Capítulo 3

115 8 2
                                    

Volver a la pequeña casita que tenían sus padres en Costwold, en el condado de Gloucestershire, a dos horas de Londres, hizo que Hermione cayera de nuevo en la supuesta normalidad en su tranquila rutina de verano antes de volver a su último año de Hogwarts y terminar su educación. Casi parecía que no había sucedido el último año, casi.

Faltaban apenas dos meses para volver al castillo y aún no sabía cómo se lo iba a encontrar tras los destrozos de la Batalla. Las reticencias de la profesora McGonagall, ahora la directora, hacia todos los que habían tenido un papel tan significativo en la derrota contra Voldemort habían sido dirigidas a que fueran directamente a descansar tras el gran esfuerzo y las pérdidas que habían tenido que sobrellevar a lo largo de ese viaje. Los recuerdos de la guerra habían hecho que Hermione un buscase un psicólogo (una bruja que ofrecía sus servicios fuera del hospital).

El estrés postraumático la llevaba a despertarse gritando y llorando casi todas las noches, a su cabeza le costaba distinguir la realidad del pasado y seguía teniendo la terrible sensación de estar prisionera en la Mansión Malfoy, con Bellatrix tallando en su brazo las palabras "SANGRE SUCIA". Le costaba entender que ya no estaba en la guerra, tenía que estar durante varios minutos intentando concentrarse para volver al presente. Cuando esto pasaba sus padres entraban en la habitación, encendían la luz de princesas que tanto le gustaba de pequeña y se quedaban con ella, acariciando esos tupidos rizos como cuando era una chiquilla.

Hablaba todos los días con sus amigos por vía lechuza, compartiendo sus pensamientos y vivencias con ellos, los únicos que habían pasado por lo mismo que ella. De hecho, les había invitado a ir a su casa a descansar. Harry, Ron y Ginny habían declinado su invitación por la pronta salida de San Mungo de los gemelos. Fred estuvo a punto de morir por culpa de Bellatrix y el Avada que lanzó hacia él, riendo como una desquiciada. El único motivo por el que no murió fue por un objeto que había recogido antes de la batalla para inspeccionar más adelante y que guardó en el bolsillo interno de la chaqueta, justo acertó el disparo de Bellatrix. Aquel rectángulo irreconocible estaba completamente carbonizado, habiendo absorbido la maldición imperdonable. A pesar de que la maldición no le mató, a punto estuvo pues el impacto de esta le impulsó hacia una columna contra la que chocó y quedó inconsciente sangrando por una herida muy fea en la cabeza. Cuando le encontraron después de la Batalla, los Weasley se imaginaron lo peor: no reaccionaba, el pulso era apenas perceptible, la respiración era tan pausada que parecía que no respiraba y había un gran charco de sangre bajo su cabeza.

El único que al ver todo esto se negó a aceptarlo y estuvo reanimándole hasta notar el pulso más fuerte fue su otra mitad, su George. Había sido desgarrador ver cómo lloraba en silencio mientras le hacía maniobras de resucitación, olvidando las varitas, olvidando todo menos a él. Incluso cuando sus propios padres y sus hermanos lo daban todo por perdido, no paró hasta que el corazón latió más fuerte. Y entonces se derrumbó sobre él. Los que habían estado rodeando a ambos contaron después que vieron un brillo saliendo de George y que envolvió a Fred. Los doctores en San Mungo confirmaron que ambos estaban bien, pero lo más extraordinario es que ambos latían al mismo compás.

El pensamiento de estar tan conectado a alguien que incluso el corazón latía igual, llenaba a Hermione con una sensación inexplicable cada vez que lo recordaba. Una mezcla de vacío y anhelo profundo por ello. No tenía hermanos por mucho que ella y sus padres hubieran querido. Se le consideró un bebé arcoíris: un bebé vivo y sano tras la pérdida de otros bebés nonatos. Sus padres habían abortado anteriormente y el que los médicos le dijeran a Jane que no iba a poder tener hijos les destrozó. Sin embargo, llegó Hermione y con ella, el milagro que sus padres habían buscado con tanto fervor. Unió muchísimo más al matrimonio y ellos estaban encandilados con su pequeña, tanto que decían que era su pequeño acto de magia.

Las perlas de OuruelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora