CAPÍTULO 6: El inframundo

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Amael miró con cierta nostalgia la gran mansión que tenía ante sus ojos

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Amael miró con cierta nostalgia la gran mansión que tenía ante sus ojos. Su hogar en el inframundo, la mansión Gremory. Ryota, Galahad e Hinata estaban detrás de Amael, mientras esperaban a que alguien fuese a recibirles.
Los tres reencarnados estaban nerviosos, pero quien parecía estarlo más era el prisionero, Renly Amon, que debía de imaginarse lo que se le venía encima.

Las puertas se abrieron y, ante ellos y una mujer muy hermosa, de cabello color plata y ojos celestes. Tenía un cuerpo de ensueño y vestía con un uniforme de maid.

 Tenía un cuerpo de ensueño y vestía con un uniforme de maid

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-Galahad, alejaos-murmuró Amael temblando de miedo.

-Amael...

-Tú hazlo...

-¡AMAEL RUNEAS GREMORY!-bramó la hermosa mujer, creando dos círculos mágicos de color blanco. Galahad, comprendiendo el peligro que corrían, apartó a empujones a sus dos compañeros y al prisionero-¡¿CÓMO TE ATREVES A ABANDONAR TUS DEBERES Y MARCHARTE SIN AVISAR?!

-Ma... mamá... por favor-tartamudeó mientras iba retrocediendo, aterrado-Hablemos como personas civilizadas... Soy su querido hijito mayor...

Pero dos poderosos rayos de hielo salieron disparados de sus círculos mágicos y congelaron por completo a Amael, dejándolo dentro de un gran bloque de hielo.
Galahad, Ryota e Hinata se quedaron boquiabiertos, sobre todo por haber escuchado que Amael se había referido a su atacante como "mamá".

Pero por lo visto ellos no corrían peligro, ya que el semblante serio y enfadado de la mujer pasó a una mirada tierna y llena de cariño.

-Debéis de ser los sirvientes de mi hijo... Adelante, sois bienvenidos.

Les dedicó una reverencia y les indicó que entrasen en la mansión, mientras que varios sirvientes salían y comenzaban a empujar el gran bloque de hielo en el que estaba Amael al interior. Ella misma creó un círculo mágico que cubrió de cadenas heladas al prisionero y le hizo desaparecer.

Ya dentro, en una sala de estar, los dos caballos y la torre estaban sentados en torno a una mesa, en silencio e incómodos mientras tomaban un té y esperaban a saber algo de su amo. La habitación estaba cuidadosamente decorada, llena de lujos y, al ver que tenía una gran televisión de plasma, algo que no pegaba con el aspecto medieval de la mansión, supusieron que ese lugar pertenecía a Amael.
Entonces se abrió la puerta y la maid que había congelado a Amael entró, con este detrás suyo, con el rostro hinchado repleto de golpes.

Amael GremoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora