4. La rosa silvestre

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Sábado, 22 de abril de 2045. 05:40 de la tarde. Ciudad C.

Helena caminaba por las concurridas calles de la ciudad costera de C. Su vestido celeste se balanceaba en la brisa marina y su cabello trenzado le llegaba hasta la cintura. Usaba un sombrero blanco y sus lentes de montura plateada habían sido cambiadas por unas gafas de sol. Su figura atractiva tenía el carisma de una mujer madura que atraía las miradas de muchas personas.

Se dirigía al bar en donde Olivia trabajaba. Venía preparada para la guerra.

No tuvo mucho tiempo de prepararse, pero una persona como ella se adapta rápidamente a las situaciones. Su propósito principal era atraer a Olivia fuera de la ciudad, y sabía exactamente como hacerlo.

Olivia es una mujer muy desconfiada, pero su debilidad era su abuela. La mujer que la crió y que en este momento está en el hospital, es la razón por la cual Olivia tomó más de tres trabajos a la vez.

La abuela de Olivia, Ruth Zamorano, es la hermana del abuelo de Olivia, y tía de su irresponsable padre. El padre de Olivia la tuvo mientras aún estaba en la secundaria y tanto su padre como su madre no quisieron hacerse cargo de ella. Su abuelo, Nicolás Zamorano incluso pensó en entregar a Olivia al bienestar familiar. Afortunadamente, Ruth, que había perdido a su esposo militar en batalla y quién no había tenido hijos, se apiadó de la pequeña niña y la cuidó como si fuera su propia hija. Así que aunque Olivia llamaba "abuela" a Ruth, en realidad era su madre.

Hace unos meses, Ruth fue hospitalizada por algunas úlceras gástricas, pero los médicos descubrieron que en realidad padecía de cáncer de estómago.

La pensión de su fallecido abuelo no era suficiente para pagar todos los gastos que este diagnóstico conllevaba, por lo que Olivia aceptó más de un trabajo. Los días de semana trabajaba como contadora en un supermercado relativamente pequeño, y los fines de semana era mesera de un restaurante de mariscos en las mañanas y en las noches trabajaba en el bar.

Ella daría todo por el bien de su abuela. Y es justo lo que la familia Hernández usó para chantajearla. Era una lástima que la señora Ruth muriera de la ira que le produjo el enterarse de los malos tratos a su nieta un año después de la boda de Olivia con ese bastardo.

El plan de Helena era muy simple, pero a la vez complejo.

Y su mejor arma era su carisma.

Helena llegó muy pronto al bar. La hora todavía era muy temprana por lo que no había demasiada gente. Este lugar era un club de alta alcurnia sin embargo un lugar así jamás atraería a los nobles con talento y perspectivas, por lo que solo las segundas generaciones ricas, playboys y flores soclales acudían al sitio.

Helena se sentó en una esquina discreta y pidió un cóctel ligero mientras observaba a detalle los alrededores. Midiendo a cada persona con una sola mirada.

- Su orden, señorita - una linda chica de ojos azules se acercó en este momento, dejando sobre la mesa una copa con movimientos elegantes.

Helena agradeció en voz baja y tomó el vaso distraidamente. Lo balanceó con aburrimiento mientras se perdía en sus pensamientos.

Su mirada se fijó en un punto de vez en cuando. Allí había un joven de cabello negro con un distintivo pircing en la ceja. Él era el amigo cercano del hijo de la familia Hernández, Dair Uni, un conocido gángster en ciudad C.

En comparación con la escoria de la familia Hernández, ese gángster era más peligroso. Después de todo fue de él de dónde provino esa fuerte droga.

Helena frunció los labios con descontento.

A diferencia de los grandes jefes del inframundo que eran ampliamente reconocidos entre la alta sociedad, este personaje era muy poco inteligente y fácil de hacer enemigos. Después de todo, era demasiado arrogante y sin moderación, jamás reconocería que hay montañas sobre montañas.

Helena no se molestaría en tratar con esa persona, después de todo, era una flecha de corta duración. Sería diagnosticado con cáncer de hígado en uno o dos años.

Por otro lado, la mujer junto a Dair Uni era el verdadero problema en la vida de Olivia. Chleo Roble, una socialité viciosa y calculadora, y la amante secreta de la escoria Hernández. Ella había orquestado en secreto muchos de los problemas de Olivia después de casarse en la familia Hernández.

Ella era la clásica persona tira la piedra y esconde la mano, y era muy buena ocultando sus verdaderos colores.

Helena entrecerró los ojos ante esa figura seductora.

- Estimada cliente, ¿hay algo mal en su bebida? - una dulce voz interrumpió los pensamientos de Helena. Era una mujer de altura promedio, piel morena y cabello negro azabache, con rasgos faciales muy bien definidos y con un aire atractivo y amable.

Olivia Zamorano.

Una mirada astuta cruzó por las pupilas de Helena y la comisura de su labio se alzó levemente.

La rosa silvestre ha sido ubicada.

- No hay nada malo con la bebida, es solo que no tengo con quien beberla - Helena sonrió con amargura - Pequeña amiga ¿podrías acompañarme?

- No puedo beber durante el trabajo - Olivia se nego con tacto, todavía sonriendo amablemente.

- No he dicho que fueras a beber - Helena parpadeo con picardía - Solo necesito alguien que me haga compañía. Te daré una buena propina.

Olivia lo pensó un momento y luego se sentó frente a Helena.

Helena asintió con satisfacción y tomó un sorbo de la copa.

- ¿Sabes, amiga mía? Las personas son misterios muy complejos.

- ¿A qué se refiere, señorita?

- Me refiero a que... la belleza de una sociedad en paz, oculta suciedad que no podrías imaginar. Los corazones de las personas son difíciles de controlar y de leer - Helena sonrió con amargura - ¿No lo crees?

Renacer para rescatar al hijo del hombre tiranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora