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( １ )
No había sido un reto para él sentir la presencia de un demonio hostil en el mismo territorio.
Lo había estado siguiendo desde que piso el bosque después de una cacería en el pueblo más cercano, pero no fué hasta ese entonces que el otro demonio había decidio mostrarse y atacar.
Había saltado desde el pico de un árbol maduro, en dónde Akaza sabía que estaba, yendo lo más sigiloso que podía sabiendo que las oportunidades contra el rango tres no existían, pero el anhelo del poder lo llevó a lo que era ahora.
Gruesos chorros rojizos cayeron de la cabeza mutilada sostenida indiferentemente hasta el piso.
Akaza, sosteniéndolo por el pelo lo colocó por enfrente de su cara, mirándolo fríamente:
─ Bastantes hagallas tienes para enfrentarte a un rango superior y faltarle el respeto de esta manera─ Murmuró inexpresivo, escuchando los siseos del otro.
El demonio sin rango le de volvió la mirada, cómo queriendo retarle en un duelo. Era la imagen de un gato totalmente desfigurado, lo que Akaza admiraba por ser tan independientes y ágiles, era ahora la pesadilla de un pobre niño.
Y para su desconcierto, reacio a lo que pensaba; una expresión aterrorizada y llena de súplica, el fenómeno se atrevió a burlarse en su cara.
─ Ni que fueras el mismo rey demonio, bastardo.
Las venas sobresalieron de la pálida piel del rayado, apretando su agarre en el cráneo contrario como una advertencia.
─ Conoce tu lugar escoria, podría aplastarte el cráneo y mutilar tu cuerpo, tanto que tú regeneración no será suficiente hasta la llegada del sol.─ dijo entre dientes, chirriando entre sí al hablar, dejó salir del todo su presencia enmarcando lo que era y en qué posiciones estaban, obteniendo lo que tanto quería. Miedo.
Y así fué cómo pasó.
El cuerpo del demonio quedó completamente mutilado, tirado en el suelo como un muñeco de trapo hecho jirones. Chasqueo la lengua en disgusto al verse cubierto por los fluidos sanguíneos del otro, tal vez haría un paseo a un río para limpiarse, pues la sangre no desaparecía a no ser que fuera expuesta al sol.
Aunque eso tendría que esperar, el amanecer estaba a la vuelta de la esquina y no tendría escapatoria.
Aplastó el cráneo intacto hasta hace poco, y corrió a un escondite cercano para no ser consumido por el Alba.
Carajo, ahora tenía que esperar al anochecer para asearse adecuadamente para su cita.
