13. Autodestrucción (Parte 3)

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Párrafo en letra cursiva: Indica un evento ocurrido en el pasado (flashback).

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La puerta se abrió, crujiendo. A Quackity solo le quedaba mirar pacientemente desde el otro lado, ya rindiéndose ante la cruda realidad de que ya no tenía ninguna forma de huir o evitar la confrontación. Vegetta se veía serio, mientras cruzaba los brazos y guardaba silencio. Ya no quedaba ningún rastro de esa sonrisa con la que intentaba apaciguar sus nervios.

La persona que entró era grande, corpulenta. De una piel morena surcada de tatuajes. Al pelinegro eso le había parecido atractivo al comienzo. Y un detalle más significativo, ese alfa centenario había sido uno de los pocos (o más bien el único) en Karmaland quien había devuelto inmediatamente su coqueteo.

Se había sentido importante.

Sabía que sus otros compañeros lo consideraban como un niño, un chiquillo inquieto e inmaduro. Esto debido a su apariencia física, su personalidad volátil y también por el hecho de encontrarse al comienzo de sus veintes.

Era joven, y más aún comparado con los demás, quienes ya estaban bien adentrados en sus treintas.

¿Por qué se había abalanzado directo a los brazos del druida? ¿Acaso se había sentido solo? ¿Subestimado? ¿Era su instinto pateando desde su interior? ¿Estaba frustrado ya que sabía en lo profundo que nadie más lo miraría de esa forma, a no ser que expusiera ser un omega?

Pero como todo lo bueno en su vida, parecía que se volvía en su contra en algún minuto. Aquel individuo con el que Quackity había tenido un leve “amorío”, se convirtió en alguien que le aterraba enfrentar desde hace ya varios días. En un principio se había sentido halagado de ser cortejado por un alfa, él siendo un simple “beta”, pero la triste verdad era que Sapo Peta se había interesado justamente por su naturaleza odiada.

Ahora no tenía más remedio que dar cara, ¿no era así?

El alfa trigueño dio un par de pasos dentro de la sala, mirando al pelinegro directamente a los ojos. Su expresión era inesperadamente suave, cejas fruncidas en preocupación, no autoritarismo.

Pero, de todas maneras, el omega era tan, tan pequeño en comparación. Ambas figuras altas lo observaban, gigantes desde su superioridad biológica.

El menor simplemente se tensó en su lugar. Él no sería el primero en dar un paso en falso, ni en pronunciar ningún sonido. Dentro de su aletargado cansancio, la adrenalina y la sensación de peligro aún lo ayudaban a sentirse despierto y alerta. Al menos por el momento.

The Mask  |  Luckity, Omegaverse, Slow BurnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora