CAPÍTULO 3: Visitando Kuoh

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La mansión en Gumilosk se había vuelto más ruidosa desde que Ryota se había unido al séquito.
Los nekomatas de la tribu de Inuyasha se había instalado en el territorio de Amael, en un bosque cercano a la mansión y, de vez en cuando, ayudaban con los trabajos del lugar.

Inuyasha se había convertido en el maestro de Galahad, que se vio sorprendido al ver que, a pesar de que él tenía más de 1500 años de experiencia combatiendo, no se acercaba ni un poco al nivel del líder nekomata. Aún así, debido al miedo que tenían desde el ataque de los caídos, nunca salían del bosque, así que Galahad tenía que adentrarse en el bosque nekomata para las sesiones de entrenamiento.

Un día, cuando Amael estaba terminando de servir el desayuno, se dirigió a sus dos piezas de séquito. Ya vestían de forma humana, llevando Galahad una camiseta de su grupo humano favorito, AC/DC y unos pantalones vaqueros, aunque tenían un círculo mágico camuflado, que podía activar, transformándolo en su armadura. En cambio, Ryota iba siempre con una camiseta del Gato de Cheshire, de Alicia en el País de las Maravillas, y unos pantalones cortos blancos.

-Chicos... Hoy vamos a Kuoh-anunció-Quiero visitar a las piezas de mi tía y a una amiga.

-No me gustan las cosas del inframundo-dijo Ryota, de brazos cruzados-Amael sama es más guay que su tía, seguro.

-A mí tampoco me gustan las cosas del inframundo-dijo sonriendo Amael-Pero las piezas de Rias son como vosotros, demonios clase baja a los que en el inframundo desprecian... Además, Rias solo tiene la culpa de no querer esforzarse por conseguir las cosas... Los verdaderos culpables son sus padres, los míos y el resto de líderes de los clanes-hizo una pausa-Akeno, Kiba y Koneko... yo les salvé y están con Rias gracias a mí. De vez en cuando me gusta visitarlos.

Galahad y Ryota asintieron.

-¿Cuándo tendremos familiares, Amael sama?-preguntó Galahad, sirviéndose un gran plato de desayuno-Aoda es increíble y... creo que tener un familiar me hará más fácil conseguir contratos.

-Lleváis pocos contratos todavía pero... según mis cálculos, el mes que viene ya deberíais tener suficientes-dijo Amael, terminando de servir el desayuno de Ryota-Pero Ryota, tu tienes que mejorar tu educación en la mesa. En el inframundo nos mirarán con lupa, así que no podemos cometer errores.

Galahad y Ryota se miraron, con determinación, y asintieron. Amael era su líder y si él necesitaba que mostrasen lo buenos que eran, lo fuertes que eran, iban a hacer todo lo posible para lograrlo.
Cuando estuvieron listos, Amael creó un gran círculo mágico a sus pies.

Cuando lo atravesaron, fueron directamente transportados frente a una gran escuela, repleta de distintos alumnos, todos uniformados que, de alguna manera, habían obviado su aparición mágica.

-¿Cómo...?

-Soy muy bueno con los glamoures, Galahad... Básicamente hago que la gente ignore todo lo que hago... Podría ponerme a lanzar rayos de destrucción al cielo, que nadie se fijaría.

-Agradecería que no lo hicieses-pidió una voz femenina.

Era una joven, de diecisiete años, de cabello negro y corto, junto a unos hermosos ojos violetas. Vestía el distintivo uniforme femenino de la Academia Kuoh, además de unas gafas de montura fina, de color rojo. En verdad parecían una secta.

 En verdad parecían una secta

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Amael GremoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora