Cuando más perdida estaba

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»Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?»(Ester 4:14)

¿Cuántas veces hemos sido Ester?
Durante toda mi vida no puedo contar las veces que me he encontrado en la encrucijada que se refleja en este versículo. Y muy pocas veces respondí acertadamente al llamado que recibía.

Yo nací en una familia que iba todos los días a la iglesia, mis padres no se perdían un culto.
Mi papá: laico, misionero, líder en la iglesia.
Mi mamá: una mujer respetuosa y consagrada a Dios.

Mi papá me enseñó a estudiar profecía cuando apenas aprendía a escribir. Aún no sabía leer pero sabía de memoria los significados de las profecías de Daniel.
Tenía todo lo que alguien podría desear en el ambiente espiritual. Mis padres me educaron lo mejor que pudieron.

A veces siento nostalgia de esa niña que era antes.
Me aferré a la conducta ejemplar que me dijeron que debía llevar para estar bien con Dios y me concentré en hacer.
Solo olvidé conocer a Aquel para quien quería trabajar.

Para mí eran naturales las sayas largas, los vestidos sin escote, llevar la pesada Biblia bajo el brazo, levantarme temprano para ir a la iglesia e interrumpir mi semana para asistir a los cultos regulares.

No había nada que se hiciera en la iglesia en lo que yo no estuviera metida, siempre dispuesta a hacer cualquier sacrificio que fuese necesario para agradar a Dios.

No, en el fondo siempre fue para agradar a mi conciencia.

Pero saben qué pasó?
La ADOLESCENCIA llegó, y con ella toda una etapa en la que no lograba ver a Dios en mi vida.
A mis 9 años me había bautizado pero...

¿ De qué me servía ahora? Estaba viviendo tantas cosas dolorosas que nada me daba consuelo. El matrimonio de mis padres destruido, el héroe que era para mí mi papá convertido en el villano de la historia. Todo se derrumbaba y a su paso también me derrumbaba yo.

Los años pasaron, cada vez más difícil se hacía cumplir con lo que antes era natural, pero era mi obligación si quería estar bien con Dios, no es así?
Pues eso creía yo. Estaba viviendo un "cristianismo" basado en obras y agonizaba porque mi corazón estaba vacío.

Trataba de hacer lo que debía, lo que me decían que era correcto, pero mientras el pecado me enredaba cada vez más en la desesperación, yo sonreía y luchaba con todas mis fuerzas porque no quería perderme.

A Ester le fue dicho el versículo inicial para hacerla entender que su salvación dependía de la decisión que tomara en ese momento, necesitaba tomar riesgos para salvar millones de vidas. Poner su vida en riesgo para ayudar a otros pero también a ella misma.

Muchos somos llamados como Ester, pero a diferencia de ella, no hemos estado listos para cumplir con el llamado que se nos hace.

Hoy quiero decirte que si escuchas la voz de Dios llamando a tu puerta no endurezcas tu corazón,
Jesús te dice hoy:

"Yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta entraré a su casa y cenaré con él y él conmigo(...)
El que tiene oído, oiga (...)"
(Apocalipsis 3:20,22)

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