su difunta esposa. La santa.

Vestía ropas anchas, que no destacaban para nada su figura, sin forma, y abrochado todo hasta el cuello. Su cabello estaba recogido en un horrible rodete a la altura de la nuca, y no tenía encima ni pizca de maquillaje. Además, parecía estar perfumada sólo con lo del jabón, y ya.

Tal vez se estaba haciendo la santa y la virgen.

O tal vez en verdad lo era.

La miró a los ojos.

En ningún momento, la posibilidad de que esta mujer de aquí estuviera diciendo la verdad se había colado en su mente. Su naturaleza era pensar mal de todo y de todos, pero en especial, de las mujeres. Y ahora esta duda venía y se metía en su mente.

Se acercó a ella hasta dejarla entre él y la pared. Ella no parecía asustada, y le sostuvo la mirada.

-Me amas? -ella cerró sus ojos y asintió-. Desde cuándo?

-Desde... siempre -él sonrió sarcástico. Qué respuesta tan ambigua.

-No eres Stephanie salida del infierno, verdad? -él incluso olisqueó alrededor como buscando alguna señal de azufre.

Dulce Verdad (Saga Dulce No. 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora