No hay vuelta atrás

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Ocupando el asiento de copiloto, mi amiga Angela conducía hasta el taller en donde mi auto se encontraba en reparación, de fondo, la radio estaba a gran volumen mientras la morena coreaba cada canción que aparecía, la lograba oír a lo lejos puesto que mi vista se perdía en el camino a través de la ventana, imágenes de la noche anterior venían y no lograba apartarlas. Franco estaba allí muy bien agarrado.

Suspiré y voltee a mirarle los ojos

—Ya era hora, ¿no? — rodó los ojos al cabo de besar su mejilla.

-Tan solo tardé unos segundos, deberías agradecer aquello. – le sonreí como estúpida intentándole sacar una sonrisa. Y lo logré.

- ¡Ya! ¡ok! -bromeó conteniendo una sonrisa mientras ponía en macha el automóvil. - Pero con una condición-Achinó los ojos.

Lo dudé unos segundos.

-Está bien. Suelta. - crucé el cinturón por mi pecho.

  — Será mejor que comiences por el principio y con mucho detalle, ¿Qué sucedió ayer en esa habitación con Franco, Felicia? 

La miré de reojo y sonrió. Algunos cabellos sueltos volaban con el aire. La chica a mi lado busco unos lentes de sol y los colocó en sus ojos. Al parecer ahí estaba mejor. Desee haber traído los míos. Definitivamente, el sol pegaba en mi rostro.

— Quiero saber los detalles, pero escúchame bien, todos los detalles de lo que pasó con Franco en ese estudio luego de que te pusieras a golpes con esa platinada.

Arrugué mi entrecejo y rasqué la frente.

-No pasó nada de lo que todos deben estar pensado...-





********

— ¿Qué? —pregunté desafiante. Mientras examinaba todo a mí alrededor. Al parecer estábamos en la habitación de reuniones de la casa.


— ¡¿Qué rayos hacías?!— levantó la voz  a la vez que sus facciones se endurecían.


— ¿Tan rápido terminaste con la hermana? —no podía controlar mi lengua. Maldito alcohol. Eso no debía importarme.


— ¡¿Dónde mierda estaba Alex mientras intentabas asesinando a esa chica?!

Siguió preguntando sin moverse desde donde se encontraba, apoyado en la mesa principal de la habitación. Claramente ninguno respondería las palabras del otro.


— ¿Dónde mierda estabas tú, Franco? —enarcó las cejas ante mi exigente pregunta.


— ¡¿Qué importa dónde estaba yo?! —me acerqué un paso.


— ¡Importa, porque si tú hubieses estado aquí  ahora yo no querría sacarle los ojos a esa puta!

Tenía que callarme ahora mismo, lo sabía.

Pero simplemente no podía retener las palabras.


— ¡La muy perra te trató como un objeto en mi cara, diciendo que te habías ido con su puta  hermana!  —gesticulé con mis brazos en constante movimiento, mis puños apretados en frustración, mi respiración aún era agitada.

Sus facciones eran duras pero aun así soltó una risa seca y fría.

—Soy un objeto para todas las mujeres, un objeto sexual Felicia, nos gusta serlo —respiró cansado de la situación poniendo las manos en sus caderas.


Mi pasado, Felicia y yo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora