MAR; VELAS Y RECUERDOS | 2

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Si el karma hablase, a mi me estaría susurrando: La vida da vueltas, la tortilla ya se ha quemado y tu destino es esto. Aunque muy en el fondo no creía en el karma, pero sí, en las consecuencias, sin querer hacerlo, yo misma me había sumergido en el infierno.

—Hemos llegado—me había dicho el chico después del viaje de casi seis horas, nos habíamos despedido de los niños, además de las otras personas, Angola se encontraba en mis brazos, mientras Markus en un intento caballerizo se dedicaba a abrir la puerta del coche.—Mira que esto no lo voy a hacer dos veces—«continuamos siendo arrogantes Markitos», pensé en ese instante sin disimular la sonrisa que llevaba.

—No era necesario Markus con M de ...

—¿Nuevamente comenzamos?

—Es mejor comenzar de cero que de uno.

—Eres todo un caso, África.

—Uno mal resuelto, pero bueno, hemos llegado, así qué...

—Tenemos que despedirnos.

Cuando dijo esa frase, me vi rodeada de pensamientos nuevamente, aunque fuera lo que fuera, en tres noches, mi vida había dado un giro, Markus había pasado de un chico insoportable, arrogante, además de egocéntrico a un hombre que tenía mucho más para mostrar de sí mismo. «Aún siendo un impulsivo de...»

—Oye, África, ¿necesitas ayuda? O ¿puedo ir al baño?

—Creo que me estás diciendo: Invítame a tu casa África , quiero conocerla.

—Oficialmente eres vidente, ¿cuánto te tengo que pagar?

—Págame haciendo la cena que me muero de hambre.

No había pasado ni media hora que el chico sorprendentemente ya estaba de chef en mi hogar, mientras yo me encargaba de mi medicación y de Agustín. Las manchas naranjas de mi gato combinaban a la perfección con su cuartito. Agus, tenía un montón de juguetes.

Además del suelo hecho de almohadas para que estuviera lo más cómodo posible, mi gato parecía un príncipe en un palacio pequeñito. La habitación era mucho más linda que la mía, eso me daba gusto, porque le estaba dando lo mejor a mi hijo.

Dentro de ella había también una hamaca especial para él, su cajita de arena en forma de casita y una mini cabaña en dónde podía hacer lo que quisiera sin dañarse. Los potes estaban en ella, mientras el blanco se contrastaba con los detalles marrones.

Mi amiga me había dejado una nota, también un "llámame cuando estés en tu casa", a veces sentía que se preocupaba más ella por mí, que yo.

—¿Cómo te encuentras?—Fue lo primero que me preguntó por el rabillo del ojo mientras revoloteaba la salsa especial que había preparado para los spaghettis.

—Con hambre—«qué respuesta»—después de esta cena creo que te espera un largo viaje a Madrid—mis palabras salían por sí solas, aunque a Markus no parecía preocuparse en lo absoluto con lo que vendría después.

—Hay algo que tengo que decirte.

—Suéltalo hombre.

—Tal vez, estés siendo un meme, en toda España...

—¿Cómo...

—¿Tú salida como una loca en el restaurante...?—Lo vi darse vuelta, mientras bajaba el fuego para que la salsa se terminará de hacer, aunque no fue lo que me sorprendió y sí aquella mano en mi cara—está todo bajo control, no te preocupes, tampoco por lo de la playa, lo he solucionado—respondió en ese momento al ver mi cara, que seguramente mantenía el semblante preocupado, aún entendiendo que, en el fondo supiera que pasaría aquello. De pronto Markus estaba demasiado cerca de mí.

TRES VECES CONTIGO[EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora