"No lo sé... No pertenece a estas instalaciones y le dejaron entrar sin mi permiso", el apretón hizo que le abandonara un agudo chirrido de susto, con la respiración entrecortada por las palabras. "¡He dejado claro que eso no volverá a ocurrir! Ni a Philza ni a Wilbur".
"Así que todavía está aquí y vivo..." la voz monótona habló bajo, como si prometiera la muerte de alguna manera desde dentro de sus confines. Asintió rápidamente, sintiendo que el apretón se hacía más fuerte hasta el punto de que empezaba a dolerle de nuevo. "Oh pajarito, siéntete libre de dejar que me visite tanto como quiera".
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Al final, el mundo tal como era ya no podía existir para Quackity. La comodidad de unas alas negras como la medianoche, que descendían hasta un azul muy oscuro en las puntas, sólo podía durar hasta cierto punto, y cuando cambiaron para separarse de él con un pequeño empujón, aprovechó su momento para escapar. No quiso acomodarse ni se permitió creer que pertenecía a aquel lugar. Sabía que no debía tomar cuando no tenía nada que dar y cuando todo estuviera dicho y hecho, simplemente se acabaría. Tenía un trabajo que hacer y cuando dejó a Philza y a su hijo arrastrándose por las alas que se habían abierto para él, se dedicó a limpiar la celda, regando el suelo con agua y fregando hasta que le dolieron las manos. Se tomó su tiempo, sabiendo que su próxima misión estaba a la vuelta de la esquina, y apartó los pensamientos de una vida familiar cálida y difusa. Por último, limpió la sangre del suelo y guardó en bolsas las plumas de Wilbur y Philza para que nadie pudiera usarlas. Ya las alas de ambos estaban brillantemente cuidadas, con las vendas de las alas de Wilbur liberadas por su padre, y apartó de su mente la molesta sensación de querer más.
Guardó todo en las bolsas asignadas y se frotó el costado del cuello, estirando la espalda por haber estado tanto tiempo sentado en el duro suelo de metal. Miró hacia Wilbur y se encontró con que el chico le observaba y le dio la impresión de que el chico sabía que era hora de irse. Volvieron a encadenar las muñecas de Philza, pero Quackity se tomó un momento para vendárselas, tal vez para aliviar la tensión de las esposas en general. El hombre parecía agradecido y cuando el ave mayor le chistó, se mordió con fuerza el interior de la mejilla para evitar que se le escapara un solo sonido. Wilbur, en cambio, no se contuvo. Le tendió la mano y el pequeño la tomó, siguiéndolo hacia la puerta con una mirada a su padre.
Desbloqueó su PDA, ahora algo limpia, y envió un mensaje a Sam indicándole que estaba listo para partir. La primera puerta se abrió y entró con él, mientras el niño vigilaba que la puerta se cerrara para ocultar a su padre. Miró a Wilbur ahora que estaban solos y se dio cuenta de que algo había cambiado. Estaba decidido mientras miraba hacia delante, hacia la segunda puerta, y cuando ésta se abrió para revelar al Alcaide, el chico exhaló suavemente, empujando un poco la pierna de Quackity. Sam le quitó las bolsas y miró el estado de sus manos, las del híbrido mayor rodeando su brazo y llevando su mano hacia delante. Al no ver sangre, dirigió a Quackity una mirada interrogante. Quackity lo miró fijamente a la cara y no dijo nada por un momento, dejando que su expresión se fundiera en una leve frustración y fastidio.
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[1] Still and Quiet (Lest you wake the monsters)
FanfictionQuackity siempre había sacado el palo corto en la vida hasta que Schlatt lo recogió de las calles para convertirlo en algo más grande. No sabía que se convertiría en el centro de atención de un piglin, uno de los especímenes más aterradores de las i...