9.

124 36 0
                                    

El encuentro con Marc me deja pensando durante el resto de la tarde. No sabía que verle me desestabilizaría tanto, pero lo ha hecho. Una vez más, sigo pensando en el pasado, ese pasado que no quería dejarme ir, que siempre estaría aferrado a mi, clavándome sus afiladas garras con tanta fuerza que dejaban feas marcas en mi piel. Pienso en Tristan y en su soledad, sin saber por qué me preocupa ésto cuando sé que es lo que merece.

Una vez en casa, subo a la planta de arriba y me paro en el pequeño pasillo. La puerta de mi antigua habitación está abierta pero la de mis padres sigue cerrada. Lleva años cerrada, bajo llave. Ese fue el único requisito que puse a los antiguos huéspedes de la casa; que esa habitación permaneciera intacta. Me acerco un poco más a esta y durante un instante siento que soy lo suficientemente fuerte para entrar, para introducir la llave que llevo guardando todos estos años, pero nada más tocar el frío pomo me congelo y pienso en lo que voy a encontrarme una vez abra la puerta: la cama desecha de mis padres que ya nunca llegarían a hacer, el maquillaje esparcido en el tocador de mi madre, la ropa siempre sin ordenar de ambos, la guitarra de mi padre descansado en una esquina. Probablemente estuviese desafinada, algo que él nunca hubiera permitido. Sabía que si abría la puerta me encontraría con una habitación llena de recuerdos, con el silencio de un lugar que lleva años sin ser visitado, con la tristeza y nostalgia que tan solo se siente cuando sabes que algo que fue tan bonito ya nunca volverá.

No. Por supuesto que no podía entrar. Nunca podría hacerlo.

Así que, en su lugar, vuelvo a mi habitación. Trato de no pensar en mis padres, pero cada vez me resulta más difícil el no hacerlo. Y entonces, tratando de no pensar en ellos, acabo pensando en Tristan porque, de alguna forma u otra, yo siempre acababa volviendo a él.

Pienso en él y en esa tristeza que siempre parecía ir pegada a él. Incluso ahora, cuando lo vi hace unos pocos días, pude notarla. Recuerdo como a veces le observaba cuando él no se daba cuenta, cuando no se molestaba en fingir, y entonces veía ese vacío, ese tipo de vacío que se tiene cuando te ha faltado algo tan sencillo pero valioso como el amor durante una gran parte de tu vida. Sabía lo mucho que Tristan buscaba ser querido, por mucho que tratara de ocultarlo, de hacer creer que no necesitaba nada de nadie. Recuerdo como su cara se iluminaba un poco cuando mis padres lo invitaban a quedarse a cenar, o como parecía tan feliz cuando Anne y los demás se reían de alguno de sus comentarios, creyendo que era una persona graciosa, alguien digno de escuchar. Algo tan simple como una mirada con interés o una sonrisa sincera le hacían feliz.Miraba a mis padres con admiración, como si no pudiera comprender que dos personas pudiesen quererse tanto a ellos mismos y a su hija. Le encantaba escuchar a mi padre, no importaba si lo que dijera no tenía ningún tipo de interés. Él siempre se quedaba escuchando, maravillado. Mis padres también le querían. Mucho. Creo que ellos vieron a aquel niño solitario que realmente era, esa persona tan necesitada de cariño. Y se lo dieron.

¿Cuanto tiempo llevan tus padres juntos? me preguntó en una ocasión. Estábamos debajo del puente donde nos dimos nuestro primer beso. Nos gustaba tanto aquel lugar por su tranquilidad, porque allí podíamos sentirnos las únicas personas en el mundo. Yo llevaba un vestido naranja y él me dijo que iba acorde con las flores que nos rodeaban. Puso una en mi pelo.

No lo sé, ¿unos quince años? Seguro que mi padre te ha contado su historia, como se conocieron y todo eso.

Unas veinte veces, sí respondió, ambos sabiendo que la escucharíamos unas veinte veces más.

Le encanta esa historia.

Ambos reímos con cariño al pensar en mi padre y en sus cosas. Era una persona habladora, podía hablar con cualquier persona aunque no conociese y se hacía amigo de todo el mundo.

Entre las flores te espero. TERMINADA Y DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora