Capítulo 13

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"Las gotas de lluvia caían lentamente por la ventana de la habitación que los Delegados compartían, sonidos bajos y besos callados calentaban la habitación mientras los cuerpos de ambos se entrelazaban en un conjunto de extremidades pálidas acariciando superficies morenas. Gemidos silenciados por la boca del otro salían como pequeñas olas en marea baja. Subiendo y bajando, sujetaba el cuerpo sudoroso de su amante tocando lugares íntimos con los que se habían ido familiarizando, sabiendo que nadie nunca más tocaría, solo ellos en una pasión ardiente y privada. Despojados de sus inhibiciones y del sentido común que tanto les caracterizaba, adoraba con su boca mordisqueando el lugar donde su pulso palpitaba con fuerza mientras bajaba a tocar el pecho de su amante-"

Con un suspiro atascado en la garganta, abrió los ojos y salió de la habitación para intentar calmarse sin despertar a su acompañante de cama. Con cuidado cerró la puerta y se sirvió un agua, bebiendo de un solo trago el vaso entero. Sus manos temblaban y era consciente de que su cara estaba probablemente roja. Un pulso sordo llamaba a atender otras necesidades que no eran hidratarse en zonas más bajas en su pantalón del pijama.

- No son más que sueños, ¿por qué me afecta tanto? – murmuró acercándose a la ventana. - Aquí también llueve.

La habitación se iluminó con la luz de un rayo y la figura de un hombre recortó la ventana. Sus ojos eran del mismo color gris velado que la tormenta, oscurecidos por el deseo de una fantasía cada vez más frecuente.

Decidiendo ponerse a trabajar y hacer algo de provecho pues sabía que no iba a poder conciliar el sueño de nuevo, sacó pergamino limpio y una pluma recién afilada y se volcó a la tarea, colocándose los lentes de descanso.

Decidiendo ponerse a trabajar y hacer algo de provecho pues sabía que no iba a poder conciliar el sueño de nuevo, sacó pergamino limpio y una pluma recién afilada y se volcó a la tarea, colocándose los lentes de descanso

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- Araucaria no quiso decirnos nada. Estamos igual que al principio, ya no sé dónde más mirar. En la Sección prohibida no hay nada que nos hayamos dejado sin mirar y no hay nada de provecho.

Hermione se quejó mientras le ponía comida a Crookshanks.

- Hay una opción. Una que no nos gusta a ninguno. – respondió Draco apretando la mandíbula. – Una que no había querido pensar o proponer.

Se miraron y ambos tragaron antes de mirarse con los ojos abierto, el único miedo que el otro sabría nunca y con el que estaban cómodos que supiera.

- La Mansión Malfoy. – adivinó quedamente Hermione.

- La biblioteca de Malfoy Manor. – afirmó Draco.

Un silencio lleno de malos recuerdos pesó en la habitación de repente.

- ¿Tú crees que tus padres nos dejarán-? Perdón, - se cortó y rectificó Mione- ¿tú crees que tus padres me permitirán entrar?

- Lo que ellos quieran me da bastante igual, Granger. Mi padre se va a pudrir en prisión, afortunadamente, y mi madre está más preocupada de que no me ataquen este año. Le gustará verme.

Las perlas de OuruelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora