7. Sincronía

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El alfa se había quedado congelado en su lugar.

No tenía idea cómo había pasado tanto en tan pocos minutos. Había acudido al mensaje de Quackity esperando calmar la tensión entre ambos, tratando de amainar las aguas. Pero su conversación con el pelinegro se había convertido rápidamente en un repentino remolino de emociones; salvaje, inesperado, indominable.

Y triste.

Sinceramente, Luzu no era ajeno a su comportamiento. Al principio lo embargó la confusión, pensando que el arrebato de ira del menor se debía a una frustración escondida, pero muy pronto le quedó claro que no se trataba exactamente de eso. El beta había caído en una especie de espiral de pánico, incapaz de controlar sus reacciones que solo lo traicionaban a cada palabra que pronunciaba, y soltando pedazos de información que sería imposible obtener de él en una situación normal.

Era como una criatura acorralada en un rincón, a punto de ser cazada. En un instinto de supervivencia, sacaba garras, gritos y amenazas; desesperado por sobrevivir, pero dañándose a sí mismo en el intento.

Lo que más le dolía, fue darse cuenta de que el pelinegro en verdad pensaba que sería capaz de propinarle un golpe. ¿Creía que por ser un alfa sería algo "fácil" para él? ¿Siendo su segunda naturaleza una excusa?

El beta parecía tenerle un resentimiento a los alfas, algo inesperado debido a que nunca había escuchado comentarios que dejaran entrever eso.

Hasta ahora.

La culpa cayó sobre sus hombros súbitamente, preguntándose si se hubiera dado cuenta antes de la situación si no hubiera estado ocupado lamentándose de sí mismo y siendo deprimente mientras estaba encerrado en su cabaña. Tal vez el pelinegro había intentado acercarse a él estos días para buscar consuelo, y él sólo lo había ignorado fríamente.

Según lo que había soltado en sus acusaciones, el menor pensaba que él y Sapo Peta estaban de acuerdo en algún tipo de trato o plan. Dos alfas confabulados.

Un plan que involucraba al beta de alguna manera en específico, y que era lo suficientemente nocivo para intimidarlo y colocarlo en un estado de exasperación incontrolable.

¿Qué mierda le había hecho el druida?

Si no tuviera frente a él a un Quackity destruido y atormentado, habría estallado en una furia ciega. Habría buscado al ofensor, deseando venganza por atreverse a dañar a su persona más querida en el mundo.

Por engañar a todos los habitantes de Karmaland, haciéndolos creer que se trataba de un salvador benevolente.

Sin embargo, en ese momento su propio instinto tiraba desde el interior, calmándolo. No siendo agresivo ni demandante; si no que cálidamente desviando sus pensamientos e indicándole que su prioridad número uno en ese instante era proteger al menor, rodearlo con sus brazos, acariciar su cabello. El castaño felizmente lo envolvería, sirviendo de escudo humano ante cualquiera que quisiera hacerle daño.

Incluso si se trataba de un semidios.

Pero Luzu nunca se atrevería a darle ese tipo de intimidad. No creía que fuera su lugar. Sabía bien cuáles eran los límites que el pelinegro había trazado entre ellos, hace tiempo que ya los había dejado en claro. Lo mejor que el alfa podía hacer era otorgarle su compañía, y eso estaba bien para él. Era suficiente.

Su propia angustia no era importante. ¿Sufriría más por perder al menor completamente, a que no ser correspondido?

Luzu pensaba que sí.

Fue por eso que la acción final del pelinegro había sido tan sorpresiva como una bofetada en la cara. Su cuerpo estaba encadenado en su lugar, adrenalina subiendo por su pecho sin quererlo, pero demasiado desconcertado para mover ningún músculo ni tomar la iniciativa. ¿Cómo podía no estarlo?

The Mask  |  Luckity, Omegaverse, Slow BurnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora