No podrás escapar

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Busque mi celular y verifiqué las llamadas, muchas de mis padres, mensajes de los chicos preguntando porque había desaparecido y las chicas planificando un almuerzo en un restaurante cerca. Las llamé y acordamos.

Me dejé caer en la cama pensando lo alocada que estaba la vida. Suspiré y luego de unos largos minutos decidí buscar algo de comida en la cocina. Pase por el living de camino y no había rastro de Alex. Tal vez se encontraba con Franco, pensé.

Me adentré en la habitación que más odiaba de todo el departamento y comencé a prepararme un sándwich de palmitos con palta junto a un vaso de jugo de frutilla, lo coloqué en una bandeja de madera mientras me movía hasta el sofá. Encendí la televisión y puse la película favorita de mamá, "El diario de Noah" mientras atacaba mi comida.

Luego, cercano a los 5 minutos apareció Alex, haciendo una entrada calmada, su ceño algo fruncido.

— ¿Donde te encontrabas? — pregunté curiosa antes de beber un gran sorbo de mi jugo.

— Con Franco...— relajó sus hombros y se dejó caer en el sofá paralelo al mío.

—¿Te comentó porque no asistió al entrenamiento? — me moví incómoda ante mi pregunta.

— Estaba borracho, ¿puedes creerlo? — subí una ceja sin querer responder. — Es muy extraño — se encogió de hombros — ahora ya lo acompañé a su cama y está dormido —dijo satisfecho Alex.

Por un momento sentí cargo de conciencia. Rayos.

Terminé mi sándwich, dejé los residuos en el fregadero y volví a mi habitación. Estuve cerca de una hora repasando el guion que debíamos presentar la semana entrante y luego me di una ducha larga.  Ya era hora de estar preparada para encontrarme con las chicas.

Busque en el armario que aún no lograba organizar del todo y encontré unos jeans anchos a la cintura color claro, unas zapatillas blancas y una remera color negra ajustada dentro del pantalón. Armé una coleta alta enrollada y solo maquille mis labios rosa. Busqué una mochila pequeña plateada y listo.

— ¿Donde vas? — preguntó mi hermano en el sofá. — Con las chicas, volveré pronto — tomé las llaves de una mesita alta al costado de la puerta y salí.

Caminé unos cuantos pasos pasando por la puerta de Franco...el cuerpo se me estremeció.

Para cuando estuve montada en mi pequeño auto planté mi cabeza en el manubrio, suspiré. Un extraño sentimiento se apoderaba de mi, Franco jamás faltaba a los entrenamientos, solo cuando hacía esas desapariciones de un mes o poco más.

Encendí la radio e hice partir el auto para llegar a destino, miré el reloj notando que iba unos minutos tarde y no me importó, era como mi sello, no estaba orgullosa de aquello pero había intentando solucionarlo una infinidad de veces y siempre lograba solo llegar aún más tarde.

Las caminos estaban desiertos por lo cual llegué más rápido de lo normal, abandoné apresuradamente el automóvil y corrí al puesto destino que ocupábamos con las chicas cada vez que estábamos acá. Las ubique rápidamente y ya estaban haciendo sus pedidos. Me acerqué y con la sonrisa de mis tres amigas en compañía del mesero, ocupé mi puesto vacío.

—¿Lo de siempre? — pregunto amable Pedro, nuestro amigo que nos atendía siempre.

—Lo mismo— sonreí y descansé un poco en la mesa.

—¿Por qué la tardanza hoy? — Emily preguntaba sujetando su cabello rubio en una cola alta.

En el recinto no había demasiada gente y las mesas tenían unos buenos centímetros de separación, por lo cual, hablar era mucho más cómodo. La preocupación de que alguien escuchara el chisme estaba derrotada.

Mi pasado, Felicia y yo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora