¿Un café?

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Hacen ya dos años que trabajo en este escritorio, la monotonía del trabajo jamás me había molestado hasta ahora. 

Las horas del reloj pasan despacio, yo relleno un documento de Excel y miro a mi compañero, Carlos, y él me mira de vuelta sonriendo. 
No sería ningún problema, pero lo es, porque de repente, no tengo datos que recoger, ni llamadas que realizar, ni e-mails que responder. Simplemente estamos Carlos y yo, en una oficina cerrada con un ventanal que ilumina la sala. Hay algo sobre estos vidrios que me fascina, yo veo a todos los que pasan por la calle, los observo y ellos ni siquiera pueden saber lo que hay detrás de ese "ventanal negro". 

Eso me gusta, la altura, el poder, me hacen sentir confiante. 

Vuelvo a direccionar mi mirada a mi compañero, que esta vez no me mira, pero si me habla

-Joanna, ¿me puedes traer un café?

yo arqueo una ceja, pero él no puede verlo.

-No soy tu secretaria, Carlos- él bufa y revira sus ojos color caramelo, luego mirándome a mi

-Lo sé, no lo decía con esos humos y lo sabes- Yo intento evitar que una sonrisa victoriosa salga de mis labios, pero cuando él me mira todo empieza a parecer una tarea imposible.

- ¿Y porque no vas tu? - pregunto acercándome a su escritorio, que queda a tres metros del mio.

-Por qué yo estoy trabajando y tu claramente estas perdiendo tiempo- dice poco a poco apartando su mirada de la pantalla del ordenador.

-Ok, yo voy- él sonrie y me mira por fin. -Con una condición- digo haciéndolo sonreír con calma.

-Lo que tú quieras- responde girando su silla en mi dirección.

-Me lo tienes que pedir bien- digo seria, encarándolo con reproche.

Carlos baja un poco su mirada por mi cuerpo, cerrando con calma su puño y luego encarándome otra vez

-Por favor, Joanna- yo sonrío satisfecha y salgo del escritorio para hacerle el maldito café.

a decir verdad, los dos somos muy suertudos de tener un escritorio tan privado, pocas personas en esta empresa lo tienen. Claro, es una sala que compartimos, aun así, ya nos hemos acostumbrado él uno con el otro.

-Qué bonito tienes hoy el pelo- dice Karla, una compañera mia.

hubiera sido un gran cumplido, si no me hubiera tocado el afro. Odio que me toquen el pelo.

simplemente agradezco y aparto su mano lentamente, volviendo a centrarme en el café.

sorprendentemente hay nata junto al azúcar. Me extraña, con lo tacaño que es nuestro jefe jamás me lo hubiera imaginado. Con la taza soltando humo hago un pequeño montoncito de nata y canela y enseguida vuelvo a nuestra sala.

-de nada- digo dejando sobre la mesa su café.

-Gracias- responde levantándose para estirar las piernas por primera vez en horas.

yo aprovecho para sentarme en su silla y ojear su ordenador, cuando él para la silla con un movimiento seco

-no seas chismosa- su voz está más gruesa y seria.

- ¿Que escondes por aquí? - pregunto mientras ignoro su pedido anterior, mirando sus ventanas abiertas en google. -Es, mi Instagram- susurro sin creérmelo, sintiendo como su mano deja de apoyarse en la silla

-No es lo que parece- dice pasando su mano por su pelo.

yo me levanto, decidida, algo excitada por esta nueva información

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