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No le gustaban los hospitales, consultorios o cualquier lugar de ese tipo. Se le hacían fríos e impersonales. Además uno solo iba ahí a recibir malas noticias.

-¿Y bien, Señor Phunsawat, qué es lo que le sucede? -preguntó el médico, que aunque le conocía de tiempo, pues prácticamente era su doctor de cabecera y le conocía desde que era niño, siempre había tenido esa forma tan impersonal de hablar.

Suspiró y Prim tomó con suavidad su mano, animándole hablar. Dios, viéndolo así sí parecía que tenía algo grave. Comenzó a explicar cada uno de los síntomas que había sentido, pues hasta que lo pensó bien notó como estaba más agotado de lo normal, inclusive dormía más de lo necesario, la sensibilidad que tenía y cómo había comenzado con antojos y ascos ante algunas cosas que tanto le gustaban.

El médico y Prim le escuchaban atentos, pero solo prim hizo cara de sorpresa, claro, ella tendría que saber, después de todo también tenía un título en medicina, aunque jamás había recurrido a ella en el ámbito profesional, ya que no le gustaba de mezclar esas cosas. Su médico solo asintió y dijo que le harían unos análisis en esos momentos, ya que no requerían demasiado tiempo y el propio hospital estaba equipado para esos casos.

Llamó a una enferma y esta le dijo que le siguiera para tomar la muestra de sangre. Prim se quedó en el consultorio.

Nunca le había gustado que le sacaran sangre, pero ni siquiera había sido consciente del pinchazo en su brazo. La enfermera le dijo que podía regresar al consultorio y en cuanto los resultados estuvieran listos ella se los haría llegar a su médico, por lo que no tenía de qué preocuparse.

Odiaba cuando le trataban de forma condecentemente, pero sabía que era su propia culpa, pues estaba como ido. Ahí estaba solo para saber si estaba o no esperando, pero no estaba feliz... estaba completamente asustado. Lo cierto es que no había tenido deseos de ser padre, no quería una familia numerosa con hijos o mascotas, no... él solo había querido una familia de dos y ya.

Pero ahí estaba... casi a punto de tener una familia de dos.

Se dió su tiempo antes de regresar al consultorio, pues necesitaba unos momentos a solas. Aunque le hacía más ilusión que fuera negativo, debía de pensar en qué es lo que haría ahora, pues aquel bebé no era solo producto suyo.

No había recibido al espíritu santo y éste le había dicho que por ser virgen llevaría al salvador del mundo... No, él no era virgen y solo había un idiota con el que se había acostado, más cuando ese jodido imbécil no había usado protección.

Por supuesto él había tomado el anticonceptivo al día siguiente, pero éste no era cien por ciento confiable. Pensó que estaría bien y no le dió más importancia. Y ahora estaba ahí al borde de un colapso nervioso por no saber qué hacer y es que no quería lidiar con todo eso, apenas estaba tomando las riendas de su vida, después de estar sumido en una depresión de más de un año, donde apenas y había podido salir de la cama para tratar de alimentarse, mantener su higiene, pero todo para volver a la cama, llorar y dormir profundamente. Su carrera de escritor apenas comenzaba a levantarse después de esa caída.

¿Qué haría él con un bebé ahora?

Si bien no necesitaba de trabajar, depender de sus padres o su hermano nunca había sido una opción. Ahora menos que nunca... Le gustaba la independencia que tenía en esos momentos.

Regresó al consultorio después de pasar al sanitario y se disculpó por la tardanza. Prim le miró un tanto preocupada, pues era de las personas que más le conocían, aunque en muchas ocasiones habían discrepado. En cambio el medico parecía imperturbable ante la situación. Seguramente estaba acostumbrado a ver cosas así.

-¿Desde cuándo lo sabes? -le preguntó Prim con suavidad, casi en un tonó maternal. Le hizo pensar que ella sí sería una gran madre, en cambio él....

-Hoy - fué sincero-. Quise... tenía antojo y terminé tomando un envase de MAMA OK.

La sorpresa en prim era enorme, pues sabía cuánto odiaba los productos así y si aún conservaba aquellos envases eran de recuerdo. Tenían más importancia sentimental a que realmente gun comiera esa clase de comidas.

No, era impensable.

Atthaphan no comía nada procesado y si llegó a alguna vez a hacerlo, fué por la insistencia de off, de ahí que fuera por voluntad propia no comía eso no de broma. Inclusive recordaba que gun había aprendido a preparar los fideos con tal de que off no consumiera nada de eso, pero igualmente tenían algunos paquetes en casa ya que en ocasiones off resultaba demasiado flojo para calentarse su comida o preparar algo y le era mucho más sencillo, según él, verter agua en un envase y esperar un par de minutos.

-¿Estuviste con alguien? ¿Quién es el padre? -preguntó en un murmullo, esperando que el médico no escuchara, pues había volteado a verlo con cautela.

El medico se hizo el desentendido, carraspeo solo para llamar su atención y disculparse antes de salir del consultorio, les daría privacidad, realmente agradeció eso, pues no estaba cómodo con nada de eso.

-Eso no importa, prim... -a pesar de que el médico había salido, no tenía plena confianza de hablar eso de forma natural.

-¿Cómo no va ser de importancia? Atthaphan, si estás esperando un bebé, él también tiene derecho de saber.

Entendía ese punto, pero no estaba seguro de querer que supiera. Cómo podría decirle, además, él ya tenía una nueva vida.

-No puedo, primi, nadie debe saber.

-¿Cómo que nadie? ¿Estás seguro de eso? Gun, al menos debes decirle al padre del bebé... ¿Fué en la boda? Dijeron que alguien fué por ti y que no apareciste hasta la tarde. ¿Quién era? ¿O conociste a alguien en estas semanas?

-No, no es nada de eso... prim, en serio, no quiero hablar de eso. Yo sabré qué hacer con el padre y si es que quiero decirle ya veremos, al menos déjame pensar bien todo esto, ni siquiera sabemos si es real que estoy esperando y no una infección o enfermedad, podría ser cáncer y yo pensando en que estoy embarazado.

Prim hizo un gesto nada amable. Por supuesto no quería que fuera nada de eso, y pensar en la posibilidad de cáncer no era para nada agradable, aún así solo suspiró y asintió. Pero se podía notar como estaba segura de su diagnóstico.

Además, el mutismo que había mostrado su médico antes de salir del consultorio seguro él también pensaba igual que su amiga.

Se quería morir.

Se quedaron en silencio solo unos minutos, antes de que el médico ingresara al consultorio con sus resultados en mano. Por primera vez le vió hacer una mueca.

Sí, estaba condenado

Sí, estaba condenado

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Pau🤍

Cenizas quedan...•Off-Gun•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora