•PARTE 1•

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Gregory Rogers, un chico de 22 años que a vivido en El Bosque de la Trúfula desde los 16 años, que fue cuando decidió que era momento de alejarse de su terrible familia (aunque eso significase alejarse de su hermana mayor, con quien tenía buena relación).
Una mañana, mientras Rogers regaba su patio, escuchó un escándalo en el bosque. Se asomó por la ventana y logró divisar a un chico de aproximadamente su edad tocando la guitarra al lado de una carreta jalada con un burro, acompañado de los demás animales del bosque. Desde que lo vio supo que sería un problema. Luego se encargaría de eso.
Luego de unos minutos, miró el cielo, habían muchos relámpagos que, al cabo de menos de un minuto, cesaron. Esto sólo se podía deber a una persona o criatura: El Lorax.
Si El Lorax estaba ahí, no podía significar algo bueno. Y no porque El Lorax fuera malo, sino porque, cada que él aparecía, era porque existía un ser en el bosque que podía ponerlo en peligro, y Gregory sospechaba que todo esto tenía algo que ver con aquél chico que había visto hacía un rato.
Gregory dejó su regadera, salió de su casa y se dispuso a buscar al Lorax.
Cuando lo encontró, estaba saliendo de una casa la cual nunca había visto ahí y, justo afuera, había un tronco de Trúfula.
—¿Lorax? —lo llamó Gregory.
—¿Gregory? —preguntó El Lorax. —¡Gregory! ¡Cuánto tiempo!
—Seis años, para ser exactos. —miró la casa. —¿Y eso?
—Un tipo que cree que puede talar mis árboles.
—Hmm... Ya veo.
—Tal vez puedas hacerlo entrar en razón antes de que caiga la noche.
—Lo intentaré pero, si no lo logro, prométeme que no le harás lo mismo que a mí. —El Lorax rió.
—¿Sabes? Me recuerda mucho a tí cuando recién llegaste.
—Ni lo menciones. —El Lorax siguió su camino y Gregory se dispuso a hablar con el nuevo visitante.
Tocó la puerta de la casa.
—¡Largo! —se escuchó del otro lado de la puerta.
Gregory reviró los ojos y volvió a tocar la puerta. —¿Qué no me escuchaste? Dije: "¡Lar...!" —dijo el otro tipo abriendo la puerta. No pudo terminar su oración al ver que se trataba de Gregory y no del Lorax. —Una disculpa, creí que eras...
—No importa. —Gregory le extendió la mano. —Gregory Rogers. —el otro chico dudó, pero al final estrechó la mano de Gregory.
—Ah... Una vez.
—¿Te llamas "Una vez"?
—Eh... Sí —afirmó el chico con un tono más de duda que de respuesta.
—Bueno... Cada quién... —se creó un silencio incomodo. —En fin. De cierto modo, yo vivo aquí y quise venir a conocer al visitante. No suele venir mucha gente.
—Aguarda, ¿Vives aquí?
—Sí.
—¿Por qué?
—Larga historia. Noté ese tronco de Trúfula afuera de tu casa. —comentó Gregory para desviar el tema.
—Eh... ¿Okey?
—Y también noté que le falta el follaje. ¿Por qué será?
—Mira, no tengo tiempo para esto.
—Ni yo. Así que, responde, ¿Qué harás con ese follaje?
—¡No te incumbe!
—¡Talaste un árbol de mí bosque sólo por el follaje! —exclamó Gregory con enojo haciendo énfasis en el "mí" —Así, que sí, sí me incumbe.
—¿Tu bosque? Este no es tu bosque.
—Ese no es el punto. Vete y no vuelvas. Y, si te quedas, no vuelvas a dañar un sólo árbol.
—Mira, hasta que tú no me traigas un título de propiedad afirmando que este árbol es tuyo, no puedes venir a darme órdenes. Si yo talo un árbol, es mi problema. Fin de la discusión. Buenas tardes. —dicho esto, el Una vez le cerró la puerta en la cara a Gregory.
—¡Maldito cretino! —Gregory se fue molesto a su casa.
A diferencia de la del "visitante" o "invasor" como a Gregory le gustaba llamarlo, su casa fue construida por él mismo con madera. Era una casa un poco pequeña, pero suficiente para él. Aunque algo fría, debía admitir.
Al llegar a su casa, se echó en su sillón verde cerceta.
Tiró un suspiro. —Sólo espero esto no sea un desastre. —dijo para sí mismo. No tenía el dinero y además no había buena recepción, por lo que no poseía un televisor. Así que, decidió leer un libro. El libro era color café moca. Aquél libro era algo viejo. Era de su escritor favorito. Su hermana se lo había regalado antes de que se fuera a vivir al bosque. Así que era su libro favorito. Tenía todos los libros publicados por el escritor hasta 1957, que fue cuando su hermana le regaló aquél libro, el más reciente hasta el momento. Le era difícil conseguir empleo ya que no había concluido sus estudios, así que no podía hacer mucho para mantenerse. De vez en cuando, trabajaba como paseador de perros en el pueblo, que era con lo que compraba suministros hasta que volvieran a contratarlo, pero, vamos, ¿Quién contrataría tan a menudo a un tipo sin estudios que vivía en el bosque?
Nunca pudo comprarse otro libro de aquel escritor. Por lo que el libro que le había comprado su hermana además de los otros 5 que tenía, eran su posesión más preciada.

Se llegó la noche, Gregory se había quedado dormido en su sillón leyendo, subrayando y escribiendo ideas. Tenía los planes de escribir un libro y, cada que se quedaba sin ideas, leía y tomaba ideas que se relacionaran con lo que escribía.
Unos golpes en su puerta lo despertaron. Se levantó de su sillón y abrió la puerta. Al abrir la puerta, se encontró con uno de los ositos, quien balbuceó. —¿Qué sucede? —el osito le hizo un ademán para que lo siguiera.
Llegaron al río, donde vió la cama del Una vez y al Una vez en el río, al parecer él estaba demasiado dormido para darse cuenta.
Corrió a ver al Lorax. —¡Lorax! ¿Qué hiciste? Te dije que no le hicieras lo mismo que a mí.
—Y no lo hice. Está en un río. —respondió El Lorax algo nervioso.
—¡Esto no es lo que...! ¡Agh! —comenzó a correr hacia donde se dirigía la cama y El Lorax lo siguió. —¡Hay un osito ahí!
—¡Y lo sabemos! ¡Ya intentamos salvarlo y no pudimos!
—¡Dios mío! ¿Es necesario hacer esto cada que alguien llega? —el osito volteó la cama, haciendo que esta diera un giro de 360°, despertando al Una vez. El chico se notaba preocupado ante la situación. —¡Ey! ¡Estás cerca de una cascada!
—¿Qué? —exclamó el Una vez para luego voltear. Efectivamente, estaban apunto de caer por una cascada.
El chico sólo pudo gritar aterrorizado. Pasaron por muchas rocas. Por suerte no salieron lastimados. Pero estaban más cerca de la cascada. El Una vez intentó mover la cama con su almohada.
—¿Qué estás haciendo? ¡No seas ridículo!
—¿Tienes una mejor idea? —Gregory miró una piedra que estaba justo arriba.
—De hecho, sí. ¡Lorax! ¡La roca! —El Lorax se dirigió a donde estaba aquella roca y con un palo intentó moverla. Por suerte, logró hacer que cayera, golpeando la cama del Una vez y haciendo que él y el osito volaran por los aires y cayeran en el pasto. El osito salió ileso, pero el Una vez no reaccionó. —¡Por Dios! —todos corrieron hacia el cuerpo del Una vez.
—¡Despierta, ya! —exclamó El Lorax para luego darle una bofetada al Una vez. No reaccionó.
—¿No se te podía ocurrir una mejor idea?
—¡No interrumpas! —intentó darle respiración boca a boca al Una vez. Terminó asqueado.
—Ew... Ya ni me quiero imaginar cómo intentaste revivirme.
—¡Olvida tus traumas y ayúdame!
—¿Y qué quieres que haga? ¡Literalmente no hay nada que hacer! ¡Hay que llevarlo al pueblo!
—¿Y quién va a pagar?
—Buen punto. Prosigue. —El Lorax tomó a dos ositos y los frotó entre ellos, creando electricidad y dando una clase de electroshock para revivir al Una vez. Quien despertó exaltado.
—¡Iba directo hacia la luz y tú me trajiste de vuelta! ¡Y aquí estoy! —exclamó el Una vez con euforia para luego abrazar al Lorax. —¡Me salvaste la vida!
—Sí, bueno... En parte también fue gracias a Greg. —explicó El Lorax.
El Una vez miró sobre El Lorax y miró a Gregory.
—Gracias. —dijo con una sonrisa.
—Cualquiera lo hubiera hecho. —afirmó Gregory desinteresado.
—Pero lo hiciste tú. —se hizo un silencio.
Gregory miró a los ojos al Una vez. Tal vez no era un completo cretino. —Aunque, eso me lleva... —rompió el silencio. —¿Cómo fue que llegó al río mi cama?
—Pues, eh... Respecto a eso... En realidad yo... La puse en el agua. —confesó El Lorax, a lo que el Una vez lo tiró al suelo. —No quería hacerte daño. Solo que te fueras flotando. —se excusó El Lorax.
El Una vez se levantó del suelo, molesto.
Gregory se acercó al Una vez y puso su mano en el hombro de su contrario.
—Mira, aquí todos necesitan los árboles y tú los estás talando. Lo cual es un problema. Tal vez el bosque no sea mío, pero es de todos los que lo habitan y estas criaturas los necesitan. —le dijo Gregory.
El Una vez se volteó hacia las criaturas del bosque. Greg tenía razón. El pequeño osito con el que casi se ahogaba hace unos momentos se acercó a su pierna. El Una vez se arrodilló.
—Escuchen todos, —dijo el Una vez cargando al osito. —desde hoy juro que jamás volveré a talar otro árbol. —soltó al osito. Puso su mano izquierda en su pecho y alzó la derecha. —Se los prometo.
—Gracias, pero estaré vigilándote. —afirmó El Lorax mientras el Una vez se levantaba.
—Bien. Mañana será un gran día, así que me voy a dormir. —estaba a punto de irse cuando una voz lo detuvo.
—Eh... ¿Una vez? —lo llamó Gregory.
—¿Sí?
—Creo que primero debes encontrar tu cama.
—Cierto. —se dirigió algo molesto a buscar su cama en el río.

~Por tu maldito amor~ (Onceler/Una vez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora