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George no podía evitarlo.
Estaba perdidamente enamorado de ese rubio.
Su corazón había sido robado por él, y sin si quiera saberlo ya estaba cayendo profundamente en ese pozo llamado amor.
Clay era aquel chico perfecto a simple vista, teniendo esos ojos verdes esmeralda, que son tan solo verlos te llenan de alegría y esperanza, pasando por sus bellas pecas que adornan su rostro como las estrellas el cielo, y por último, pero no menos importante, esa hermosa sonrisa que no podía sacarse de la cabeza. Clay era amable, servicial, cariñoso, divertido, gracioso, atento y la lista seguía, George podía pasar horas diciendo todo lo que amaba de él, y esperaba con todo el corazón que se viera de la misma forma que él lo hacía.
Solamente que había un problema, y es que George recién caía en cuenta de que se enamoró.
Y de un chico.
Sí, lo sabía, tener una relación con dos personas del mismo género ahora es más aceptado de lo que era antes, pero era inevitable que se sintiera con ese temor, era algo que no podía sacarse de encima por más que quisiese.
Sus amigos y familia lo apoyan, pero sabe perfectamente que no todas las personas poseen la misma mentalidad en estos temas, y eso lo asustaba, mucho diría.
Pero el efecto que le causaba ver a ese rubio era algo nuevo para él, una sensación extrañamente buena. Era inevitable que tartamudeara, que se quedara como una estatua o se pusiera rojo como un tomate, también que actuara algo torpe pero siempre trataba de mostrarse como era ante él.
- Iré al salón, los veo allá chicos - Le dijo el castaño a sus amigos, ellos se despidieron y George partió hacia su salón.
En el camino, George parecía ir algo pensativo, todo lo ocurrido la última semana y el aceptar que estaba enamorado de un chico lo tenía exhausto, hasta que volvió a la tierra al escuchar una risa, y sabía muy bien a quién pertenecía.
Rápidamente su corazón empezó a latir rápidamente y sus mejillas se tornaron rojas al ver a Clay sonreír, oh, esa bella y estúpida risa que salía de su boca.
Con torpeza se escondió detrás de uno de los árboles, pues se encontraba en el patio, justo acabando el receso escolar, por lo que le apenaba toparse con Clay y hacer el ridículo como las últimas veces.
- ¡Nos vemos chicos! - Clay se despidió de su grupo de amigos, sonriendo al final, causando que el estómago de George se llenara de mariposas y su corazón latiera a mil por hora.
Quién diría que su corazón haría más que eso.
Latió con tanta fuerza que comenzó a salir de su pecho, asustando a George, quién con su mano trataba de colocarlo en su lugar. Estaba aterrorizado, pensó que iba a morir, y en cuanto su corazón salió de su pecho abrió su boca como si de un dibujo animado se tratara.
