-

115 30 0
                                    

Seis años antes

Las maletas de mis padres estaban junto a la puerta. Mi madre las había tenido preparadas en tan solo unos pocos minutos después de que les sorprendiera con los dos billetes de tren.

No sé en que estabas pensando, Olivia dijo, tratando de hacerse la indignada pero yo ya la había visto sonreír unas cuantas veces. ¿Cuando dinero te has gastado?

Mamá, es de mala educación decir el precio de un regalo respondí.

Barato no ha debido de ser, eso está claro añadió mi padre.

Bueno, para algo he estado trabajando todo el verano me defendí, recordando los tres meses horribles que había pasado vendiendo helados.Había odiado cada segundo en aquel trabajo excepto la hora del cierre cuando Tristan venía a buscarme e íbamos juntos caminando a mi casa, hablando sin parar de nuestro día, agarrados siempre de la mano.

Mis padres se miraron un momento, y al final, soltaron una pequeña risa. Habían estado posponiendo aquel viaje durante meses.

Tan solo admitid que tenéis una hija increíble presumí, sintiéndome bastante orgullosa.

Tampoco exageres bromeó mi madre algo me dice que has hecho todo esto para tener la casa libre unos días.

Y, como pasaba siempre, mi madre no se equivocaba. Aquella había sido una de las razones.

Me ofende que pienses tan mal de mi.

Entonces, ¿Tristan no está de camino y entrará por esa puerta en cuanto nos vayamos? adivinó, pues nunca se le escapaba nada. Sentí el calor subir por mis mejillas ... Tristan no tardaría en llegar.

En ese caso, puedes decirle que venga ya. Me gustaría verle antes de que nos vayamos propuso mi padre.

Pero Tristan no llegó a tiempo para despedirlos. Si hubiera salido diez minutos antes de su casa, quizás lo hubiera logrado.

Una hora después, se fueron. Me dieron las gracias una y otra vez por aquello  y yo estaba tan feliz por haberlos hecho felices y por poder disfrutar de Tristan durante cuatro días enteros. Apenas podía dejar de sonreír.

Mi madre se acercó a mi, me dio unos cuantos besos en la mejilla, de esos que hacían mucho ruido, y me dijo que me quería. Mi padre hizo lo mismo.

Ten cuidado estos días... ya sabes a lo que me refiero murmuró y la diversión fue tan evidente en su rostro que yo, a pesar de sentirme algo avergonzada por el comentario, no pude evitar echarme a reír también.

¡Papá! exclamé, empujándole hacía la puerta. Él soltó una carcajada y yo no supe en aquel instante que aquella sería la última vez que lo escucharía reír. De haberlo sabido, quizás hubiera disfrutado más de ésta, quizás hubiera tratado de memorizar aquel sonido para así reproducirlo en mi mente durante el resto de mi vida.

Te quiero, Olivia.

Venga, ¡iros ya!

Ambos estaban sonriendo cuando salieron por la puerta.

Y yo no le dije que lo quería también. En ese momento, creí que tendría toda una vida entera para hacerlo, pero aquella fue la última oportunidad que tuve de hacerlo... y no lo hice.

Sin embargo, los siguientes días fueron maravillosos, como si la vida me hubiera dado una pequeña tregua antes del desastre, unos últimos momentos para disfrutar después de que todo se rompiera. Tristan se había instalado en mi casa y nos separamos en ningún momento. Desayunábamos en la terraza cada mañana, íbamos a la tienda a comprar cosas para comer e improvisábamos algún plato elaborado para comer. Nos tomábamos un par de cervezas en el porche a las tantas de la mañana mientras fumábamos un cigarrillo tras otro y simplemente hablábamos y hablábamos de las cosas más tontas y también de las más profundas.

Esta semana dejo de fumar. Lo he decidido prometí mientras daba una de las que quería que fueran las últimas caladas de un cigarro.

Él río.

Ya he perdido la cuenta de todas las veces que has dicho eso.

Pero esta vez es la definitiva.

Si tú lo dices, entonces te creo respondió, tan solo por complacerme. Ambos sabíamos que no iba a dejarlo, al menos no tan pronto.

Por las tardes yo dibujaba y él también lo hacía; creaba preciosos diseños que esperaba que algún día estuvieran marcados en la piel de alguien. Por aquel momento no tatuaba demasiado pero si conseguía algún que otro cliente. Escuchábamos música sin parar y bailábamos de la misma forma que habíamos visto a mis padres hacer.Él me traía pequeñas flores del jardín y le gustaba ponerles en mi cabeza.  Dormíamos juntos, compartiamos las noches, nos levantábamos tarde. Creo que podría haber vivido en esa rutina durante el resto de mis años. 

Fue al tercer día.

Mis padres tendrían que volver la mañana siguiente. Había hablado con ellos cada día antes de irme a dormir y esa noche estaba esperando su llamada, una que nunca llegó. Estaba sola, Tristan había ido un momento a su casa a coger algo de dinero y también quería ver como estaba su madre. Pero a él ya nunca volví a verle y a mis padres tampoco.

Cerca de las doce de la noche recibí una llamada. Un hombre que no conocía hablaba conmigo. Un accidente en el autobús que los llevaba al hotel, me dijo. Varios heridos. Cinco muertos. Dos de ellos, mis padres.

Sentí que no podía respirar. Creí que estaba a punto de morir allí mismo.

Y Tristan seguía sin aparecer. Y yo lo necesitaba tanto.

Así que decidí ir a su casa. Con el corazón completamente roto, hecha un mar de lágrimas, sintiendo como cada parte de mi se rompía más y más por cada paso que daba. Pero seguí caminando, tan solo porque tenía que llegar a él. Deseaba estar con él, que supiera lo que había sucedido, que me abrazara, que me prometiera que todo iba a estar bien aunque yo ya sabía que nunca lo estaría.

Llamé a la puerta de su casa y Marc abrió. Si se dio cuenta del aspecto tan lamentable que tenía, no lo mostró. En el rostro de él había un gran cardenal, justo debajo de su ojo. No me importó, no cuando en lo único en lo que podía pensar era en mis padres, en que se habían ido para siempre.

¿Dónde está Tristan? pregunté, desesperada. Tuve que hacer un gran esfuerzo por no empujarle y subir corriendo a su habitación.

Sin embargo, Marc esbozó una pequeña sonrisa. Él ya sabía lo que estaba a punto de causar con lo que iba a decir.

Buena pregunta. Llevaba días sin aparecer por casa y lo ha hecho hace un par de horas para coger unas cosas e irse otra vez.

Pero aquello no tenía sentido alguno. Habían pasado tres horas desde que él se había ido. Y no había vuelto. Quizás mientras yo iba de camino a su casa él iba de camino a la mía y ahora se estaba preguntando donde estaría yo. Quizás se había distraído por el camino, quizás cogiendo algunas flores para mi, quizás ni si quiera había pasado tanto tiempo y yo tan solo estaba exagerando.

Estaba a punto de irme cuando Marc volvió a hablar.

No iba solo, Olivia algo dentro de mi me decía que no debía escucharle, que no debía escuchar nada de lo que él tuviera que decir, pero no pude evitar hacerlo.

¿Qué?

Tristan iba acompañado de una chica. Una pelirroja. Han venido juntos y se han ido juntos... agarrados de la mano.

No quise creerlo. No podía hacerlo. Era absurdo. Tristan jamás me haría algo así, yo lo sabía. Pero, ¿donde estaba,entonces?  ¿Y por qué tan solo podía pensar en Nora, aquella chica pelirroja que ambos conocíamos?

No apareció en toda la noche.

Y yo estuve sola, llorando sin nadie que me acompañara.

En aquel instante supe que había perdido a las personas más importantes de mi vida, y que ya no había vuelta atrás.

Lo supe de inmediato; cualquier cosa que pasara a continuación, sin importar lo que el futuro pudiera traer, nada podría hacer que lograra ser feliz de nuevo.

Entre las flores te espero. TERMINADA Y DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora