7: Only in still water does one see their reflection

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"Hola", oyó decir a Wilbur en voz baja, como si no estuviera seguro de si debía hablar

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"Hola", oyó decir a Wilbur en voz baja, como si no estuviera seguro de si debía hablar. Se daba cuenta de que quería volver a esconderse, pero el chico mantenía los dedos sobre Quackity.

"Quiero ver más de ti, bonito. Déjame verte todo", le arrulló, como si eso fuera a atraer más al chico. Quackity suspiró, tanto de fastidio como de lo mucho que esto le iba a fastidiar. Retiró el ala por completo y Wilbur se puso rígido en el sitio ahora que estaba expuesto. Se aseguró de mantener la mano en la nuca de Wilbur con la otra en el bolsillo. "Incluyendo tus alas".

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"Hey chico. Te propongo un trato. Puedes quedarte con esta moneda de esmeralda, que te alimentará durante una semana o dos, aunque puede que al final te asalten o la pierdas, o puedes venir a pasar la noche a mi casa y salir de este frío. Te daré de comer y un lugar donde dormir. Incluso tengo una ducha o un baño caliente con burbujas. Te vendrá muy bien".

El paso de Schlatt era fuerte y seguro, y Quackity se quedó mirando cómo caminaba el carnero. Él mismo caminaba descalzo por las frías calles, siguiendo al hombre que tarareaba una suave melodía, con una mano en el bolsillo, probablemente jugueteando con una de esas monedas brillantes con las que había conseguido burlarse de él a primera hora. Había estado suplicando que alguien le ayudara, tendiendo las manos para conseguir aunque fuera una pequeña moneda con la que al menos poder comprar los panecillos rancios del restaurante local. Robar sólo le había servido hasta cierto punto y sólo podía hacerlo mientras no le pillaran. En cuanto le vieran, ya no podría volver a robarles. El golpe de sus pies y el tirón de sus piernas nunca podrían esperar correr para siempre. Al final tendría que esconderse y empezar de nuevo, volver a ser una rata callejera mendigando comida.

La casa parecía bonita, con bonitas ventanas y un jardín bien cuidado. Había un coche reluciente en la entrada, lo bastante largo como para que probablemente el hombre no condujera él mismo. Sacó las llaves y las introdujo en la puerta, abriéndola y entrando sin esperarle. Se quedó mirando el umbral y avanzó arrastrando los pies hacia la cálida casa, abriéndose paso hacia el interior con una joroba de alas y una mirada nerviosa a su alrededor. La puerta se cerró tras él y se quedó inmóvil. Se le erizaron las alas y se echó hacia atrás, tratando de alcanzar el picaporte y saltando para agarrarlo y tirar de él hacia abajo. Sus patas eran débiles y sus garras seguían rozando el borde. ¡Atrapado, atrapado, atrapado! El hombre se rió de él y él siseó suavemente al oír los pasos que se acercaban, con las manos en alto y las alas protegiéndole. Mordería si era necesario, daría patadas y puñetazos si el hombre intentaba encadenarlo. Los avianos eran raros y a menudo se tenían como mascotas. Era ilegal, pero eso no significaba que no ocurriera, lo sabía por experiencia propia. Sabía que había sido una mala idea y siseó más fuerte para tratar de ocultar los gemidos trinos que amenazaban con liberarse.

Un chasquido por encima de él le hizo levantar la vista sobresaltado y la mano del hombre tiró de la manilla de la puerta, empujándola ligeramente con un golpecito contra su espalda, con aquella sonrisa aún presente. "Está desbloqueada, Pumpkin. Puedes irte cuando quieras...".

[1]  Still and Quiet (Lest you wake the monsters) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora