9: In craving stillness, everything else seems to fade away

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Metió las manos en los bolsillos para ocultar que sus garras se estaban alargando, e intentó mantener las alas bajas para evitar que traquetearan

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Metió las manos en los bolsillos para ocultar que sus garras se estaban alargando, e intentó mantener las alas bajas para evitar que traquetearan. Una parte de él odiaba ver sufrir al chico. Los apegos nunca le servían para nada. Sólo le traían complicaciones, más situaciones de las que no podía salir, y un pequeño compromiso, un pequeño error, incluso una consecuencia pagada con creces podía costarle todo. Perder a Tommy casi le había costado la vida a manos de un horrible monstruo. La supervivencia lo era todo y encariñarse con Wilbur era peligroso.

Observó cómo Wilbur era liberado y el chico permanecía en su sitio frente al Alcaide como una obediente mascota. Cada vez le resultaba más fácil reconocer cuándo debía o no correr hacia él. Un suave paso atrás fue su primera prueba, luego otra, mientras la mirada del Alcaide permanecía clavada en él, y sólo cuando éste apartó la vista para comprobar el contenido de la bolsa de plástico, Wilbur se acercó de nuevo a él para cogerle la mano, empujando un poco contra su pierna para mayor comodidad. Sam aceptó los envases y los metió en las bolsas.

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Wilbur tardó un rato en calmarse. Una vez fuera de los pasillos verdes del Dream y dentro de los rojos, había encontrado un rincón escondido justo antes de la llegada a las grandes puertas dobles de seguridad de Sam y se sentó. Acomodándose contra él con las piernas ligeramente flexionadas para poder reclinarse, Wilbur se acomodó contra su pecho con la cara aún enterrada en su garganta. Sus propios ojos se cerraron mientras el chico simplemente existía allí contra él y sus alas de pato, por debajo de la media, se cerraban a su alrededor ligeramente para darle un lugar donde esconderse. Estuvieron allí sentados más de treinta minutos y el chico se había ablandado en breves temblores. El Dream le aterrorizaba de verdad y entendía por qué. Sus dedos lo acariciaron suavemente todo el tiempo, presionando su cuello en las diminutas plumas que allí había y bajando por su espalda, deteniéndose con una sacudida cada vez que sentían la tentación de convertirse en alas. Ya le habían dado permiso antes, pero eso no significaba que ahora lo tuviera. Cada vez que se acercaba a esas alas, revoloteaban cerca de él, pero nunca cedía.

Cuando Wilbur subió las piernas contra los costados de Quackity lo suficiente como para apoyar los pies en el suelo, miró a Wilbur que le lloriqueaba y se limpiaba la cara con la manga. Inclinó la cabeza hacia el niño y cuando éste emitió un gorjeo, Quackity respondió con uno propio. Bajó las alas para dejar espacio al niño y Wilbur movió las suyas para rozar las suyas. Sus propias alas se movieron hacia arriba en una sacudida, pero sólo se detuvieron un momento, los breves roces de las plumas chocaron antes de que las plegara detrás de su espalda: "¿Listo para la inspección del Director?".

El chico asintió y cuando se movió para levantarlo, Wilbur se aferró a su cuello y hombros, con las piernas apretadas alrededor de su cintura como si no quisiera soltarlo. Se rió un poco y se inclinó hasta que estuvo aferrado a él, tirando de él hacia fuera para hacerle palanca antes de ponerlo en pie. "Ya sabes cómo va esto, Wilbur. Compórtate".

[1]  Still and Quiet (Lest you wake the monsters) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora