Prólogo—Cariño, trae una caja de helado de la nevera, por favor —pidió mi madre que se encontraba sentada cómodamente en el sofá que compartía con papá.
—Claro, enseguida —me levanté de la alfombra donde me encontraba sentada bajo la atenta mirada del chico ubicado al otro lado de la mesa de centro.
Sentí mis mejillas ruborizarse a la vez que nuestros ojos chocaron en una fugaz mirada, ¿por qué hacía esto? Él sabía que cuando estábamos frente a toda mi familia no podía quedarse viéndome de esa forma, me ponía altamente nerviosa y algo torpe.
Entré en la cocina soltando un respiro contenido y una sonrisa nerviosa, la puerta resonó tras de mí cuando se cerraba mientras yo me dirigía hacia la gran nevera ubicada al fondo de la cocina.
El helado preferido de mi madre, pistachos con menta yacía congelado en un pote amarillo en el congelador, lo tomé sintiendo la agradable y fría sensación en mis dedos. Cerré la puerta de golpe ya que oí como varios potes de vidrio comenzaron a tambalear, logrando así opacar mi débil grito al encontrarme tras la puerta la imponente figura de franco, quien me miraba fijamente.
— ¡¿Qué haces?! —dije en un susurro.
—Tal vez necesitabas ayuda para alcanzar el helado — dio un paso más cerca invadiendo mi espacio personal
—No soy tan pequeña — golpee su pecho intentando alejarlo — Franco....— me puse algo más sería — ...No debiste mirarme de esa forma en la sala, Alex podría notarlo, o mis padres... —suspiré.
— Curvas — dijo y ante tal apodo mis mejillas volvieron a sonrojarse — Alex siempre ha sospechado que me gustas, es más, podría decir que está seguro de que es así, aunque no me lo haya preguntado directamente. Y si ese fuera el caso, no tendría problema en admitir que cada vez que te acercas enloquezco. — mi corazón latió con fuerza — Ahora, en relación a tus padres...ellos creen que soy otro hermano para ti, ya sabes, poco a poco me adoptan—sonrió y subió sus cejas. — Ahí debemos ser cuidadosos. Aunque saldría corriendo ahora mismo a contarles todo si lo permitieras.
Negué con la cabeza.
—Hermanos.... — sonreí y negué con la cabeza —...Eso suena terrible — solté una risilla.
—Quizá deberías recordarme que no lo somos, curvas — dijo pegándose a mí un poco más, al tiempo que yo subía mi rostro para mirar al suyo que se encontraba a sólo centímetros.
Mi mirada cayó, sentí su respiración chocar contra mis labios mientras un nudo se formó en mi abdomen impidiendo contenerme, alcé la mano que tenía libre hasta apoyarla en sus pectorales, bajo ella, su corazón latía con fuerza igualando el ritmo del mío, para segundos después aumentar como no creía posible mientras sus labios tocaban suavemente los míos. Lamentablemente el rose fue tan fugaz y momentáneo que al apartarse bruscamente su labio arrastró el mío hacia adelante....
No entendí el porqué hasta que la puerta tras su espalda se abrió fuertemente.
—Mamá esta esperando el helado, Felicia — recordó Alex sin siquiera mirarme, dirigiéndose al grifo totalmente despreocupado.
—Lo tengo, estaba algo...alto — miré fugazmente a Franco y pasé a su lado ignorando su mirada divertida.
Caminé hasta la puerta sorprendentemente rápido, Alex estaba bebiendo agua y franco seguía donde mismo, tomé la manilla de la puerta pero no sin antes notar que mi hermano se giraba dejando el vaso vacío sobre la el lavaplatos y el chico de ojos color oscuro se volvía de igual forma encontrando sus miradas, tiré de la puerta hacia atrás justo cuando él dijo:
—Recuerda que sólo tiene 17 años, amigo — dijo con total naturalidad y haciéndolo sonar como un verdadero dolor de cabeza lo que la edad podía significar.
Sin más salí de allí dirigiéndome de vuelta al salón, le entregué el pote a mi madre que esperaba ansiosa, mientras, me acomodaba en la alfombra cerca de sus pies, ella se enderezó y desenredó el brazo de mi padre que descansaba en sus hombros, para luego enterrar la cuchara que había obtenido de la mesa antes de abandonar la cocina en el gran pote de helado. Al parecer estaba bueno, ya que se le veía comer con deleite y demasiado placer a pesar del clima que teníamos afuera. Me dio un escalofrío.
Seguí sentada en la alfombra cerca de los pies de mamá, sosteniendo las palomitas de maíz que minutos antes había tomado de la mesa central, ubicada a mi lado izquierdo. Al poco rato llegaron los inseparables amigos y tomaron sus respectivos asientos, Alex en el sofá individual y Franco paralelo a mí en la alfombra, solo nos separaba la dichosa mesa de centro. La película línea de emergencia estaba por terminar y aunque ya la habíamos visto antes, el suspenso nos estaba matando. Las luces estaban apagadas y afuera solo se oía la lluvia que caía a ratos, el clima se estaba mostrando frio e inestable, lo cual era extraño ya que se trataba de los primeros días de octubre.
La luminosa pantalla frente a nosotros nos traía unos sonidos escalofriantes, la agente de policía iba caminando sola por un oscuro sitio eriazo, recorriendo el lugar al que su instinto la había llevado, estaba buscado a una niña secuestrada y cada vez estaba más cerca de encontrarla...y justo entonces el sonido del teléfono fijo de mi casa nos hizo saltar regresándonos a la realidad.
Mi padre se acomodó un poco para alcanzar el teléfono que se encontraba en el mueble de repisas en la esquina que colindaba con su sillón. Estiró el brazo y lo alcanzó.
—Diga — frunció el ceño — Momento.
—Tienes una llamada, Franco — dijo mi padre mientras se acercaba hasta donde se encontraba él y le tendía el teléfono inalámbrico.
—Gracias —Susurró y contestó a la persona en la otra línea—
Miré como poco a poco se iba levantando del suelo a la vez que su rostro pasaba lentamente de la sorpresa a la completa estupefacción, tenía el ceño fruncido, y sus ojos desorbitados se hacían cada vez más brillantes perdiéndose en la habitación, sus labios se volvieron más blancos, secos y nada parecía ser capaz de salir de ellos. Todo fue silencioso, no pude despegar mis ojos de él. Sin pensarlo me levanté de prisa llamando la atención de los demás, Franco dejo caer su mano junto con el aparato que rebotó sobre la alfombra. Mi pecho sintió un dolor inmenso, él no estaba bien.
—Franco, cariño, ¿Que te pasa? —preguntó mi madre preocupada a la vez que yo avanzaba hasta él sin importarme quien nos viera. Pero antes de llegar a tocarlo él se alejó.
—Tengo que irme — logró decir y miró con sus ojos mas oscuros de lo normal en mi dirección.
Agarró su chaqueta negra y salió tan rápido como pudo por la puerta principal botando algunos adornos de la entrada a su paso. Alex anonadado salió tras él y yo lo seguí, pero Franco ya corría a gran velocidad por la acera, su cabello oscuro estaba completamente mojado por la lluvia y su ropa también. Sentí la necesidad de ir tras él pero no lo hice.
— ¿Quien lo llamó, Mauricio? —escuché tras de mí a mamá que se había acercado a la entrada preocupada.
—No lo pregunté...— dijo avergonzado. Sabía que había sido un error —...pero se trataba de una mujer.
Mi pecho sintió una clavada ante la palabra, la palabra mujer era muy general en estos momentos. Alex intentó salir corriendo y seguir los pasos de su amigo pero mis padres no se lo permitieron. Ya no había rastros de Franco.
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Hola a todas, aqui les dejo el prólogo, espero les guste!!
un beso, Jane.
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Mi pasado, Felicia y yo.
RomanceCuando una llamada inesperada aterriza en casa de los Monroe, todo cambia para Franco..... Es allí donde viven los padres de su amigo y la chica que lo trae con insomnio, pero son las palabras de una mujer a través de la línea telefónica las que har...