CAPITULO DOCE

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James

Después de hablar con Aly y aclarar todo, algo seguía en mí. Tal vez el hecho de que hayamos pasado mucho tiempo juntos después de tanto y que volviéramos a conectar como buenos amigos.

¿A quien engaño? Estoy jodidamente enamorado de ella.

— Deberías de hablar con ella, James, tal vez siente lo mismo.

— ¿Sentir lo mismo de qué, Chris? Solo fue un acuerdo tonto de niños. Todo ha vuelto a la normalidad.

Mi hermana tomó asiento junto a mí mientras ambos disfrutamos del cálido fuego de la chimenea. Mamá hace los preparativos de la cena con su música navideña de fondo, esperando a que Erin y John lleguen para entre los tres realizar un festín sin fin de comida.
Espárragos, pavo, sopa, postres e incluso filetes, había de todo en esa cocina. Cada día me queda más claro.
Mi madre esta loca por la navidad.

— Vamos James, tan solo deben ver como ambos se miran ¿es que acaso son tontos? Toda la vida han sido ustedes dos. Siempre. No había ninguna fecha especial en la que no estuvieran juntos, eran como uña y mugre, claro, tú eras la segunda.

La miré de reojo con su sonrisa burlona.

— Pero ya en serio. No entiendo como es que no vas tras ella.

— Ya lo jodí una vez, Chris. No quiero hacerlo de nuevo. No quiero que se aleje.

— Pues es lo que vas a lograr si no le dices lo que sientes. — toma mi hombro dando un pequeño apretón para después marcharse hacia la cocina — Piénsalo, James.

Me quedo anonado viendo el reflejo del fuego en el cristal de la mesa de centro. Tal vez Christine tenga razón, tal vez no. Pero estoy seguro de algo... no la perderé esta vez.

Alyson

Veinticuatro de diciembre, mi día favorito.
Me tomé estos días para asimilar todo el lío que tenía en mi mente.
Me regresaré a la ciudad, le pediré a James que me de un trabajo a distancia o tal vez no acepte su trato y busque un trabajo nuevo. Solo se que debo alejarme porque los sentimientos en mi cabeza están hechos nudo.
Comienzo a alistarme para ir a hacer las últimas compras antes de ir con mi familia a donde los Harper.
Mamá insistió mucho con el tema de no ir si no me sentía agusto, pero vamos, no podría arruinarle la navidad a mamá, sé que se pondría muy triste si no estaría con ella en navidad.

Busqué por último unos pendientes plateados para después salir con mamá. Iríamos a realizar las últimas compras del día, algunos vinos tintos, fruta y nueces para los postres.
Los regalos ya estaban en la parte trasera de la camioneta, subimos al auto y emprendimos marcha hacia el supermercado.

Bueno, si eres de las personas que odian el acúmulo de gente, hoy no es un buen día para salir. No había ningún estacionamiento libre, las personas salían apresuradas del súper con sus canastas llenas de cosas. Si que era todo un caos.
No puede ser. Duraríamos horas aquí.

[...]

— ¡Al fin llegaron! Pensé que vendrían más temprano.

— Ni lo digas Celia, fuimos al supermercado por las últimas cosas para los postres y era un caos total. No había estacionamiento y la fila para pagar estaba llenísima.

Ambas se quedaron platicando en la cocina mientras yo me dirigía a la sala para sentarme sin hacer nada. Claramente no quería ayudar en la cocina pero todos sabemos que no me libraré, más bien nadie lo hará, pues entre todos como en cada navidad, haremos los postres.
Minutos después Christine llegó a mi lado luciendo un hermoso vestido color verde, que hacía resaltar sus ojos cafés. Estuvimos platicando un buen rato sobre cualquier cosa sin sentido esperando a que Fred llegase de realizar las compras junto con James.
¿Porque que creen? Celia los mandó a por más vino porque sería una noche muy larga y nunca sería suficiente vino.

Un cliché de navidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora