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Un gran cúmulo de emociones envolvió a Atsushi. Entre la confusión, enojo, miedo...

¿Qué le pasaba a esa niña? ¿Y por qué inventaba algo así?

Aterrado, le dirigió una mirada a la rubia para ver su expresión. ¡Actuaba muy bien! Parecía al borde del llanto.

Cuando Atsushi hizo lo de la taza fue menos grave, porque el azabache era alguien mayor que él, y no salió perjudicado en absoluto. Pero aventar a una niña, era un escándalo del que no iba a salir nada favorecido.

—¿Por qué? —dijo Osamu con un tono tan serio y molesto que causó escalofríos en Atsushi.

—No sé —dijo la rubia—. Yo iba a agarrar más pastel, me paré justo aquí. Me gritó que me quitara y me empujó...

—¡No es cierto! —exclamó Atsushi, rompiendo el propósito que abrigaba de no despegar los labios. La acusación que se le hacía era tan grave que lo conveniente era andar con prudencia. Y contradecir a Elise de forma tan directa no era algo bueno, es un axioma a quien creerá Dazai.

Estaba evitando la mirada del castaño a toda costa, solo pudo mirar el rostro de la rubia. Cualquier persona notaría que estaba fingiendo por su expresión con la que buscaba verse triste y asustada, pero no lograba más que hacer el ridículo.

Al verla, Atsushi sintió un irresistible deseo de golpearla. Toda su fuerza de voluntad lo impedía.

—Pídele perdón —escuchó decir a Dazai.

Por más injusto que fuera eso, lo que menos quería era empeorar la situación.

—Perdóname, Elise —dijo el peliblanco.

La chica no contestó. Estaba bastante ocupada esforzándose en que al menos unas lágrimas salieran de sus ojos.

Tras aquello, se dirigió al castaño:

—Oye, Osamu...

—¿Qué? ¿Vas a intentar justificarte? —le interrumpió con brusquedad.

Al escuchar el tono tan molesto de Dazai, Atsushi se sobresaltó y lo miró con espanto.

Sentía como si se le estuviera deteniendo el corazón. Su rostro estaba pálido en extremo y sus ojos habían empezado a cristalizarse. Eso de verdad era el fin de todos sus sueños con el escritor. Y todo por culpa de aquella niña. ¿Y cuál era su razón? Lo más probable es que la rubia se llevara ese dato a la tumba. Incluso así, Nakajima habría dado todo el oro del mundo por conocer la motivación de ella para cometer un acto tan rahez.

Por su parte, lo único que impedía que Osamu se lanzara a golpear a Atsushi era que se encontraban en la fiesta de su hermana, si no fuera así, lo habría matado con sus propias manos.

A pesar de que trataba de adoptar una postura digna, su rabia bestial no se podía ocultar. Tenía el rostro enrojecido de furia, el ceño fruncido y apretaba los dientes.

Lo mejor que Atsushi podía hacer ahora era andar con discreción y no contradecir nada, de caso contrario, la paciencia del castaño iba a explotar y eso traería consecuencias desagradables.

Antes de que Atsushi pudiera decir algo, Osamu prosiguió:

—Todavía pensabas decir algo, mientras que lo que hiciste no tiene ninguna justificación. Que detestable persona eres.

Para Atsushi, esas palabras se sentían como gatos arañando su corazón. Su cuerpo se volvió pesado en grado sumo, sentía su pecho hundirse...

Era increíble como las simples palabras de una niña podían cambiar el rumbo del resto de su vida.

BANCA, PAJARRACO Y BOMBONES [DAZATSU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora