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Maurice se sentó en el borde de la cama y miró a Abigail lucir una de sus camisetas. Sonrió y se masajeó el cuello, le quedaba enorme, pero se le veía estupenda.

-Qué... qué pasa? -preguntó ella con tono preocupado-. Saliste sin decir nada...

-Lo siento. Estaba... asustado, confundido-. Abigail lo miró haciendo sus preguntas en silencio, y a él se le hizo muy fácil interpretarlas: "ya no tienes miedo?".

Abigail lo vio sacarse de nuevo sus zapatos y recostarse atravesado en la cama.

-Quiero contártelo todo, todo lo que pasó entre Stephanie y yo-. Abigail tragó saliva y miró a otro lado. Si bien siempre había tenido curiosidad, sentía que este no era un buen momento para escarbar en la intimidad que él había tenido con otra mujer.

-Está... bien-. Él la miró de reojo.

-Yo realmente necesito que lo sepas.

-Lo entiendo.

-Que me comprendas...

-Maurice -lo detuvo ella mirándolo a los ojos-, lo sé. Él asintió agitando levemente su cabeza, y comenzó:

-Conocí a Stephanie cuando era niño. Tenía unos once años, creo. La vi... en unas vacaciones, en el área circundante de una de las casas de tío Stephen. Me gustaba deambular por el bosque, y la vi... con su cabello rojo y largo, sentada en un tronco y llorando porque se había perdido. Al parecer... había estado jugando con sus primas, o sea, tus hermanas, y la habían dejado olvidada allí -él sonrió cerrando sus ojos recordando que había sido en invierno. La nieve cubría la tierra y los colores eran escasos, así que ver ese rojo fue impactante. Ella había estado luciendo un abrigo blanco, y llevaba el cabello suelto por fuera de un gorro también blanco. Había escuchado sus sollozos y se había acercado para ver. Había sido casi como encontrar un pequeño animalito herido, y se había acercado con pasos silenciosos. Cuando se dio cuenta de que era una niña, y ella se giró a él con ojos asustados, tuvo que levantar las palmas para tranquilizarla. Ella no había dicho nada, sólo se volvió a sentar en el tronco y siguió llorando.

Mientras contaba la historia, y las imágenes pasaban por su mente, sonrió. Era una época inocente, después de todo, pero un episodio que lo había marcado para siempre. Él se había hecho amigo de esa niña que usaba muy pocas palabras para expresarse, que ni siquiera quiso decirle su nombre, pero que tenía unos ojos preciosos y la sonrisa más luminosa del mundo.

No pudo ver la expresión de Abigail, que lo miraba con expresión aterrada.

-Fue amor a primera vista, supongo -siguió Maurice-. Llegué a hacerme su amigo, aunque ella era muy tímida. Me encantaba su pelo, tan rojo... Como el tuyo, claro-. Sonrió él mirándola, pero ella tenía sus ojos cerrados. Tal vez le molestaba que él contara cosas como esa, estando ella enamorada de él, pero él debía decirlas, sacarlas fuera-. Fueron unas vacaciones geniales, nunca las olvidé, porque ella y yo parecíamos tener... no lo sé, una empatía en todo. Fue misterioso, y hermoso. Pero entonces ella se fue y yo me quedé allí. No tenía ninguna información acerca de ella para encontrarla, ni siquiera su nombre, y las cosas no eran como ahora que a través de las redes sociales puedes encontrar a una persona. Pero un buen día la volví a ver. Ella había ido con un amigo a una de las fiestas de mis compañeros de facultad, la reconocí...

Abigail vio su sonrisa y apretó los dientes, quería decir muchas cosas ahora, como que era muy normal en Stephanie irse de fiestas con estudiantes universitarios, siempre intentando pescar entre ellos a algún buen prospecto al cual enredar en un matrimonio, pero lo dejó seguir hablando; eso sería como echarle limón a las heridas.

Dulce Verdad (Saga Dulce No. 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora