CAPÍTULO OCHO

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Mis planes para el día de hoy... ir a casa de los Harper. No para visitar a James.
Desde que llegué no he hablado mucho con Celia. Cuando era más chica, iba a su casa cada vez que podía, preparábamos y decorábamos galletas mientras platicábamos de todo.
Disfrutaba la música de fondo mientras conducía, cantaba al son de la canción y movía mis dedos al mismo ritmo.
Manejé alrededor de unos doce minutos, era una trayecto corto. Aparqué y tomé una canasta llena de ingredientes para preparar galletas.
Me dirigí hacia la puerta y llamé al timbre, esperando con algo de frío a que abrieran.

— No es posible.

Escuché una voz atrás de mi. Me giro para ver quien era y suelto una gran carcajada al tiempo que Chris reía también. Ahí estaba ella, con su cabello amarrado en un moño y cargando una canasta con harina, chispas y demás cosas para hornear galletas.

— Es increíble que ambas estemos aquí con el mismo propósito. — la puerta se abrió dejando ver a Celia con un vestido de lana azul, se veía muy acogedor a decir verdad.
Saludando a la mujer algo canosa, entramos a la casa, rápidamente un olor a café invadió mis fosas nasales despertando el apetito de galletas y café.

— Veo que ambas se han puesto de acuerdo.

Reímos un poco y caminamos hacia la cocina. Todo el lugar estaba decorado por cualquier lado al que miraras, ya entendía por qué mi madre y Celia se llevan tan bien.
Colocamos todos los ingredientes en la isla de la cocina y comenzamos a separar en tazones la harina.

— Extrañaba venir a aquí. No recordaba el como se sentía este ambiente cálido.

Celia me sonrió. — Mi niña, es hermoso tenerte de nuevo en casa y en el pueblo. ¿Te quedarás para Año Nuevo?

— Deberías quedarte, aprovechando que ya estás aquí, no cuesta nada unos días más.

— Bueno pues si en la editorial no hay demasiado trabajo probablemente me quede.

— ¿Por que no trabajas con James? Te vendría bien trabajar en su empresa, aparte lo verías más tiempo. — Chris volteó a verme rápidamente y siguió mezclando los ingredientes secos.

— Emm, no lo sé, creo que no siento que sea lo adecuado. — hablo un poco incómoda.

¿Ahora si te incomoda?

— Deberíamos de hacer diferentes recetas, ¿no creen? Tenemos muchos ingredientes. — habló Chris salvándome de ésta un poco incómoda conversación.
Le susurré un pequeño Gracias y comenzamos a preparar una receta cada quien. Celia haría unas galletas de mantequilla con mermelada, Chris haría unas con chispas y yo haría unas galletas de jengibre. Amaba hacer estas galletas, me gustaba hornear algunas para después poder decorarlas todos juntos.

Platicábamos, reíamos, repartíamos chispas de chocolate por aquí y por allá, había harina regada en la isla y un poco de canela sobre mi tabla. Sin duda sería un buen desastre por limpiar.
Metimos algunas charolas al horno y comenzamos a dejar limpio el lugar, Chris y yo lavamos los platos, Celia limpió la superficie de la isla y después preparó chocolate caliente con bombones. Mi favorito.

Más bombones le vendrían bien. ¡Ay que delicia!

— ¿Habrá espacio para uno más? — Una voz algo avejentada se escuchó en el lugar. Sonreí.

— Pero por su puesto que si, llegas Justo para decorar las galletas. Toma un delantal y ven. — dijo Celia hacia su amado.
Este caminó hacia nosotras, colocándose su delantal tomó una galleta más la mujer canosa golpeteó su mano levemente.

— No has lavado tus manos — rechistó.

— No le veo nada de malo, querida. — exclamó suavemente.

Un cliché de navidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora