13. Antonella

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Joder.

Volví a llorar.

Estaba hecha un ovillo.

Normalmente lloro por todo, ya que mi vida es una mierda. Ya que estoy en la guerra, fumo ocho cigarrillos al día, me tironeo el pelo desesperada por mi horrible y deformada cara y mi amor no es correspondido. ¡No lo es! ¿Es porque soy fea? ¿Porque no soy suficiente para ti? ¡¿Por qué tenían que estar juntos esos dos?! ¡¡¿Por qué?!!

Su cara tan divina y hermosa estaba muy por fuera de mi alcance. Él era tan perfecto...

Me interrumpí.

Lloré un poco más, me tapé con la manta hasta mi nariz y di un largo suspiro. Por suerte no compartía habitación. Me había alistado antes que esos dos y por eso pude elegir. ¿Por qué mierda lo hice? Ahora podría estar en brazos de esa persona, en la cama, contándonos chistes y escuchando su milagrosa voz. ¡Pero no! Soy tan idiota...

Me levanté de la cama. No soportaba más a mi odiosa mente torturándome así. Agarré mi chaleco y salí afuera. Me dirigí hacia la tienda de mis amigos y me quedé helada al lado de la puerta (sin que me vieran, claro). Estaban abrazados, Eli leyendo un libro y John jugueteando con sus dedos como hacía de costumbre. Me enojé. Me enojé mucho.

Él...él...

Contuve las lágrimas. Saqué mis cigarrillos y me puse a fumar. Caminé pateando una piedra y escondiéndome de los mayores. La última vez que me habían atrapado ahí, me castigaron y no quería que volviese a pasar.

Él... no podía negar que era perfecto...

Me callé. Basta. Solo me estaba lastimando más a mí misma.

Suspiré hondo. MUY hondo. Saqué mi navaja (cortesía de mi padre) y con mi mano temblorosa, seguí mi rutina. Me corrí ligeramente la manga del chaleco militar y, con mucho cuidado, sostuve la fría "arma" de metal contra mi muñeca y, suspirando entrecortadamente, hice presión contra mi piel.

Al terminar la sesión, me sentía mucho más relajada. Me dejé caer pesadamente sobre el césped mojado y di una larga calada.

Volví hacia mi oscura habitación y me dormí.

A la mañana, terminando el entrenamiento, Elizabeth, me dio una buena bofetada.

- ¡¿Cómo se te ocurre irte a dormir con esa herida y no ir a verme?!

- No te preocupes, doña Medicina, ya estoy bien.

- Claro que no estás bien, ¡se te está infectando, bruta!

Aguanté el aire y me estiré de un lado al otro - Me da igual. A este punto, todo me da igual. La vida es una mier...

No pude terminar la oración. De hecho, no podía ni respirar. Mis ojos se nublaron y caí en los brazos de John, que estaba atrás mío.

Jo-der.

Elizabeth, más cabreada que nunca, me había dado una patada en medio del pecho.

- Como vuelvas a hablar así de ti, te mato.

Abrí la boca para hablar, pero me calló enseguida. - Cá. Lla. Te. - separó las sílabas una por una con una arrogancia absoluta. - Vete a la enfermería, chavala, o vas a soñar conmigo...

- No me molestaría - dije, sonriendo de lado.

- ...en tus pesadillas - terminó de decir con cara de irritación.

- Sigue sin molestarme - y le guiñé un ojo.

Me llevaron los dos a rastras hasta esa horrible sala blanca y Eli me atendió. Al terminar, ellos dos se dieron un rápido pero dulce pico, mientras él la felicitaba por su gran habilidad. Eso fue lo necesario como para hacerme explotar. Me levanté bruscamente de la camilla y me fui al playón.

¿Por qué él... era tan perfecto... para ella?

¿Qué tiene él que no tengo yo?

¿Por qué, Elizabeth? ¿Por qué no me quieres en tu vida? 

¿Por qué nadie me quiere? Ni mi padre, ni mi hermano...

¿Por qué no puedo ser yo tu amada?

La sombra del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora