3. Entregando al polluelo

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Helena encontró rápidamente una tienda y compró dos botellas de agua. Mientras abría una de ellas para el pequeño polluelo, preguntó al tendero de forma casual:

— Cuando llegamos al aeropuerto, también llegaron algunas patrullas de policía ¿qué está sucediendo?

El empleado era un joven de cabello medio largo, no muy atractivo pero su sonrisa amable le daba a las personas un fuerte aire de confianza. El joven miró de arriba a abajo a la mujer con un niño a su lado, lo pensó detenidamente antes de hablar:

— No lo escuchó de mi, señorita... Oí que hubo un atentado contra unos importantes pasajeros hace casi una hora. Escuché un rumor de que hay un niño perdido y algunos guardaespaldas gravemente heridos.

— ¿Un niño perdido? — Helena preguntó con calma, sin actuar de manera diferente a un extraño que quería encontrar un chisme — ¿Usted sabe quién es el importante pasajero?

— No estoy seguro, señorita — el joven se encogió de hombros — Pero dicen que puede ser alguien de la familia Heredich o de la familia Lebedev.

— Ya veo — Helena asintió con una expresión sorprendida — Creo que nuestro vuelo se retrasará.

Helena se despidió del empleado y llevo a Daniel a caminar por el pasillo en dirección a la puerta del aeropuerto. Su intención era muy simple: puesto que la policía ya estaba allí, seguramente ya habrían sellado las salidas y sería muy fácil hallar a una persona que pudiera avisar al padre de Daniel sobre su ubicación.

Cómo esperaba Helena, su estrategia fue correcta y en cuestión de minutos un hombre vestido de mayordomo se acercó corriendo:

— ¡Joven maestro! ¡Dios mío, casi nos mata de la preocupación!

El mayordomo parecía tener unos 50 años, la mitad de su cabello era blanco, tenía una estatura promedio y a pesar de su edad se movía con tanta flexibilidad como un adolescente.

Helena estaba algo sorprendida, la edad de este hombre era engañosa. ¿Los mayordomos de hoy en día eran tan vivaces?

— Tío Nando — Daniel estaba más tranquilo al ver al hombre, pero aún no soltaba la mano de la amable mujer — ¿Dónde está papá?

— El maestro te está esperando. Te llevaré con él — Fernando Gutiérrez se seco el sudor frío de la frente. Su maestro estaba cerca de explotar por la desaparición del joven maestro, en este momento podría haber una capa muy gruesa de hielo alrededor de ese hombre si pudiera controlar los elementos.

Daniel asintió y jaló la mano de Helena mientras se dirigía en la dirección del mayordomo.

— Polluelo, espera — Helena lo detuvo y se agachó a la altura del niño — Solo te acompañaré hasta aquí.

Daniel hizo un puchero y sus ojos se llenaron de lágrimas.

— ¿Por qué?

— Porque debo tomar un avión — Helena frotó el cabello del niño.

— ¿No puedes ir conmigo?

— No puedo cambiar mis planes. Lo siento, polluelo — Helena sacudió la cabeza con pesar.

Daniel siguió mirándola con ojos llorosos, esperando que ella se ablandara así, como normalmente funcionaba con su padre y con todos los tíos y tías de su casa.  Tristemente, lo que Daniel esperaba no sucedió y solo puro ver la calida figura alejarse gradualmente.

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Viernes, 11 de la noche.

La ciudad C era una famosa ciudad turística. Sus antiguas construcciones eran consideradas patrimonio cultural del país, además sus playas eran frecuentemente visitadas por extranjeros debido a su permanente clima veraniego. Pero bajo su superficie también se ocultaban la vida permisiva, las fiestas, las apuestas, la lujuria y los vicios.

Es justo en esta ciudad tan aclamada en donde Olivia vivió su tormento durante casi cinco años.

Helena salió del aeropuerto con su maleta y tomó un taxi. Se dirigió directamente al hotel que ya habia reservado desde ciudad P. Una vez en la habitación, se recostó en la cama y encendio el teléfono previamente apagado. Habían casi veinticinco llamadas perdidas:

Tres de su madrastra. Dos de Haydee. Una de Harmonia. Cinco de la señora Cortés. Tres de un número desconocido, que Helena reconoció como el de Dilan Cortés. Dos de su tío Heinrich. Tres de su tía Adelheid. Dos de la mansión Kotal. Y dos más de un número completamente desconocido.

Helena ignoró directamente las llamadas de la familia Cortés y llamó a su tío para contarle todo lo sucedido. Seguidamente mensajeó con su tía unos minutos, también poniéndole al corriente. Y por último, llamó a la mansión Kotal y le contó lo sucedido al ama de llaves ya que su abuela ya estaba dormida. Y por último le escribió un simple mensaje a su madrastra para tranquilizarla.

Helena ya no recordaba exactamente porque tenía un celular sin guardar el teléfono de su padre, pero ya no importaba, ya que de ahora en adelante trataría de evitar el contacto con esa persona.

Con estos pensamientos, Helena se durmió lentamente.

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Viernes, 10 de la noche. Ciudad P.

Andrew Heredich contempló la imagen en la pantalla de la computadora. Era una mujer de piel clara, ojos y cabello oscuro, facciones delicadas pero expresión indiferente. La información decía que era la hija mayor de la familia Sato y la única nieta de la familia Kotal. Una brillante estudiante graduada en la carrera de Comercio internacional en la mejor universidad del país. Y el más reciente titular de la prensa, debido a su fuga del matrimonio con una familia prominente.

— La señorita Sato no responde las llamadas, maestro — Fernando bajo el celular y lo dejo en la mesa a su lado.

Andrew guardó silencio por un momento, la luz de la pantalla se reflejaba en sus gafas de montura dorada. Sus rasgos afilados se veían imponentes. Su traje completamente negro le daba un aire misterioso y opresivo.

— ¿Encontraron a dónde se dirigía?

— No, señor. La familia Kotal reaccionó demasiado rápido y borraron las pistas del viaje de la señorita. Supongo que la están escondiendo de la familia Cortés y la familia Sato — Fernando golpeó sus dedos sobre la mesa. Sentía mucha curiosidad por la mujer, después de todo era la primera vez que su joven maestro insistía tanto en acercarse a una persona.

El joven maestro había crecido sin madre y su única familia es su padre, a quien se le dificultaba expresar emociones.  Daniel Heredich, un niño de 6 años, era un pequeño con expresión de piedra, muy inteligente pero sin amigos, no iba a la escuela debido al estatus especial de su padre. Aunque su padre lo ama, a veces es demasiado evidente que su relación no es lo suficientemente estrecha. Daniel tampoco era demasiado cercano a ninguno de los empleados de su padre, aunque su relación con todos era muy cordial.

Un niño con acceso a todo lo material, pero con carencia de amor.

Fernando lo consideraba verdaderamente lamentable.

— Mmm — Andrew pensó un momento antes de quitar el asunto de su mente — Avísame cuando la encuentres. Ve con Danny a darle las gracias cuando lo hagas.

Después de decir esto, Andrew continuo con su trabajo y dejo el asunto de esa mujer de lado.

Renacer para rescatar al hijo del hombre tiranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora