4. No me arrepiento de nada

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Vale, quizás debería contarles qué sucedió después de irme de la casa de Elizabeth.

Volví al correo. Deprimido, por supuesto. No dejaba de pensar; ¿y si esa chica era mi alma gemela? ¿La debería perseguir hasta el fin de los tiempos? Chicos, chicas, les diré la verdad: me enamoré. Bueno, o eso creía yo. En esta época tampoco es tan extraño.

Siempre me habían contado historias sobre el amor a primera vista. ¿Era eso lo que me había pasado a mí?

Pero la pregunta que más me torturaba era: ¿qué decía esa cosa?

Me senté en mi escritorio con un café en la mano y le pregunté a mis compañeros:

- Chavales, ¿alguien conoce a una tal Elizabeth Jones? Vive en un pequeño apartamento en Broadlands.

- Mmmmm, sí, creo que sí. ¿Tiene el pelo castaño y ojos marrones? -dijo mi jefe.

- Sí. ¿Cómo sabe, jefe?

- Le entregué un par de paquetes a su madre, en esos tiempos en los cuales aún trabajaba como vosotros. ¡Qué tiempos de mierda! - dijo, rememorando su juventud.

- La verdad es que me sirve muchísimo. Por casualidad, ¿sabe algo sobre ella?

- ¿Qué, te enamoraste? - preguntó, sonriendo.

No te sonrojes, John, no te sonrojes.

Por lo que más quieras, no te sonrojes.

- Pffff, no, qué va -lamentablemente mi cara ruborizada me delató-. Bueno, sí... hay algo en ella que me... interesa...

- AYYYYYYY -se armó un corito.

Mierda.

Eres imbécil.

- Joder, ¡qué pesados! A ver, jefe, ¿me puede decir? ¿Sabe algo sobre ella?

- Solo sé que su padre las abandonó a ella y a su madre hace años.

***

Corrí hacia la casa de Elizabeth. Miré por la ventana y logré ver unos pasajes: uno de tren hacia una estación bien alejada de Francia y un pasaje de barco hacia Siria. Ella estaba armando una maleta bien cargada, pero parecía dudar mucho de su decisión. Como sea. No sé por qué cojones lo hice, pero volví al correo y me tomé unos meses. Simplemente lo hice. Usé esas preciadas vacaciones que estaba ahorrando para ver a mi hermana para seguir a una joven la cual me había parecido bella y nada más.

Creo que por fin voy captando eso de <el amor lo puede todo>. A ver, era amor..., ¿no?

Como se entere mi hermana soy hombre muerto.

Me dirigí hacia mi casa rapidísimo (Flash me tendría envidia) y cogí mi mochila: puse ropa, libros, comida, etc. Cerré la puerta con llave, y emprendí viaje hacia la estación de tren.

¿Qué coño estoy haciendo?

¡Hacia la aventura, amigo!

***

Pero la verdad, es que nadie me supera de caradura, porque al llegar no estaba Elizabeth. ¡NO ESTABA! Habían dos opciones: o ya se había ido, o el gran tonto de John había leído mal.

Miré a todos lados, desesperado. ¡Algo debía hacer! Me empecé a estresar: tomé decisiones muy cuestionables para venir hasta aquí, no podía desperdiciarlo.

Mierda, mierda, mierda...

- ¡Espabílate, John! -dijo una voz conocida- ¡Venga, que Elizabeth se va, hombre!

La sombra del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora