Tú y tu música

IV

A cuatro manos

Iba de camino a mi primer ensayo de la orquesta. Maddie y Daniel me acompañaban ya que no tenían nada que hacer.

—Víctor es Víctor —me aseguró Maddie —. Ya se le pasará.

—De verdad, se enfada por cualquier tontería —dijo Daniel.

Al fin y al cabo eran buenos amigos, intentaban consolarme.

—Y...—Maddie quería decir algo —. ¿A qué se debe su enfado, exactamente?

Piensa rápido. Piensa rápido. Piensa rápido.

—A que... a que no entendía un ejercicio facilísimo y empecé a desesperarme.

—¿Sí? Entonces sí que se molesto por una tontería.

Menos mal.

Si ellos supieran.

—Ya, bueno... Me voy ya, la gente está entrando.

—Hasta luego.

—Adiós.

En el escenario del teatro habían varias personas montando sus instrumentos, hablando y sentándose en sus sitios.

Un poco nerviosa fui hacia allí, entre violinistas y más violinistas, y localicé mi asiento, al lado de un chico.

Me senté a su lado.

—Hola, soy Heather.

Giró la cabeza hacia mi.

—Yo soy Liam —sonrió —. ¿Eres de primero? Nunca te había visto.

—Em, sí —sonreí y empecé a sacar la flauta de la funda.

Él, sin embargo, saco una funda más pequeñita. Tocaba el flautín.

—¿No hay más flautas, aparte de nosotros?

—Desde que se fue el flautín del año pasado yo tuve que serlo. Y ahora has entrado tú.

—Vaya...

—No te preocupes. No suelen escucharnos. Eso sí, tendrás que tocar todos los solos. Y yo todos los de flautín.

Solté una risita nerviosa.

—Genial.

El director resultó ser... un poco estricto. Al empezar nos repartió las partituras y el programa de ese trimestre, el cuál no era muy fácil que digamos pero todas las obras eran espectaculares.

¡A estudiar se ha dicho!

No, por favor...

Cuando el director estaba preparando una partitura me di cuenta de que al lado de Liam dos violinistas me miraban y se reían entre ellos. Fruncí el ceño.

Liam se dio cuenta de que los miraba y se acercó a mi.

—Ese de ahí, el más bajito es Ethan, el otro es Andrew. Son los dos tíos más pesados que encontraras en toda tu vida, te lo aseguro. Es mejor ignorarlos.

Le dediqué una mirada de agradecimiento a Liam.

Ellos seguían comentando sus bromas, o lo que les resultara tan gracioso, y yo preferí mirar hacia otro lado.

Al final del ensayo, Liam se fue enseguida. Quería pillar una sala para practicar.

Yo estaba limpiando mi instrumento tranquilamente.